Hace mucho milenios atrás, existía un rey que gobernaba un pequeño pueblo, tan pequeño que las personas que vivían en el, gritaban para comunicarse con el vecino más lejanos para no tener que caminar. El rey era muy conocido por ser alguien justo y gentil con su gente, al igual que la reina que era quien mantenía todo en paz.
Ambos tenían dos hijos, estos dos eran tan odiados por las personas del pueblo que ya nadie recuerda el nombre de ellos; la historia misma hizo que su nombre se borraran con el paso del tiempo. Los chicos eran caprichosos y mentirosos. Los pueblerinos les temía ya que todos conocían hasta donde eran capaces de llegar solo para sostener una mentira, sin importa lo pequeña o delicada que fuese.
Con el pasar el tiempo, el rey se vio envuelto en una guerra con un pueblo vecino, ya que las tierras donde cultivaban los pueblerinos no estaba dando lo suficiente como para alimentar a su gente; cuando creyó haber conseguido lo que sería un respiro para él y los suyos, se consiguió con un pueblo lejano, muy lejano, pero vecino, que estaba reclamando lo mismo que él. Ambos lucharon por ver quién conseguiría las tierras fértiles que necesitaban pero para eso requería soldados que lo acompañaría para enfrentarse con el enemigo.
Reunió a todo el pueblo en un solo lugar: mujeres, hombres, ancianos y niños en busca de soldados. Empezó a seleccionar con la reina los que podían ser de utilidad.
« ¡Yo sé cocer! Puedo cerrar las heridas que puede ser graves» gritó una mujer entre la multitud.
«Yo soy herrero. Puedo crear armas » gritó un hombre llegando a la tercera edad.
«Yo sé de yerbas sanadoras. Puedo sanar cualquier mal» gritó una niña pequeña que se encontraba en la primera fila
Y así poco a poco, todo el pueblo se sumó a la causa para ayudar a su líder a combatir por la sobrevivencia de cada uno de ellos. El rey muy complacido les dio las gracias a todos por su atención pero este se negó rotundamente a que todo el pueblo se fuera al combate. No podían abandonar a su pequeño pero acogedor hogar; habían niños muy pequeños, mujeres a punto de dar a luz y enfermos que debían de cuidar y estar bajo atención.
Los pocos seleccionados por el rey fueron directo al castillo guiados por la reina que se encontraba para ese entonces maquinando sus propios planes. Los príncipes que siempre cometían sus típicos actos vandálicos se encontraban nerviosos por lo que le podría pasar a su padre. Los dos hermanos siempre han tenido una fuerte competición desde que nacieron solo para comprobar cuál sería «el favorito de papi » cuando en realidad cualquier prueba de amor o atención de su padre siempre terminaba con alguien calcinado o mutilado por parte de los mellizos.
El rey muy nervioso fue a arreglar sus zapatos con el viejo zapatero que lo conoce desde que era pequeño ya que siempre ha estado trabajando para la familia real. Mientras su calzado era restaurado él le comenta inquieto los problemas que ahora le está surgiendo con el pueblo
«El pueblo tiene hambre. Está sediento. Yo ya no sé qué hacer. Creí que lo correcto sería invadir esas tierras, pero resulta que alguien más la ha reclamado como suya y ya no puedo ver de ellas. Tampoco sé nada de nada; no sé cómo puedo enfrentarme con esa gente porque en los registros ni siquiera parece que alguien hiciera algo semejante a lo que voy a hacer. Me siento perdido, amigo mío»
El zapatero río y río, hasta casi tragarse los clavos que sujetaba con sus labios. Él dejo los zapatos a un lado y con su martillo lo apunto:
«Si vas al combate, es lo mismo que cuando tus dos hijos pelean, tan solo que esta vez si vas a querer que alguien te separé cuando vayas perdiendo. ¡JA!»
Poniéndose más serio le contó de varias estrategias que le podían servir. El rey quedó asombrado de como un simple zapatero podría saber tanto de este tipo de cosas. Sin saber muy bien que decirle le pidió que fuese a seleccionar el mismo la gente con la que podría organizar un ejército. Y así fue como la «La Orden del Martillo » se fundó.
