Capítulo 22: Acuerdo Mutuo.

109 3 0
                                    

{Narras Tu}.

23 años

Los calcetines de Harry eran un desastre, por más que le dijera que lavara él mismo su ropa, la dejaba desparramada en cualquier lugar de la casa y esta mañana había encontrado un par de sus calcetines dentro de la alacena.
—¡Harry, llegarás tarde! —le grité. Era su primer día de trabajo y ya iba tarde. Le había contagiado el germen de la impuntualidad y eso no era bueno, porque Harry era muy estricto consigo mismo cuando las cosas le salían mal.
—¡Harry, despierta ahora o te llevaré a Nana! —en menos de un minuto se encontraba de camino a la cocina, aún medio dormido, en bóxer negros y descalzó. Ya no quedaba rastro del Harry delgado de hace unos años, en cuanto entró a la Universidad se había obsesionado con el ejercicio, y a pesar de que lo dejó al mes, ahora comía saludablemente y salía a trotar todas las mañanas.
Muchas veces me había invitado, pero no pudo convencerme de abandonar la comodidad de las sábanas hasta que un día mencionó a una tal "Melanie", una chica de 19 años que corría junto a él por las mañanas y que estudiaba en la misma Universidad. Eso fue más que suficiente para que comprara un equipo deportivo y a las 6 de la mañana estuviera despierta y preparada para correr kilómetros con tal de alejar a esa arpía. [bien hecho Rayita!! Ok no XD]
Sin embargo, mi plan no había funcionado muy bien. A los cinco minutos estaba exhausta y me faltaba el aire, Harry cargó conmigo hasta la casa –sólo habíamos corrido tres cuadras- y me dijo que si no quería, no corriera.
Supuse que después se dio cuenta del por qué lo había hecho y dejó de correr en las mañanas, para hacerlo en la tarde. A veces lo acompañaba, aunque yo iba e bicicleta a su lado.
Sabía que Harry necesitaba levantarse temprano todas las mañanas porque al final nunca había aprendido a conducir bien un auto, el primer año de casados chocó dos autos y mi padre se aburrió de comprar un auto tras otro. Así que le ofreció una moto y con eso Harry estuvo muy bien. Hasta que les dijo que estaba estudiando.
A mi padre casi le dio un ataque, consideraba que Harry tenía mucho potencial y que no podía desperdiciarlo de esa manera. Él quería que Rizos se hiciera cargo del negocio de mi familia, aunque papá ya tenía a Lily que era más que suficiente para que el negocio prosperara.
Mamá no se lo había tomado tan mal, aunque podía notar que al igual que el resto, esperaba mucho más de Harry. Anne, su madre, estaba feliz, si su hijo cumplía sus metas, eso era más que suficiente. Y yo, no podía estar más orgullosa de él, sabía que sería un excelente profesor.
Entró a la cocina y besó mi mejilla, me abrazó por la espalda y pegó su cuerpo al mío. Besó mi cuello como todas las mañanas y escondió su rostro en mi cabello, que ya lo tenía tan largo que me llegaba hasta la cintura.
—No me convencerás con eso, debes aprender a guardar tu ropa en un lugar decente —le regañé.
—Nadie los verá, además, yo no los dejé allí, fuiste tú.
—¿Cómo que fui yo...? —pero dejé la pregunta en el aire al recordarlo. La noche anterior habíamos tenido un arrebato y terminamos en el sofá, medio desnudos, y desde allí recorrí toda la casa en brazos de Harry hasta llegar a nuestro cuarto.
Enrojecí como siempre, los años no compensaban lo abrumador que era el pensamiento de saber que me había acostado con Harry, no importaba cuántas veces lo hubiéramos hecho o cuánta confianza tuviéramos, seguía siendo vergonzoso que lo dijera de esa manera tan natural.
—De acuerdo, esta vez lo dejaré pasar —dije finalmente. Él rio contra mi oído y mis rodillas temblaron. Era extraño, pero sentía que en vez de desencantarme con los años y el matrimonio, me enamoraba cada vez más de Harry. Como el proceso inverso que sufrían las parejas. Y eso que llevábamos seis años juntos como esposos.
—¿Qué me harás de desayuno, amada mía, sol de mis días, sonrisas de...
—Jugo de naranja con tostadas —le interrumpí. Quedó en neutro, su rostro no tenía expresión. Sabía que esperaba algo más, pero él se había acabado todo el día anterior y sólo había dejado eso, y era muy temprano para ir de compras—. Tómalo o déjalo, esa es la cuestión.
—No me sermonees con Shakespeare —me dijo, estrechándome más contra sus brazos.
Fue a ducharse para el trabajo, aún no podía creer que Harry al fin había terminado de estudiar y que por fin podría hacer lo que quisiera.
Le preparé el pobre desayuno, no era lo más digno para un día como ese, pero no había mucho porque habíamos olvidado hacer las compras.
Harry salió y volvió a la cocina con una toalla amarrada a la cintura, con gotas de agua escurriéndola aún por el cuerpo. Lo miré de reojo, pero él se dio cuenta de todas formas, parecía haber desarrollado un súper ojo en estos años.
