«El amor no conoce de leyes ni de tradiciones. Es una fuerza salvaje y libre que florece en los lugares más inesperados y desafía todas las convenciones». Elara
En aquellos tiempos, cuando yo todavía era un jovenzuelo como vosotros, un hombre podía tomar hasta cuatro esposas. Era una tradición tan antigua como las montañas que rodean esta ciudad, nuestra querida Aethel. Nos decían los ancianos que esa tradición aseguraba la prosperidad de la familia y la continuidad del linaje. Tras el cambio que conseguimos instaurar Elara, Lyra y yo, no he visto que la prosperidad y continuidad de los linajes se haya visto afectada, aunque sí que veo personas más felices.
Tuve suerte, soy hijo único de un comerciante de especias y una tejedora de alfombras, por lo que acabé viajando mucho y aprendiendo de diferentes culturas la forma en que tenían de organizarse. Sí, en Aethel, como hombre podías casarte con cuatro mujeres, pero en otros lugares era la mujer la que podía tener varios maridos, por ejemplo. Pero estos temas no me quitaron nunca el sueño, he de reconocer que, a mí no me dejaban dormir las melodías de las flautas extranjeras, los aromas de las especias que mi padre encontraba y traía de lugares remotos y las palabras, sobre todo, las palabras.
Desde que tengo recuerdos, en casa y en los viajes era quien se encargaba de cocinar con la vigilancia atenta de mi padre y Kura, su otra esposa. Él solo tomó dos esposas y pretendía que yo siguiera su camino, tanto por el número de esposas como por seguir con su profesión. No sé si podría estar orgulloso de mí, visto ahora el camino que he recorrido, pero me gusta pensar que sí.
Mi padre era uno de esos hombres prácticos y de pocas palabras, incluso muchas veces se permitía solo señalar las órdenes con el dedo índice regordete. ¡Así! Ya de adolescente no perdía la oportunidad de señalar mujeres, «esa para una buena descendencia», «aquella te amenizará los cuentos nocturnos»..., luego me recordaba que un hombre sin esposas era como dejar a un barco sin timón. Mi madre, Lara, siempre me revolvía el pelo cuando mi padre trataba de llevarme por el buen camino y luego me preguntaba por las recetas que Kura me había enseñado ese día. ¿Os había dicho que Kura era una gran cocinera?
Tanto Kura como Lara tenían prohibido hablarse entre ellas, tal era la tradición entre las esposas de Aethel, pero siempre supe que se guardaban respeto por las sonrisas que se dedicaban. Estoy seguro de que hablaban cuando nadie podía escucharlas ni reprenderlas por aquella actitud tan impropia de las esposas. Lara tejía mientras Kura y yo cocinaba, nunca tuve hermanos porque Kura no lo deseaba y mi madre nunca pudo encintarse después de mi nacimiento. Crecí en un hogar lleno de tradición y amor, dividido entre el deber de mi padre y los deseos y libertades a los que me animaban ellas.
Pasó la adolescencia y mis amigos comenzaron a fructificar los cortejos en suculentas bodas con las ya mujeres que llevaban años persiguiendo y cortejando. Ellos comenzaban a forjar familias mientras yo me entretenía y me mantenía enamorado de las fantasías que surgían de la flauta, del fogón y de los libros. Contravine a mi padre cuando conseguí, gracias a pasar demasiado tiempo en la biblioteca, ser el ayudante del bibliotecario. Fue realmente mi primer trabajo.
Aún recuerdo los improperios de mi padre al descubrirlo. «Te hacía cocinero, te hacía tejedor o comerciante, pero nunca esperé tal traición a los oficios de este hogar», me gritó cuando le comuniqué mi intención. No tardó mucho en recordarme que ya era hombre no solo para adquirir un oficio que definiría mi vida, sino también para tomar al menos una esposa; pero mi interés en tales menesteres era inexistente.
Y pasaron unos cuantos años en los que seguí escuchando a mi padre refunfuñar al traer sueldo, pero no esposa antes de que el destino astuto cambiase mis planes de pasar la juventud embriagado por las aventuras escritas en palabras.
![](https://img.wattpad.com/cover/372631827-288-k430145.jpg)
ESTÁS LEYENDO
El camino de las runas
FantasyKael, un amante de la música y los libros, nunca imaginó que se casaría, y mucho menos con dos mujeres. Cuando Elara, una valiente guerrera, y Lyra, una sabia hechicera, entran en su vida, su mundo cambia para siempre. La vida de Kael con ellas camb...