Capitulo 1

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En el que los dioses deciden castigar

La joven corría mientras pegaba uno que otro brinco acompañado de un risa juguetona, por fin podría ver a su amado.

Había estado esperando todo el día y ya era la hora.

Mientras corría pequeñas lucecitas verdes fluorescentes la acompañaban bajo la luz de la luna. Trataba de no hacer un mal movimiento ya que podría hacer un desastre dentro de la canasta que llevaba en su mano izquierda, mientras que la derecha agarraba su largo vestido verde oliva, su cabello largo y negro danzaba al compás de sus pasos y su piel morena parecía un poco pálida gracias a la luz de ese gran satélite natural.

Abrió paso entre grandes matorrales y árboles hasta llegar a ese estanque que había sido su cómplice de citas por un año entero. Con cuidado de no caerse se apresuró a estar más cerca de la orilla y procedió a organizar todo.

Sus manos temblaban a medida que sacaba y organizaba las cosas, su respiración se trancaba por lapsos de tiempo y se veía obligada a respirar manualmente, y ni hablar de su estomago, era todo un lío.

Inicio colocando una manta negra suave (la más suave que tenía en su humilde morada), algunos platos donde coloco panes, frutas, quesos y por supuesto no olvidar la botella de licor y para finalizar cuatro lámparas de queroseno, una en cada esquina de la manta.

Ya estaba listo, ahora la idea era calmarse y esperar.

Mientras miraba el cielo y trataba de contar las estrellas, sus manos viajaron a sus bolsillos donde su mano tocó suavemente la pequeña caja, no pudo evitar sacarla, abrirla y echarle un vistazo.

Dos aros de oro estaban ahí, no era muy común que una mujer le pidiera matrimonio a un hombre, pero ella quería ser diferente.

Sonrió con emoción y volvió a guardar la caja justo en el momento que escucho las hojas secas crujir, se dio la vuelta y poso su mirada en la figura masculina que se acercaba a ella.

...

Después de un rato de risas y coqueteos inocentes decidió armarse de valor, y mientras agarraba su mano y lo miraba a los ojos le confesó que quería sellar su amor permanentemente, el chico pelirrojo estaba perplejo, con su mano libre saco una cajita de su bolso  y le mostró que también tenía las mismas intenciones.

Ambos soltaron una risa y mientras colocaban los anillos en la mano del otro, prometían que nada ni nadie les arruinaría la felicidad que ambos se brindaban.

...

La huérfana del pueblo se iba a casar, pero ¿Quien era el infortunado?

Ella siempre se veía sola, trabajando para mantenerse, no era muy linda... O no para la gente del pueblo, ningún plebeyo la miraba y ni hablar de la gente de la realeza.

Los murmullos de la gente se escuchaba en cada esquina.

Pero a ella le importaba cero lo que pensaran, por fin podría ser feliz, por fin podría ser amada .

Un vestido de bodas sencillo, era de tirantes y era recto y largo, algo ajustado al cuerpo pero no se le veía nada mal, al contrario le hacía resaltar perfectamente su piel canela, su cabello crespo, largo y negro el cual era decorado con algunas pequeñas flores blancas caía como cascada por sus hombros y espalda y para finalizar sus típicos zapatos viejitos con los que siempre andaba.

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⏰ Última actualización: Jul 10 ⏰

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