❈|Prólogo|❈

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Samael está en el balcón más alto de la Corte de Cielo, cubriéndose la boca con su mano mientras lágrimas de dolor y angustia caen por sus mejillas rojas. A su lado, Dios observaba como lloraba, y con cuidado pasó su largo brazo por los hombros del joven, uniéndose en un abrazo en un intento de consolarlo.

- Tranquilo hijo mío... no tienes porque llorar... -Consolaba Dios con voz suave, acariciando el rubio cabello de su estrella- Tranquilo, mi niño. Si lloras así, solo me pondrías triste a mí.

El arcángel levantó la vista y conectó sus ojos azules con los de su Padre. La mirada de Samael había perdido el brillo que la caracterizaba, reemplazándolo con miseria y sufrimiento. A Dios se le hizo un nudo en el pecho al ver así a su hijo, pero no tenia otra opción.

Tenia que continuar lo que había empezado.

- Por favor Papá... no hagas esto -Rogó con la voz quebrada- No... no puedes hacerme esto... mis hermanos n-

- Tengo que hacerlo -Cortó Dios, toda emoción desapareciendo de su voz- Ellos rompieron mis reglas y te pusieron en peligro. No hay perdón para tales faltas en mis dominios -Declaró de forma fría.

- ¡Pero Padre, no puedes hacer esto!¡Son mis hermanos... son tus hijos! -Gritó, mas lagrimas cayendo por sus mejillas- ¿Que clase de padre amoroso le hace esto a sus propios hijos?¡Por favor perdónalos, ellos no hicieron nada malo!¡Fui yo quien le d- 

- ¡Suficiente! -Gritó el creador, asustando  a su hijo y haciéndolo retroceder- Tus acciones no son mejores que las de ellos, pero nada de esto pasaría si tus hermanos hubiesen cumplido con mis mandatos. Como han fallado, no me queda mas que otra que castigarlos.

Se separó de su hijo y camino hasta estar frente al balcón.

- Además, mejor ellos que tu -Susurró para si mismo, aunque no se dio cuenta de que el arcángel lo había oído. 

Dios miro al frente y aplaudió. Frente a el, las tribunas vacías se llenaron con ángeles de mayor rango en el Cielo, desde ancianos hasta serafines. Todos estaban confundidos de por que habían sido convocados a la corte, hasta que la voz de Dios hizo que miraran arriba con reverencia y miedo.

- Hijos del Cielo. Los he reunido hoy para informarles que el mal a ingresado en nuestro maravilloso paraíso -Habló Dios a todos los presentes.

Quienes al oír esto, exclamaron asustados y confundidos. Empezaron a hablar todos a la vez, haciendo preguntas y pidiendo respuestas y guía, preguntándose que hacer y que pasaría si el mal llegase a poner un pie en el Cielo. Dios levantó las manos en un gesto tranquilizador.

- No tienen porque temer, mis queridas creaciones. Yo mismo estaré aquí para proteger a cada nacido del Cielo y ganador que llegue a nuestras puertas de las garras del mal. Nadie en todo el Cielo volverá a temer mientras yo este aquí para protegerlos -Les aseguró con una sonrisa.

Al oír sus palabras, todos los ángeles menores se tranquilizaron, y el aura de miedo pronto se desvaneció en una de seguridad y gratitud. Dios asintió satisfecho ante esto, pero su sonrisa se borró y su aura cálida se enfrió de repente.

- Pero no es solo por eso que los he reunido en la Corte, mis creaciones -Apretó el puño y frunció el ceño con furia- ¡También los traje aquí, para que presencien el castigo de los culpables que le permitieron al mal resurgir! -Chasqueo los dedos.

Unos portales dorados se abrieron, dejando caer a seis figuras encadenadas y ensangrentadas al suelo de mármol. Todos los presentes gritaron de la impresión ante lo que veían, ya que no imaginaban que ellos hubieran sido los culpables de tal atrocidad.

