Aiden, Daniel e Ian habían trabajado incansablemente para restaurar la paz y el equilibrio en la universidad. Los estudiantes caminaban por los pasillos con sonrisas, y las tensiones que antes los dividían se habían disipado.
Era como si una brisa fresca y purificadora hubiera barrido todas las malas vibraciones, dejando en el aire solo serenidad y armonía.
El campus era como un jardín floreciente después de una tormenta, cada flor un símbolo de la esperanza renacida. Las risas resonaban como el canto de los pájaros al amanecer, llenando el aire con una melodía de alegría y renovación.
Aiden, aunque satisfecho con el equilibrio logrado, no podía ignorar el caos que persistía fuera de los muros de la universidad.
A pesar de la paz en la universidad, la ciudad seguía sumida en el caos. El gobierno, en su esfuerzo por mantener el control, reprimía a sus ciudadanos con mano de hierro. Las calles eran campos de batalla donde el miedo y la desesperación se enfrentaban a la esperanza y la resistencia. Soldados patrullaban las avenidas, listos para sofocar cualquier signo de disidencia con brutalidad.
-No podemos quedarnos de brazos cruzados mientras la ciudad arde en caos -dijo Aiden, su voz llena de preocupación.
La ciudad era un océano tempestuoso, cada ola de represión una bofetada de desesperación para sus habitantes. Los gritos de protesta eran ahogados por el rugido de la autoridad, y el miedo se arrastraba como una sombra oscura, nublando cada rincón.
Aiden sentía una profunda preocupación por lo que la Orden del Crepúsculo estaba haciendo. A pesar de sus esfuerzos por enfrentarlos, sabía que su poder no era suficiente para contrarrestar el mal que se estaba extendiendo.
-La oscuridad sigue creciendo. No podemos detenerla solos -dijo Aiden, su voz cargada de angustia.
Daniel e Ian, siempre a su lado, compartían su preocupación. Sabían que la batalla contra la Orden del Crepúsculo requeriría más que su fuerza y determinación; necesitaban un poder superior, una intervención divina.
En el reino celestial, Gabriel sentía cada latido de dolor de su hijo. Su corazón estaba desgarrado por el sufrimiento de Aiden, y este dolor era tan profundo que ni siquiera el amor de Luzbel podía disiparlo.
-Aiden... mi hijo... -murmuraba Gabriel, sus ojos llenos de lágrimas.
El dolor de Gabriel era como una tormenta de hielo que se desataba en su alma, cada ráfaga un corte profundo que lo dejaba helado. Era una prisión de hielo que congelaba su corazón, haciendo que cada latido fuera un recordatorio del sufrimiento de su hijo.
Gabriel sabía que tenía que actuar, que el amor y la preocupación que sentía por su hijo no podían ser ignorados. Recordó el poder que había obtenido durante su tiempo en el abismo, un poder oscuro y temido: el poder del hielo. Aunque nunca le había gustado usarlo debido a su procedencia, sabía que ahora era necesario.
-Debo ayudar a Aiden, sin importar el costo -decidió Gabriel, su voz firme.
El poder del hielo era como una espada de cristal, hermosa pero mortal, capaz de cortar a través de cualquier obstáculo con su frío implacable. Era un poder que traía consigo una sensación de soledad y desesperación, pero también una fuerza indomable.
Gabriel, sin solicitar el permiso del Consejo Celestial de los Serafines, decidió descender a la tierra. Sabía que su acto sería visto como una rebelión, pero no podía permitir que su hijo sufriera más.
-Luzbel, cuida de nuestro hogar. Debo ir a ayudar a Aiden -dijo Gabriel, mirando a su amado con ojos llenos de determinación y dolor.
Luzbel, aunque preocupado, asintió, sabiendo que no podía detener a Gabriel.
-Ve, Gabriel. Nuestro hijo te necesita -dijo Luzbel, su voz un susurro de apoyo.
Gabriel se lanzó desde los cielos, su figura luminosa cortando a través de las nubes como un rayo de esperanza. A medida que descendía, invocó el poder del hielo, sintiendo cómo el frío se extendía por su cuerpo, endureciendo su determinación.
-Llegaré a ti, Aiden. No estás solo -pensó Gabriel, su voz un eco en la vastedad del cielo.
Gabriel aterrizó en la tierra, su presencia irradiando una fuerza fría y poderosa. Sabía que la batalla que se avecinaba sería dura, pero estaba listo para enfrentar cualquier desafío por el bien de su hijo.
Aiden, sintiendo una nueva energía en el aire, miró hacia el cielo, sabiendo que su padre estaba cerca. Las lágrimas en sus ojos eran un reflejo del alivio y la esperanza que sentía.
- Papá, al fin llegaste...te necesito tanto...Gabriel....
El equilibrio del universo está en peligro, y Aiden, renacido como el Fénix Oscuro, se dispone a enfrentar cualquier desafío con una determinación renovada.
Con el apoyo de Daniel, Ian, y el amor incondicional de sus padres, la batalla por la luz y la sombra promete ser más feroz y decisiva que nunca. La lucha continúa, y solo el tiempo revelará el destino de todos.
ESTÁS LEYENDO
Las Alas Del Crepúsculo (Libro IV)
FantasíaSAGA ARCÁNGEL (TOMO IV) En un reino donde la luz y las sombras se entrelazan en perfecta armonía, nace Aiden, el hijo de Gabriel y Luzbel. Heredero de la esencia de ambos padres, Aiden posee un poder único, capaz de equilibrar la luz pura de su padr...