Tejido de Ambición

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Hace tiempo conocí a un profesor llamado Joaquín. Era de esos profesores jóvenes, tendría unos 30 años cuando mucho, y siempre destacaba entre los demás. Era bastante alto y sumamente delgado, y a pesar de tener una presencia bastante imponente, no era intimidante. Sus ojos de un azul profundo reflejaban una intensidad casi indescriptible, acompañada de una sonrisa amigable. Solía llevar el cabello oscuro, un poco desordenado, y siempre vestía con elegancia, como si cada detalle de su apariencia estuviera perfectamente calculado.

Por lo poco que pudo conocer del profesor Joaquín es que era una persona amable y comprensiva con sus estudiantes, siempre estaba dispuesto a escuchar y dar buenos consejos. Y era bastante accesible sobre todo con los estudiantes a los que consideraba modelo como lo era yo. Sin embargo, cada vez que caminaba por los pasillos, irradiaba un aura oscura, como si escondiera su verdadera naturaleza.

Sin duda, aquel profesor era bien conocido por ser un hombre brillante y extremadamente ambicioso. Se esforzaba a diario para obtener reconocimiento o lograr algún éxito en las disciplinas que dominaba, pero todo ese esfuerzo no se traducía en el éxito que tanto deseaba. A pesar de tener un puesto dentro de la universidad y una agradable familia, siempre estaba buscando ese gran logro o aquel reconocimiento que lo destacaría entre sus colegas. Nunca parecía estar satisfecho.

Estaba seguro de que los demás profesores no solo lo admiraban por su constante dedicación a sus alumnos, sino que también se les notaba un gran recelo y envidia hacia su persona, no solo por sus conocimientos, sino porque muchos de sus estudiantes lo estimaban profundamente. A pesar de todo esto, siempre se le percibía un creciente cansancio y desesperación cuando hablaba sobre sus esfuerzos, como si el éxito que tanto anhelaba siempre se le escapara de las manos.

Cierto día, no recuerdo la fecha exacta, hubo un cambio repentino en él. Aquellos ojos que siempre parecían perdidos en el horizonte se encendieron como una llama que había estado apagada durante mucho tiempo. En un corto periodo, empezó a ganar reconocimiento, sus investigaciones comenzaron a ser publicadas en las revistas más prestigiosas y, evidentemente, el dinero empezó a fluir. Comenzó a vestir ropas caras, a usar automóviles de lujo y a hacer viajes exóticos. Lo más sorprendente era cómo parecía haber rejuvenecido, como si ese éxito le diera una vitalidad y energías renovadas. Aquella transformación tan radical me inspiró y me llenó de ambición; quería ser como él, alcanzar ese nivel de éxito y reconocimiento.

Una tarde, mientras salía de mi última clase, vi al profesor dirigiéndose a la biblioteca de la universidad, con curiosidad y determinación por saber cómo había alcanzado el éxito, decidí seguirlo. Sabía que era su último día en la universidad antes de dedicarse por completo a sus negocios, así que esta podría ser mi última oportunidad de conocer su secreto. Mientras lo buscaba entre los pasillos de las estanterías, lo vi desaparecer en un rincón bastante olvidado de la biblioteca; la situación me intrigó bastante, así que decidí seguirlo. Pronto me encontré con una pequeña puerta de madera, disimulada entre la estantería y la pared de duelas de madera, nunca imaginé que la biblioteca tuviera pasillos ocultos.

Discretamente, abrí la puerta y crucé el umbral; al hacerlo, la puerta se cerró detrás de mí, dejándome en total oscuridad. Decidido a seguir, saqué mi celular para iluminar el camino y comencé a descender hacia el abismo por unas escaleras en caracol, hechas de la misma piedra fría y húmeda que las paredes que me rodeaban en aquella penumbra. El ambiente me recordaba a las mazmorras de un castillo medieval, un olor rancio pero soportable impregnaba el aire y, a medida que descendía, intentando ser lo más silencioso posible, el olor se iba intensificando.

Al terminar de bajar las escaleras, encontré otro largo pasillo, apenas iluminado por la luz de mi celular y el titileo de una luz tenue al final, pero no había rastro del profesor. Rápidamente apagué la luz del celular y confiando en la tenue luz amarilla al final del pasillo para guiarme, caminé lentamente, ya que cualquier ruido resonaba en su interior de una manera inquietante, amplificando cada paso que daba.

Creepy's Cortas de TerrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora