★彡[ʏᴏᴜ ʙᴇʟᴏɴɢ ᴛᴏ ᴍᴇ]彡★ [ᴛʀ x ᴏᴄ]

༒ III ༒

El tiempo pasó rápidamente en el hospital, sin ningun paciente de código rojo.

Supongo que el gatito pintado boca abajo sirvió de algo, mientras algún idiota no abriera la boca, todo estará bien.

Me moví por los pasillos, dándole un sorbo a mi café. Doblando la esquina me tope con una enfermera, esta parecía algo agitada.

— ¡Doctora Ryuka! Al fin la encuentro... –Hablo de forma entrecortada, posaba su manos sobre sus rodillas y respiraba agitadamente.

— ¿Sucede algo, Hanako-san? ¿Cual es la causa de su agitación? –Con preocupación, me acerco a ella y coloque mi mano sobre su hombro.

Ella dio una última exhalación y se enderezó, viéndome a los ojos emocionada, cosa que me confundió— ¡El paciente de la habitación 1805 a despertado!

Un escalofrío recorrió mi cuerpo, sintiendo como mi temperatura corporal bajaba gradualmente.

¿Como? ¿Como un paciente que llevaba 11 años en coma despertaba de la nada?

Rápidamente me moví, mis pasos se acelerar hasta que me encontraba corriendo por el pasillo del hospital. Ni siquiera use el ascensor, subí rápidamente por las escaleras.

Al llegar a la habitación 1805, quede un momento reflexionado y tomando aire.

Con cuidado, abrí la puerta.

Él estaba ahí, viendo la ventana, pero al escuchar el ruido que hice, volteo su rostro.

El joven rubio con un tatuaje de dragón en la cabeza me sonrió suavemente, se notaba cansado.

— Usted debe ser mi doctora –Hablo, su voz se escuchaba ronca y rasposa, supongo que por el tiempo que no estuvo hablando— Es un gusto conocerla...

— Ryuka, Sakamaki Ryuka –Hable algo pasmada, aún admirando su rostro. Mi mente se movió en círculos, buscando el motivo de su despertar.

Él me sonrió, bajando su cabeza y dejando que su larga melena rubia cubriera levemente su rostro, haciendo una reverencia— Es un gusto conocerla, Sakamaki-sama.

Rápidamente me acerque a él, impidiendo que su reverencia no fuera concluída— No hay necesidad de ello.

Él se levantó con pesadez y se enderezó, recostando su espalda contra el espaldar de la camilla.

— ¿Como te sientes? –Me acerque a él, tratando de no hacer movimientos bruscos. Mi hablar era despacio, queriendo examinar su audición.