La Voz Debajo de la Piel

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Esto sucedió hace mucho tiempo, en una época que parecía más sencilla, o al menos eso creíamos. En un pequeño y casi poco conocido pueblo a las afueras de Valle de Bravo estaba rodeado de densos bosques, y la maleza que lo rodeaba hacía que estos se vieran más oscuros de lo habitual.

Fue poco después de cumplir los doce años que conocí a Lucas. Era un niño bastante humilde que vivía felizmente con sus padres en una casa vieja de techos de lámina y paredes de tabique sin aplanar. Su madre era devotamente religiosa y creía firmemente en la protección divina, mientras que su padre era más escéptico. Pero Lucas sabía que había cosas de las que ni siquiera Dios podía protegerte.

Durante ese tiempo, Lucas comenzó a tener pesadillas y sufrir terrores nocturnos. Se despertaba gritando en medio de la noche, empapado en sudor y con la inquietante sensación de ser observado desde la oscuridad de su cuarto. Al principio, eran solo malos sueños, como los que uno suele tener debido a alguna indigestión, pero con los meses, se volvieron cada vez más vívidos y aterradores. Pronto, empezó a escuchar susurros que no podía silenciar, sin importar cuánto gritara. Las sombras parecían cobrar vida, volviéndose tan tangibles que podía sentirlas acercándose cada vez más a él.

Una tarde, mientras jugaba fútbol con sus amigos en el bosque cercano, Lucas tropezó con un agujero en el suelo y cayó de costado sobre una roca. El golpe fue lo suficientemente fuerte como para sentir un dolor punzante y agudo en el abdomen y las costillas. Al levantar su playera para revisar el daño, se quedó paralizado al ver lo que parecía la marca de una mano intentando salir a través de su estómago, una visión casi irreal.

Rápidamente cerró los ojos y sacudió la cabeza, pensando que aquello era una simple ilusión. Al abrirlos nuevamente, la espeluznante visión había desaparecido. Aunque ya se había acostumbrado a este tipo de visiones irreales debido a sus terrores nocturnos, la horrible sensación aún persistía en su estómago.

Lucas se levantó lentamente con la sensación de dolor en su abdomen. Miró a sus amigos, que seguían jugando, ajenos a su malestar. Intentó ignorar el dolor, ya sea por no verse débil ante los demás o simplemente porque pensaba que todo había sido parte de una alucinación provocada por su mente. A pesar de intentar convencerse de estos pensamientos, sabía en su interior que no era así.

Al regresar a casa, si bien el dolor había disminuido, todavía persistía. Incómodo y con un sentimiento de malestar persistente, se sentó a cenar con su familia, pero apenas pudo probar bocado. Sus padres, al notar su cambio de actitud, le preguntaron si se sentía bien, a lo que Lucas, sin querer preocuparlos, comentó con una risa forzada.

"No se preocupen, me encuentro bien. Estuvimos comiendo muchas frituras que llevó Daniel."

Su madre lo miró con preocupación. "Lucas, ¿estás seguro de que estás bien? Te ves muy pálido," dijo mientras colocaba una mano en su frente para sentir su temperatura.

"Sí, mamá, solo estoy cansado. No es nada, de verdad," insistió Lucas, tratando de sonar convincente.

Su padre, desde el otro lado de la mesa, lo observaba atentamente. "Hijo, si hay algo que te molesta, puedes decírnoslo. No queremos que te guardes nada," dijo con voz firme pero comprensiva.

Lucas sintió una punzada de culpa por ocultarles la verdad, pero no quería preocuparlos más de lo necesario. "Lo sé, papá. Estoy bien, de verdad," respondió, bajando la mirada hacia su plato.

Aquella noche, las pesadillas y los terrores nocturnos alcanzaron su punto máximo. Lucas despertó abruptamente en medio de la noche, empapado de sudor. En su sueño, vio claramente cómo una figura humanoide intentaba emerger a través de su abdomen. Primero experimentó un dolor exactamente igual al que había sentido en el bosque, pero pronto se intensificó. Mientras se quitaba la camiseta, vio con horror que no era una sino dos manos las que comenzaban a hacer surcos en su piel, como si estuvieran excavando desde el interior. La sensación de malestar se transformó en un dolor punzante mientras aquellas manos desgarraban lentamente el tejido de su vientre. La piel se estiraba cada vez más, rompiéndose y dejando al descubierto carne viva y sangrante. Lucas podía sentir cada rasguño, cada desgarro y cada corte, como si su abdomen estuviera siendo diseccionado de la manera más torpe posible desde adentro.

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⏰ Última actualización: Jul 10 ⏰

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