—Mira todo lo que quieras, ________ (tn), todo lo que quieras —no pude evitar reírme de él, el tono de voz seductor y a la vez cómico eran el detonante perfecto para creer que tendría un excelente día. Bueno, mientras estuviera con él, siempre sería excelente.
—No gracias, deja un poco para la noche o te gastarás muy fácil. [:O que atrevida Rayita]
—¿Me acabas de decir fácil? —definitivamente estaba de buen humor.
Fue a vestirse en medio de risas y reclamos falsos, sin dejar de gritar que no podía creer que su esposa le hubiera dicho "fácil". Cuando volvió, ya vestido y con el traje que había elegido para su primer día, desayunó rápido. Se notaba que estaba nervioso, aunque no quería demostrarlo.
—Listo, me voy, se hace tarde... —dijo apresurado, colocándose de pie y tomando unos cuantos libros que había ordenado la noche anterior—. _____ (tn), podrías pasarte por la escuela en la tarde, quiero mostrarte algo.
—Seguro —le contesté con una sonrisa.
Harry había conseguido trabajo en una escuela pública, no era que no tuviera más ofertas, pero él lo prefirió así debido que había odiado todos los años en mi escuela, donde sentía que no encajaba, aunque para mí había sido lo contrario, yo lo veía perfecto para ese tipo de escuela y personas.
Pero lo más tierno fue cuando le pregunté el por qué había vuelto a la escuela, después de que se marchó cuando se enfadó conmigo, y me dijo que era porque no podía tener la consciencia limpia sabiendo que no estaba a mi lado. [oww Emoticono colonthree Harry eres un tierno]
A veces Harry era muy romántico.
Y otras un completo idiota.
Aunque la mayoría de todas esas veces, después de que nos casamos y conocí su verdadero ser oculto tras rizos y más rizos, Harry era un pervertido que malinterpretaba todo. Tenía suerte de que sólo bromeaba conmigo y con los chicos, no coqueteaba con nadie más que no fuera Louis.
Me besó en los labios, deteniéndose para abrazarme por la cintura y hacerme chocar contra su pecho. Nunca me cansaría de eso.
—Que tengas buen día, Rizos —lo besé por última vez y lo dejé ir para que no llegara tarde.
Salió y a los pocos minutos escuché cómo encendía su moto. Me dispuse a ordenar la casa antes de irme a trabajar. Ordené el sofá –el cual era un desastre después de lo de anoche-, lo sacudí y lo limpié a fondo, para que nadie sospechara nada. Barrí el piso y sacudí los muebles, hice la cama y guardé los platos en la alacena. No había mucho que hacer, sólo éramos nosotros dos. Sólo se ensuciaba más cuando Louis venía a cenar con Eleonor, o cuando Abi y Liam –que habían terminado siendo novios y que ya llevaban un año juntos- nos visitaban.
Miré la hora en un reloj blanco que colgaba en la pared, sobre el televisor, y me fui a vestir.
Antes de salir de la casa, recordé sacar las llaves. Una vez se me olvidó y me quedé afuera todo el día, no pude entrar hasta que Harry llegó de la Universidad.
Bajé los escalones de la entrada, el patio seguía tal cual como el primer día en que llegamos de nuestra luna de miel, con la pequeña diferencia que ahora había un árbol en un costado y rosas en la entrada. Abrí el bajo portón y lo cerré con llave también.
Caminé unos cinco pasos y llegué al trabajo. Era camarera en la pizzería que había al lado de la casa. Al chef, Don Donatello, un hombre gordo y de bigote negro italiano, le agradaba y no había dudado en darme un empleo en cuanto le pregunté. A Harry no le gustaba mucho que trabajara como camarera, el lugar era cálido, cerca –muy cerca- de casa y Don Donatello era un jefe increíble, pero Harry me decía que el único motivo para ponerme de camarera era porque Don Donatello creía que atraería clientela. Y en parte, no estaba muy segura, parecía que tenía razón, porque mi jefe me obligaba a quitarme el anillo de casada cuando trabajara.
Por eso Harry odiaba mi trabajo.
Aunque para mí era completamente cómodo.
—¡Buenos días, ________ (tn)! —exclamó cuando entré a la pizzería—. ¿Cómo está Harry?
—Hoy es su primer día de trabajo —le dije.
—Entonces les prepararé la mejor pizza del menú para esta noche —asentí con agradecimiento, no podía rechazarla y decirle que planeaba ir a otro lugar con Harry. Además, las pizzas de Don Donatello eran las mejores que había probado en mi vida.
—Muchas gracias —pasé del mostrador y fui detrás de la cocina, donde guardaba el uniforme. En sí no era mucho, un delantal verde hasta la cintura y una blusa blanca que me hacía parecer la verdadera chef de la pizzería. Amarré mi cabello en una coleta alta y guardé una libreta y un lápiz en mi delantal, abriríamos a las ocho y sólo faltaban cinco minutos para otro día de trabajo.

