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La primera vez que Diego intentó expresar sus sentimientos por Arturo, no fue bien

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La primera vez que Diego intentó expresar sus sentimientos por Arturo, no fue bien.

No recordaba qué había intentado, pero era otro más de sus gestos que había usado con el mayor, nada que fuera especial del todo.

Diego aceptaba que quizás no era muy claro, porque regalar flores, los "Be", unir su nariz con la frente del mayor, y demás, eran cosas que ya hacía y que dentro de todo, Arturo estaba acostumbrado a recibir. Así que debía hacer un gesto especial.

–Arturo , "Be" –dijo, mientras corría en pasitos apresurados detrás de él, estaban en el parque, con Andrea, quién se mantenía un poco separada para ver su interacción.

–¿Otro más, bonito? –preguntaba Arturo, y a la chica de cabello negro le daba gracia que se hiciera el difícil, si a él también le encantaba.

–Be, Be.

–Bueno, un Be–dijo, deteniendo su paso, mirándolo a los ojos, Diego asintió y juntó sus labios con los de Arturo, dejando que el mayor moviera sus finos labios a gusto, y empujándose a más contacto.

Al separarse sonrieron, y Diego agitó sus manos con emoción, antes de salir corriendo por el parque.

Sin querer golpeó a un niño de unos catorce años, quién le gritó una grosería, pero Diego estaba en su mundo como para escuchar, y al ver que el niño iba a ir hacia él y se arremangada su abrigo apretando sus manos en puños, Arturo fue hacia él, tomándolo del brazo.

–Disculpa, no lo hizo a propósito, tiene autismo, no entiende del todo.

–Oh, es retardado –dijo el chico, con total naturalidad.

Arturo se molestó.

–No, sólo tiene un par de problemas, como todos.

–Si, acabas de decir que está mal de la cabeza –dijo el chico.

–No, no dije eso ―respondió, molesto.

Odiaba con todo su ser que trataran a Diego de ese modo.

Él era maravilloso, era muy inteligente, era buena persona, era la persona más buena del mundo, sin maldad en su cuerpo, nunca en su vida se había peleado con alguien, y no molestaba ni buscaba peleas nunca.

Él estaba en su mundo y era completamente inofensivo, estaba indefenso ante los demás y siempre lo apartaban, y él no se lo merecía, porque era un chico excelente.

–Arturo, ¿Qué pasa? –preguntó Andrea, al verlo tan tenso, su mirada pasó de él hacia el joven.

Arturo negó y soltó el brazo del chico, murmurando un "Nada" y el niño se fue por su lado, lejos de Diego, mientras el mayor  mordía su labio con rabia contenida.

Andrea no pudo lograr que cambiara la cara, ni siquiera que hablara al respecto, o que se descargara de algún modo, no importó cuántas tácticas psicológicas aplicará.

Sarang ◇ Artiego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora