Extra

208 35 6
                                    

Los besos subieron de intensidad, el omega estaba tan mareado por todo lo que estaba sintiendo, Manuel se dejo ser, ya no había vuelta atrás, y Gavi estaba encantado con eso.

Ya no estaban en los vestuarios, Manuel no soportaba la idea de que algún Alfa pudiera si quisiera sentir el aroma de su omega, se las arreglo para salir del estadio, ahora se encontraban en el departamento del Alfa.

Alfa...

—Dime, hermoso.

—Por favor... Por favor.

—¿Qué quiere mi hermoso omega?—A este punto pareciera que el que esta en celo es Pablo y no él.

Gavi estaba tan sonrojado, el cabello apuntando para todas partes, sus labios rojos e hinchados, tan apetecibles. Los temblores invadían su cuerpo... Manuel no sabe como es que aún no haya hecho un desastre con ese hermoso cuerpo.

Cintura pequeña, sus manos encajaban tan bien ahí, sus muslos, Dios, su muslos tan suaves y rellenitos, y sus ojos tan hermosos, tan brillantes, Gavi era la perfección, y él estaba listo para corromperlo.

—Quiero... Alfa yo quiero tenerte aquí.—Dijo el omega perdido en el calor, tomó la mano de Neuer y la poso en su bajo vientre.

Manuel gruño perdiendo el poco control que tenía, lo volví a besar con fuerza, alzó al omega de los muslos y empezó a caminar hasta la primera habitación con una cama.

—¡Ahgh!—Gavi se sobresaltó por ese toque, hace mucho que no tenía nada más que su camiseta, Manuel se había encargado de despojarlo de la cintura para abajo, así que cuando sintió la caliente mano del Alfa buscando algo, se sintió desfallecer.

Manuel colocó a Gavi con cuidado sobre la cama, pero sus manos eran todo menos gentiles. El alfa lo miró como si fuera un tesoro que estaba a punto de reclamar. El omega jadeaba, sus ojos brillaban con anticipación y deseo, su cuerpo temblando bajo la intensidad de las emociones que lo consumían.

—Voy a hacerte mío, Gavi. Todo tú, sólo mío.

Gavi asintió, incapaz de articular una palabra coherente. Su cuerpo se arqueó instintivamente hacia el de Manuel, buscando más contacto, más calor, más de ese toque que lo estaba volviendo loco.

El alfa se inclinó, rozando su nariz contra el cuello del omega, inhalando profundamente su aroma dulce y embriagador. Su lengua dejó un rastro caliente por la piel de Gavi, marcando el camino que sus labios y dientes seguirían pronto. Gavi sollozó de placer, sus manos desesperadas agarrando la camiseta de Manuel, intentando atraerlo más cerca.

—Manuel... por favor... no puedo más.—Murmuró Gavi entre gemidos, su voz rota por el deseo.

—Lo sé, pequeño, lo sé.—Susurró Manuel con voz ronca, mientras sus dedos se deslizaban entre las piernas de Gavi, encontrando su objetivo con una precisión que solo un alfa experimentado podía tener.

El omega se tensó bajo él, su cuerpo casi sacudido por la intensidad del contacto. No podía pensar, no podía hablar, todo lo que podía hacer era sentir, y lo que sentía era puro fuego.

Manuel sonrió contra la piel de Gavi, sabiendo que el omega estaba completamente a su merced. Y con una mezcla de posesividad y adoración, decidió finalmente reclamar lo que siempre había sido suyo.

—Te tengo, mi omega. Y no te dejaré ir jamás.

Manuel dejó que sus dedos exploraran más a fondo, su toque firme pero a la vez considerado, buscando todos los lugares que sabía harían a Gavi perder la cabeza. El omega arqueaba la espalda y gemía, su cuerpo respondiendo al alfa con una urgencia desesperada. Cada caricia era un recordatorio de la conexión profunda que compartían, un vínculo que iba más allá del mero deseo físico.

—Manuel... no puedo... no puedo aguantar más.—Gavi jadeó, su voz temblorosa, casi rota por la intensidad de lo que estaba sintiendo.

El alfa levantó la cabeza, sus ojos oscuros y llenos de lujuria se encontraron con los de Gavi. Había una promesa en esa mirada, una promesa de placer y devoción, una promesa de que lo que estaban a punto de compartir sería más que un simple acto físico. Sería la consumación de algo que ambos habían anhelado durante mucho tiempo.

—No tienes que aguantar, Gavi. Déjate llevar... déjame hacerte mío completamente —Susurró Manuel, su voz baja y cargada de deseo.

Con un movimiento rápido, Manuel deshizo lo poco que quedaba de la ropa de Gavi, dejando al omega completamente expuesto bajo su mirada hambrienta. El alfa se desnudó con la misma rapidez, su cuerpo fuerte y musculoso quedando al descubierto. Gavi lo miró con los ojos llenos de admiración y deseo, su pecho subiendo y bajando con cada respiración pesada.

Manuel se posicionó entre las piernas de Gavi, su mano acariciando con ternura la suave piel de su muslo antes de colocarla en el bajo vientre del omega, justo donde Gavi lo había guiado antes. El alfa no podía esperar más. Inclinándose sobre el cuerpo tembloroso de Gavi, se preparó para reclamarlo completamente, sintiendo la emoción y la ansiedad mezclarse en su pecho.

—Voy a entrar en ti ahora, Gavi. Y cuando lo haga, no habrá vuelta atrás. Serás mío para siempre.

Gavi lo miró, con anhelo y amor a pesar del calor que lo consumía.

—Eso es lo que quiero, Manuel. Quiero ser tuyo, completamente.

Con esa última confirmación, Manuel empujó lentamente, su cuerpo fusionándose con el de Gavi en una unión que ambos habían deseado tanto tiempo. El omega gimió de placer, sus uñas clavándose en la espalda del alfa mientras lo sentía llenarlo completamente.

El alfa empezó a moverse, marcando un ritmo lento pero intenso, disfrutando cada segundo de su unión. Gavi, perdido en las sensaciones, lo recibió con la misma intensidad, su cuerpo moviéndose al compás del de Manuel, cada empuje llevándolo más cerca del límite.

La habitación se llenó de gemidos y susurros, mientras el alfa y el omega se entregaban el uno al otro sin reservas. Manuel estaba decidido a darle a Gavi todo el placer posible, asegurándose de que el omega sintiera todo lo que él estaba sintiendo, asegurándose de que ambos llegaran al clímax juntos, como una sola unidad.

Y cuando finalmente alcanzaron ese punto, cuando la tensión se rompió y el placer los inundó a ambos, supieron que no había marcha atrás. Gavi era de Manuel, y Manuel era de Gavi, unidos no solo por el deseo, sino por algo mucho más profundo y duradero.

Incorrectamente Correcto Donde viven las historias. Descúbrelo ahora