(...)

—¡Iré a buscar a Harry, Don Donatello, después regresaré por la pizza! —le grité a mi jefe y no esperé una respuesta por su parte, iba atrasada por diez minutos.
Mientras conducía a la escuela, me coloqué el anillo de casada para que a Harry no le diera una rabieta, como siempre le sucedía que me veía sin el anillo.
No tardé ni 15 minutos en llegar, debían ser alrededor de las 6 de la tarde y el sol recién se ocultaba, era una agradable tarde de verano.
Vi la moto de Harry estacionada en los sitios apartados para los maestros, no aparqué muy lejos y corrí a la entrada de la escuela. Había olvidado que era una primaria.
Ya no había niños en el patio ni en el pasillo, pero se sentía que ellos iban allí todos los días. Las paredes estaban plagadas de dibujos infantiles, las ventanas de las salas de clases tenía letras de colores y un gran diario mural se encontraba en la entrada de la escuela y tenía un mensaje de buena suerte para los niños en su año escolar.
Revisé sala por sala y por la mitad del pasillo encontré a Harry sentado frente a un escritorio, ordenando unos papeles y unos libros.
—Maestro Styles, se le solicita para una cena con su esposa —le dije en tono profesional. Se volteó y sonrió al verme, me hizo una seña con la mano para que me acercara.
—_______ (tn), te quería mostrar algo —me dijo, y recordé que en la mañana me había dicho lo mismo.
Caminé y observé el salón, era amarillo y damasco, en tonos pastel y ya tenía los típicos dibujos de niños de seis años en las paredes.
Harry me agarró del brazo y me hizo chocar contra él otra vez, pero no me besó, sino que me miró con intensidad y colocó su barbilla sobre mi cabeza, son una sonrisa.
—Mira este dibujo —dijo. Me entregó una hoja de papel y en él distinguí algo de color verde y naranja. Reconocí de inmediato a Peter Pan.
—Estás influenciando a los niños, Harry —le regañé, pero se dio cuenta que sólo bromeaba.
—¿No te gustaría tener la casa llena de estos dibujos? —me preguntó, y de un momento a otro su voz había cambiado.
Iba a decirle que yo no dibujaba así, que no se burlara de mí. Pero caí en la cuenta de lo que en realidad me estaba preguntando.
—Harry... —balbuceé.
—No te digo que ahora, pero si nos proyectamos para unos años más...
—¡Por supuesto que sí! —le interrumpí. No reaccionó de inmediato, pero cuando comprendió que yo estaba de acuerdo, que sí quería y que ya me sentía preparada para tener un hijo, me abrazó efusivamente y enterró su rostro en mi cuello.
—¿En serio? —me preguntaba una y otra vez, sin creerlo, y yo le decía sin cansarme que sí y que tendría mil hijos con él.
—No puedo... en serio seremos una familia —dijo cuando se separó unos escasos centímetros de mí.
Lo besé sin darle tiempo de protestar. No me importaba limpiar las temperas y el desorden de los niños si cubrían la casa de dibujos. Estaba segura de que amaría contarles las aventuras de Peter Pan cada noche junto a Harry.