...
El tiempo pasó y el rey pudo ganar la guerra, con la ayuda de los mejores soldados que el pueblo podía ofrecer. Con las tierras nuevas pudieron expandir su reino y con ello, la gente. Cada vez eran más las personas que caminaban por el lugar sin miedo y en armonía, pero esto acabo cuando el rey cayó enfermo, de una muy extraña enfermedad que nadie sabía cómo curarla.
La mayor preocupación que tenía tanto la reina como el rey era a quien dejar La Orden del Martillo; cualquiera no podría manejar tanta responsabilidad, y más sabiendo el potencial que tiene cada soldado que necesitaban ser guiados. El rey ya muy enfermo se levantaba de su dura cama días tras días, envuelto en sabanas para poder buscar a alguien a quien le pudiese dejar a sus «chicos», pero nadie parecía merecer tal privilegio; hasta que un día vio al hijo del zapatero cantarle a la aves, y fue ahí cuando supo quién sería el próximo líder de la organización y de su amado pueblo.
Los príncipes decepcionados por tal traición por parte de su padre, deciden seguir sigilosamente al chico que era doce años menos que ellos. Con tan solo trece años el hijo del zapatero mostraba una sensibilidad diferente a los demás niños, además que parecía muy indefenso. Los mellizos lo vieron en varias ocasiones dentro del castillo de su padre llorar por las cosas más insignificantes mientras aprendía del oficio de su difunto padre, y para ser el futuro líder, es algo imperdonable.
Ambos se fueron a quejar con su madre quien fue siempre el ancla entre ellos y su padre, pero esta no estaba en ninguna parte del castillo, algo que les pareció extraño. Cuando fueron a la habitación de su padre se percataron de un hedor sumamente fuerte proveniente de este, convirtiendo su ira en una preocupación latente.
Cuando abrieron la puerta se consiguieron al que tomaban como «el indefenso e inútil hijo del zapatero. Futuro heredero de La Orden del Martillo» siendo tan sucio y siniestro como lo fueron ellos en una época. El pequeño rufián estaba envenenando al rey desde hace tiempo con la pega de su padre, el zapatero, usado para arreglar los calzados de la familia real.
El pequeño siempre estuvo mostrando un solo lado de la moneda. Todo lo que hizo era para no llamar la atención y tomar de manera sutil, el poder de sentarse en el trono sin que los mellizos pudieran chistar en su contra, y que mejor que ganarse al rey hasta poder entrar a las instalaciones del castillo sin levantar sospechas.
— ¿Acaso vosotros no tenéis nada mejor que hacer? ¿O es que quieren disfrutar de como mato a su padre?
Ambos sabiendo que no es un peligro para ellos, decidieron saltar encima del chico, pero solo pudieron aplastar a su padre, llamando la atención de la reina que llegó apenas se silenció todo.
Sin saber muy bien lo que ocurría, decidió dividir la organización en tres partes para que la voluntad del rey siguiera en pie. De esa desunió salió Los Fundamenta Malleo, Los Sempiternos y lo más importante... los Kamelot's
— ¡Genial Bashét! Tú siempre cuentas las mejores historias.
—No hay de qué, después de todo, fue una orden directa del jefe que te contara la historia de la fundación de este lugar, así que... no hay de qué... de nuevo.
Las voces se escuchan lejos, tan solo escucho el eco que esparce el sonido por todo lado. La cabeza me va a reventar del dolor y cuando por fin creo que ya no voy a escuchar más voces, abro los ojos y me consigo con ÉL.
— ¡Hiiya! ¿Quién eres pequeña criaturita? Pareces que eres nueva aquí. Y a los nuevos ahora no les va tan bien, como los de mi generación.
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Kamelot
De Todo«Ella era mala. No sabemos de dónde viene o que es, pero lo único que sabemos que nada bueno puede venir de esa mujer» ╰►Historia ficción en proceso. ╰►Obra completamente original. Dile NO al plagio. ╰►Actualizaciones lentas. ╰►Historia larga- ╰►Ver...