Electric Romance [𝓡𝓸𝓶𝓪𝓷𝓬𝓮 𝓔𝓵𝓮́𝓬𝓽𝓻𝓲𝓬𝓸]

Segundo lanzamiento: "Un favor a Park".

Arreglo su cabello rubio entre sus dedos mirándose al espejo, su madre hace unos minutos le había dicho que bajara a comer con una expresión dura, sabía de antemano que esa mirada era porque había descubierto la hoja de calificaciones del tercer semestre; ya no estaba donde la dejó. Dio una profunda inhalación y exhalación para luego bajar, viendo a su madre y hermana en el comedor, desayunando.

—Siéntate, Yoongi, necesitamos hablar— el rubio suspiro tomando su bolso negro en el sillón de la sala. Suran dejó de comer mirando expectante a su hermano mayor. ¿En qué problemas se había metido ahora?

—No hay tiempo, mamá, se me va a hacer tarde para el entrenamiento— Seulgi se levantó estrepitosamente, asustando a Suran.

—¡No te vas a ir de aquí hasta que me expliques, esto!— elevó la hoja enfrente de él. Suran agrandó sus ojos al ver las calificaciones. Yoongi suspiro cansado mirando las agujetas de sus zapatos blancos.

—Mamá, tú sabes que no me gusta mi carrera, deberías haberlo previsto a la hora de obligarme...— Seulgi se dirigió rápidamente a él, Suran temió por su hermano. Yoongi dio un paso atrás cuando su madre se acercó.

—Eres un problemático, ya no sé qué hacer contigo, mira tu cara— Yoongi volvió a suspirar mirando hacia otro lado. Ya estaba acostumbrado a que su madre le dijera que era un desperdicio de hijo— este último semestre quiero que subas tus calificaciones, tienes prohibido a ir a los entrenamientos de ese juego, eso te está desconcentrando— Yoongi negó.

—No es eso mamá, solo que...

—¿¡Entonces que es!? Dime— enfatizó. Yoongi apretó sus labios negándose a llorar enfrente de su madre.

—¡Odio esa carrera universitaria, odio esto! Desearía que papá estuviera vivo, así no estudiaría algo que no me gusta.

—¡Min Yoongi!— exabrupto Seulgi. El rubio sabía el punto débil de su madre. Gruño saliendo de su casa dando un portazo a la pobre puerta.

Todo hubiera mejorado si su padre no se hubiera ido de casa.

Yoongi dejó su bolso encima de la banca de la cancha vacía de la Universidad, la luz filtrándose en las rendijas, como ventanas pequeñas, provocaba que el espacio no esté tan oscuro por las luces apagadas. El tablero ancho que tenía luces en los números cada vez que anotaban un punto, estaba apagado.

Camino en la esquina de la cancha observando las pelotas de fútbol americano, balón pie y de baloncesto, en el interior de la gran canasta de mimbre. Tomó su balón respectivo haciéndolo rebotar entre sus palmas y el piso pintado de colores verde menta y celeste. El sonido del rebote hacía eco en el lugar poco iluminado.

El entrenador y su equipo estaban en la otra cancha al aire libre, solo utilizaban esta para eventos y partidos de fútbol o básquet. De seguro muy furioso por su ausencia en el entrenamiento.