—Amo fabricar bebés —dijo Harry, estirando sus brazos y colocándolos detrás de su cabeza, sobre la almohada.
—No puedes ser tan pervertido —le dije. Harry se había tomado en serio lo de tener un hijo y desde hace dos meses se había puesto "en campaña". Aunque sólo él, a mí me arrastraba en su locura a veces, pero la mayoría del tiempo lo evadía, en serio él quería un hijo.
—¿Dime que tú no? —no le respondí, si le decía la verdad me sentiría muy avergonzada, pero si mentía, de todas formas él lo descubría.
—Iré a preparar el desayuno —le dije.
—¡No te olvides de la prueba, estoy seguro que esta vez es la vencida!
Me levanté y me dirigí al baño antes de ir a preparar el desayuno.
Sí, estábamos hace dos meses intentándolo... y en estos dos meses no había ocurrido nada.
Entré al baño con los nervios de punta, habíamos acordado que si esta vez las cosas seguían igual, iríamos al doctor para ver cuál era el problema. Y eso me tenía aterrada.
—¿Ya? —me preguntó Harry, entrando al baño también. Habían pasado 15 minutos después de hacerme el test, tiempo suficiente para ver la respuesta, pero tenía tanto miedo de que diera negativo otra vez que, sin darme cuenta, estaba contra la pared conteniendo el aliento.
Asentí y Harry se acercó al test. Lo miró y bajó la mirada, una pesadumbre cubrió su rostro. Ya me imaginaba que volvería a pasar.
Se me acercó y me besó en la frente, dándome un fuerte abrazo de su parte.
—Creo que tendrás que conseguir uno de esos horarios, tal vez lo estamos haciendo en la fecha incorrecta —le correspondí el abrazo para darle seguridad de sus palabras, porque ni yo me las creía.
Como muchas otras veces, fuimos a la cocina y preparé el desayuno. La decepción se respiraba camuflada de calma y sueño, ninguno dijo nada. Comimos en silencio y antes de darme cuenta, Harry ya se despedía para ir a la escuela.
No quise decirle nada de mis sospechas, así que me arreglé para ir al doctor por mi cuenta. Tenía hora temprano, así Harry volvía para el almuerzo y seguiría como que estuve trabajando.
Me había tomado el día libre en la pizzería, Don Donatello no había puesto objeción alguna.
Me iría en autobús por si alguna de las chismosas de la calle le decían a Harry que había tomado el auto. Pasaría más desapercibida.
Las manos me sudaban y sentía mucho frío, a pesar de que no lo hacía para nada. El miedo de las múltiples posibilidades se apoderaba de mí a medida que me acercaba al hospital.
Tuve que reunir toda mi fuerza de voluntad para mover los pies, pero al final logré entrar. Arreglé el asunto del papeleo y la cita con el Dr. Klauss.
Me llamaron en menos de diez minutos, el doctor era amigo de mi madre así que haría cualquier tipo de examen hoy para salir de dudas lo antes posible.
—¿______ (tn) Styles? —asentí cuando una enfermera me llamó en medio del pasillo. Algunas personas se me quedaron mirando con las risas reprimidas, seguramente el apellido Styles les hacía alguna gracia, aunque para mí era perfecto porque le pertenecía a Harry.
—¡_______ (tn), mira cómo has crecido! —exclamó el Dr. Klauss en cuanto me vio. Lo recordaba en fragmentos, no lo veía desde los 14 años cuando a mamá le dio con llevarme por mis "problemas de desarrollo" —. ¿Qué te trae por aquí? ¿Sigues teniendo problemas con...?
