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ambas bocas se movían al compás de sus movimientos, parecían imanes debido a su insistente atracción y no querer despegarse

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ambas bocas se movían al compás de sus movimientos, parecían imanes debido a su insistente atracción y no querer despegarse. Los labios de enzo fundían los contrarios en apasionados besos, lo que menos quería era terminar con lo que empezó, no podía siquiera separarse.

julián solo se dejaba hacer, el menor tenía total control de todo y no le molestaba, el apenas sabía dar besos pero enzo era otra cosa, se sentía en el paraíso y no iba a negarlo. Sentía como su miembro poco a poco empezaba a levantarse debajo de su ropa solo por unos simples besos y quería morirse ahí mismo, ¿tan virgo es?

un pequeño gemido salió de su boca cuando el otro agarró sus glúteos en cada mano, apretándolos y dando leves palmadas. La parte favorita de enzo es el tremendo culo que tiene, es prácticamente hermoso, alzado y duro.

el más alto pasó sus besos a el cuello blanquecino y dejando mordidas y chupetones en el camino, llámenlo loco, pero mejor asegurar que confiar, julián va a ser suyo de todas formas. Este último sostenía a enzo por la cabeza, dándole algunas caricias en su pelo o tirándole cuando lo hacía muy fuerte.

-enzo... dale...- susurró.

-¿dale qué? no entiendo, lindo.- tiró.

-hacelo, no aguanto más.-

al mayor no le hizo falta decir nada más, enzo lo agarró de sus muslos y lo levantó para alzarlo, haciendo que enrolle sus piernas en la cintura contraria. Sí que tenía fuerza para sostenerlo, un punto más para esos brazos.

como estaba cerca de la cama fue caminando llevándolo hasta ahí, se sentó dejando a julián sentado en sus piernas y volvió a atacar esos labios que lo tienen loco, serían próximamente su adicción. Sus respiraciones eran irregulares y sus corazones latían como locos, tanto que podían escucharlos.

el menor se separó, viendo fijamente cada facción y quedándose embobado, no pudo más cuando la cara de juli estaba roja, su pecho subiendo y bajando rápidamente y su vista medio perdida. Como pudo sacó su remera y sus ojos fueron directos a los pezones que rogaban atención.

humedeció sus labios para bajar su cabeza y lamerlos, los sutiles gemidos eran música para sus oídos que fueron aumentando cuando con su otra mano agarró un pezón, tironeandolo y dando circulos alrededor.

debido al placer, empezó a mover sus caderas contra la entrepierna del menor, de arriba hacia abajo. La gran mano tatuada lo sostuvo con fuerza, casi que clavando sus dedos en su piel que seguramente estarían marcados más tarde.

loco | enzulianDonde viven las historias. Descúbrelo ahora