¿Y quien puede culparlos? Jamás en su sano juicio habrían pensado que los arcángeles, los mas cercanos a Dios y protectores del Cielo, cometieran un crimen de esa magnitud. 

Nadie pensó en que los hijos pudieran hacerle tal cosa al Padre que les dio vida y un propósito de existencia.

- Estas seis criaturas que prometieron ser sus guardianes, han permitido el ingreso del mal  tanto al Cielo como a la Tierra -Dijo Dios, mirando a los culpables con rechazo- Es por eso que se han ganado el castigo mas alto en esta corte ¡No solo serán expulsados del Cielo, sino que  yo los destierro... al Infierno!. 

Todos gritaron asustados ante esas palabras, tapando sus bocas y cerrando los ojos ante solo oír el nombre de aquel abismo. Pero Samael solo abrió los ojos y grito, oponiéndose de inmediato. Voló para quedarse frente a su Padre y junto sus manos en oración.

- ¡Padre, por favor reconsidere su juicio!¡Es demasiado alto, por amor a todo lo bueno! -Rogaba sin importar como todos los presente lo miraban con reproche por dudar del juicio de Dios- ¡Le pido que los deje en la Tierra, los convierta en humanos o incluso yo mismo tomare el castigo de todos ellos!¡Pero por favor no envié a mis hermanos allí abajo!.

 Dios solo sonrió comprensivo y acaricio su mejilla con cariño, volviendo a secar las lagrimas que caían por el rostro de Samael.

- No te preocupes por ellos, mi estrellita -Le dio una sonrisa picara- Además, puedo hacerte nuevos hermanos.

- ¿Que...?¡Pero yo no- 

Volvió a ser interrumpido por un chasquido de Dios, quien se teletransportó abajo en la tribuna. Samael se giró para verlo, pero su cara empalideció al ver como su Padre poseía una espada en manos y caminaba confiado hacia el mayor de sus hermanos, quien estaba arrodillado en el piso indefenso y aceptando su destino.

- No... Padre no... no te lo permitiré... - Susurró Samael, intentando volar hacia ellos, pero quedo congelado en su lugar levitando en el aire. Intentó salir del hechizo que lo retenía, pero sin éxito. Lo único que pudo hacer fue observar el espectáculo frente a el sin hacer nada para pararlo.

Observó como Jofiel y Ariel se abrazaban entre ellos y se susurraban palabras bonitas en un intento de consolar al otro.

Observó como Uriel se abrazaba a si mismo con sus alas quebradas, mirando a lo lejos a sus dos hermanos trillizos en soledad y dolor, y rogando piedad.

Observó a Rafael, quien tenia sus ojos muertos y no decía nada, quieto como una estatua, mirando una pluma manchada de sangre frente a el.

Observó a Gabriel, quien parecía en medio de un ataque de pánico silencioso, llorando y diciendo palabras sin sonido, aunque pudo leer una sola palabra de sus labios, "Impuro".

Observó como Michael poseía un rostro solemne y estaba arrodillado en el suelo, tratando de no temblar al ver como su propia espada estaba en manos de su Padre, quien los miraba a los seis con una sonrisita divertida, pero con ojos indiferentes.

- Ahora ¿Quien será el primero, mis niños?.

Samael cerró los ojos apenas empezó el primer grito, deseando con todas sus fuerzas que esto no sea mas que una pesadilla, y al despertar en la mañana, que todo sea igual que antes.

Pero lo que esta estrellita no sabe, es que los sueños no se vuelven realidad. 

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Hola estrellitas!¿Que cuentan de nuevo?.

Yo les traigo una nueva historia, que podría ser considerada tal vez un spin-off, un what if o un au ¿qué opinan ustedes?.

Las actuaciones de esta historia serán los viernes, estén atentos si quieren leer más.

¡No se olviden comentar!¡Como les dije en otras ocasiones, son todas sus palabras las que me motivan a seguir escribiendo!.

Disfruten, que viene una tormenta.

Con amor, Aceburn815.

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⏰ Última actualización: Jul 20 ⏰

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