—No, nada de eso. Pero el problema es similar, verá... —entramos a su consulta y nos sentamos cada uno frente a un extremo de su escritorio. Comenzó a escribir de inmediato—. Lo que sucede es que, con mi esposo, hemos estado hace dos meses intentando tener un hijo, pero no sucede nada.
—¿Cuántos test te has hecho? —se apresuró a preguntarme, sin levantar la vista.
—Con el de esta mañana, unos seis o tal vez más —y ahí si que levantó la cabeza. Su mirada lo decía todo: era grave.
—De acuerdo, te mandaré a hacer unos exámenes, estarán listos en una cuantas horas, y esperemos que no sea lo que estoy pensando.
—¿Qué cosa? —le pregunté con inocencia. Me miró con culpabilidad.
—Sólo esperemos que no sea —se limitó a decir.
Me dirigió a otra habitación, tomaron pruebas de todo. Al final, estaba lo suficiente mareada por las muestras de sangre como para creer que me habían embarazado con la jeringuilla.
Luego de dos eternas horas, donde estuve con la ansiedad a flor de piel y los nervios destrozados, tanto por el resultado como por no llegar a tiempo antes que Harry, otra enfermera me volvió a llamar al despacho del Dr. Klauss.
Su rostro fue como un balde de agua fría, toda su expresión me revelaba el resultado.
Abrí la boca para decir algo, para dejar escapar las lágrimas, pero me quedé callada mientras él me decía el problema y negaba con la cabeza.
(...)
No recuerdo cómo logré regresar a casa sin llorar todo el maldito camino, pero llegué a tiempo.
Ni siquiera me molesté en cambiarme de ropa, sólo me tiré sobre el sofá y me dormí, sin llorar ni sollozar, no sentía nada más que un vacío en mi interior, en mi vientre.
Me desperté porque Harry me zarandeaba el hombro con delicadeza, seguro que lo hacia hace rato y no había logrado nada porque era muy suave el movimiento. Fue como una caricia en medio del dolor, me lancé a su cuerpo y lo abracé con fuerza, con miedo de que él dejara de existir como la posibilidad de que formáramos una familia.
—_________ (tn)... ¿Por qué estás llorando? —me preguntó asustado. Mi voz y mi alma se quebraron al mirarlo a los ojos, no podía, era demasiado para soportarlo—. _____ (tn)... ¿Qué te ocurrió?
Me besó en los labios y por fin dejé que el dolor brotara, lloré con ganas contra su hombro, ocultándome en su cuello, bajo su cabello, mientras él intentaba consolarme de algo que aún no conocía.
—_________ (tn) ... por favor... no sabes cómo sufro al verte así.
Sus palabras agotaron mis lágrimas y me hicieron caer ante la más dura y fría realidad.
—Harry... no...
—¿Cómo dices, cariño? —estuve a punto de ahogarme cuando lo oí decir "cariño". Sólo me decía así cuando estaba realmente angustiado.
No lo soporté más, tenía que decírselo de una vez para que no se hiciera más ilusiones, para que no soñara más con un felices por siempre.
—Harry... yo no... yo no puedo tener hijos —no pareció asimilarlo en seguida, sino que siguió susurrando que le contara lo que me ocurría.
—Ya, sabes que puedes confiar en mí, ¿no?
—Harry, no puedo tener hijos.
—No te preocupes, lo que te esté haciendo daño, ya pasará.
—¡No puedo tener hijos, jamás seremos padres, ¿acaso no lo entiendes?!
Guardó silencio. Sí, ya lo había entendido y deseé que jamás lo hubiera hecho.


u.u por que la vida es tan injusta con Rayita?? porque??

Casate ConmigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora