Cap. 2 - Una nueva oportunidad

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   Me enamoré desde el primer momento que la vi. Era delicada, bellísima y siempre tenía una sonrisa para todo el mundo. El hijo del patrón se había casado e iban a vivir en la hacienda. Yo todavía no era el capataz y trabajaba de peón en lo que saliera. Me gustaban los caballos y me ocupaba de ellos.
   Con trabajo y dedicación me gané el puesto de capataz y después de morir el patrón, comencé a tener una relación más fuerte con el nuevo patrón de la hacienda, su hijo Don Alonso Rivas. Aunque no éramos de la misma edad, pues me llevaba 10 años; siempre me trató de tú a tú y nunca me hizo sentirme inferior.
   Luego llegó Acacia, una niña que era la princesa de la casa a la que todos querían y cuidaban.
   Era una familia muy bonita y muy unida.
   Yo veía a Cristina lejos, inalcanzable... habían pasado los años pero seguía amándola en silencio.
   Y todo cambió, un día todo cambió...
   El patrón había salido a caballo a realizar unos trámites. No quiso ir acompañado y para acortar camino fue por un desfiladero. Nunca supimos que pasó realmente. Lo trajeron a la casa ya moribundo, no pudo hacerse nada.
   Siento remordimientos de ese momento porque fue la primera vez que la abracé. Ella estaba destrozada por el dolor y se aferró a mí durante largo rato. Acacia lloraba abrazada a su padre y yo intentaba consolarlas.
   Después del funeral, vinieron a vivir a la hacienda los padres de Cristina para no dejarla sola. Estuvieron a punto de convencerla para venderlo todo e irse, pero la niña no quería dejar a sus caballos, sus amigos, su casa.
   Cristina nunca tuvo nociones de cómo llevar una hacienda y estaba perdida. Yo no quería que se fuera, sólo de pensar en perderla me desesperaba.
   Comencé a guiarla en el manejo de las tareas y al fin decidió luchar por seguir y levantar la hacienda.
   En un año desaparecieron las deudas y tuvimos ingresos nuevos. Empezamos a trabajar con distintas empresas de la comarca siendo sus proveedores y comenzó a ir todo mejor.
   Cada vez me dejaba acercarme más, lo hacíamos todo juntos, yo la acompañaba a reuniones, firmas de contratos, eventos. Acacia también estaba feliz.
   Una noche en la que Cristina comenzó a darme las gracias por haber estado siempre ahí para ayudarla, ya no pude callar más y le dije que la amaba, que siempre la amé. Ella me miró sorprendida y confusa.

   - Esteban, hace apenas un año que falleció Alonso... No te quiero negar que yo también siento algo muy fuerte por tí, pero está mi hija Acacia que no lo entendería...
  
La acerqué hacía mí, ella no me rechazó, al contrario, nos miramos y acabamos besándonos apasionadamente. No éramos conscientes de que Acacia había entrado a la habitación.
   La niña gritaba, Cristina intentaba calmarla y yo tuve que irme... Acacia, esa niña tan buena y linda me miraba con ojos de odio, nunca olvidaré ese momento...
  


  

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