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Milagros Paredes

Cuando creía que era imposible, sus pupilas se dilatan aún más. Sus ojos oscurecen y escanean todo mi cuerpo, prestando mayor atención a como la lencería se ajusta a mi cuerpo, remarcando cada curva y resaltando mis pechos. Sigue parado a los pies de la cama, sus manos viajan al borde de su pantalón y comienza a quitárselo, junto al bóxer y las zapatillas. Hace lo mismo con la remera para quedar en completa desnudez. Por un segundo me olvido de respirar ante la vista que tienen mis ojos. El cuerpo de Nicolás es una locura y todavía no me acostumbro a tenerlo así, desnudo, cuando y como yo quiero.

Apoya ambas rodillas sobre el borde del colchón quedando sobre éste y comienza a acercarse a mí, dejando mi cuerpo atrapado entre sus piernas. La anticipación me está matando, pero suelto un gritito de sorpresa cuando toma mis caderas y jala mi cuerpo hacia abajo, para no estar tan pegada al cabezal de la cama. Trago duro cuando veo como comienza a masturbarse a pocos centímetros de mi cara ya que quedó casi sentado a la altura de mi pecho. Acomodo bien una almohada debajo de mi cabeza porque sé cuál es su próximo movimiento. Una de las mejores cosas que tiene es que no le da vergüenza expresar nada; si tiene que gruñir lo hace, si quiere gemir también. Sabe cuándo quedarse callado o cuando usar las palabras para estimular.

―Abrí, dale. ― Acerca la punta queriendo separar los labios de mi boca, pero no la abro, no aún. Primera vez en la noche que la palma de su mano impacta sobre mi mejilla.

Hasta el momento es una de las pocas personas que logra que disfrute tanto del sexo. Mi personalidad y como me muestro hacia el mundo pueden dan a entender que soy bastante libre y desinhibida, pero cuesta que tome confianza a veces y me deje ser. Con Lautaro si disfrutaba y mucho, pero con Nicolás es otra cosa, está a otro nivel. Sabe que hacer, como hacerlo. Con sólo una mirada o ver como mi cuerpo reacciona ante él entiende todo. Creo que eso es fundamental porque demuestra respeto y algo de compromiso hacia la otra persona, que realmente te importa y no sólo está pendiente de su propio placer.

Como me transformo cuando cojo con él a veces me sorprende. Abro la boca porque tiene la mano pesada y aunque no me moleste, aún es pronto para hacerlo enojar más de lo que ya está. Apenas siento la punta, enrollo mi lengua en ella un par de veces para después succionar y sacarla de mi boca. Repito la acción varias veces hasta que parece perder la paciencia y comienza a meter cada vez más de su longitud. Me aferro a sus muslos cuando luego de unas embestidas, aumenta la profundidad y aparece la primer arcada. Putea por lo bajo y es la motivación que necesito para seguir y aguantarme su brusquedad y el dolor que puede aparecer en mi mandíbula. Sé que mas adelante voy a tener una muy buena recompensa. Ignoro los ojos llorosos y un poco la falta de aire que tengo cuando aumenta la velocidad. Llegar tan a fondo, sumado a las arcadas y mis gemidos hacen que vibraciones se formen en mi garganta, sumándole mayor placer a él. Su cabeza se inclina hacia atrás, el abdomen se le contrae y las venas de su pelvis son cada vez más notorias. Está por acabar y lo sé. Saca su miembro y vuelve a masturbarse solo. Saco la lengua lista para recibirlo, justo como le gusta.

―Eso...― Siento como el liquido cae sobre lengua. Sonrío satisfecha por la manera en la que acaba. ― Que trola de mierda.

Sus pulmones dejan salir un suspiro de alivio mientras se desplaza un poco mas abajo y quedando ahora sobre mi pelvis. Se inclina hacia mí para pasar su pulgar por debajo de mis ojos, limpiando cualquier rastro de rímel y luego me besa vorazmente. Tiro de su pelo y ejerzo una leve presión sobre su cabeza para que comience a bajar porque yo también quiero recibir de su atención. Besa, chupa y lame toda la piel que se encuentra a medida que baja. Un camino de besos y saliva por mi pecho y abdomen. Desabrocho mi corpiño y lo tiro al suelo y me indica que eleve las caderas para poder deshacerse de la tanga. Flexiona mis piernas y las abre un poco. Ahora es cuando comienza mi tortura porque no se debe haber olvidado que estamos acá por haberle puesto los ojos en blanco varias veces, sabiendo que odia esa acción. Besa mi monte de venus, el interior de mis muslos. Muerde en cada oportunidad que tiene y hundo la cabeza en la almohada cuando siento su aliento caliente chocar en mi intimidad. Vuelvo mis ojos a él cuando no lo siento moverse.

Reemplazable - Nico OtamendiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora