Extra

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Apretó los ojos al sentir los intensos rayos de sol incidir sobre su rostro. Pestañeó rápidamente un par de veces sintiéndose cansado y sin energías. Su cabeza punzaba una y otra vez de manera molesta, lo suficiente como para que pasara desapercibida por los primeros minutos, la persona que se aferraba a su cintura con fuerza.

—¿Pero qué...? —entrecerró los ojos observando al chico de rubias hebras dormir profundamente a su lado.

Sus piernas estaban enredadas entre sí y ambos brazos del extraño rodeaban su cintura. Abrió sus ojos en demasía al ver su torso desnudo con un par de marcas rojizas.

¡¿Qué diablos había hecho?!

—Debo estar loco... debo estar malditamente loco —lloriqueó dramáticamente, sintiendo como el rubio a su lado se removía unos segundos antes de quedarse quieto nuevamente—. No volveré a beber en mi vida. 

Tomó con cuidado la muñeca del durmiente muchacho, apartando su brazo de su cuerpo e intentando escabullirse de la cama en completo silencio. Tomó su pantalón y zapatos del suelo, caminando en puntillas hasta la puerta.

Se congeló en su lugar cuando escuchó un leve quejido, se volteó observando al rubio removerse hasta que tocó una almohada, abrazándola a su cuerpo para volver quedarse tranquilo.
Suspiró abriendo la puerta con cuidado y saliendo a paso rápido, observando confundido el largo pasillo lleno de puertas. Recordaba muy pocas cosas del día anterior, lo típico cada vez que terminaba ebrio en una de esas fiestas a las que era arrastrado por Namjoon.

Casi corrió escaleras abajo, notando toda la basura que había quedado de la fiesta. Intentó ponerse los pantalones mientras bajaba los últimos escalones, tropezando torpemente y cayendo estrepitosamente de cara al suelo.

Dos pares de piernas aparecieron frente a su rostro, lo que lo hizo cerrar los ojos avergonzado por ser visto de esa manera. Su plan de escapar de aquella casa de fraternidad en completo anonimato ya estaba arruinado.

—Eres un jodido desastre —abrió los ojos al escuchar la voz de su amigo, mirando hacia arriba para ver como este lo veía con mala cara y los brazos cruzados, con un divertido Seokjin a su lado soltando una risita.

—Ayúdame hyung —lloriqueó sintiendo su cuerpo algo adolorido por la reciente caída.

—¿Qué hiciste anoche, Jungkook? —cuestionó levantándolo del suelo.

—Solo vámonos, hyung, por favor.

Rogó abrochándose los pantalones y sintiendo como su amigo le ponía su chaqueta sobre sus hombros. Seokjin lo miró pícaramente con una ceja alzada, sabiendo perfectamente de donde había salido el menor en esas condiciones. La noche anterior cuando su primo se había vuelto como loco buscándolo, el dispuesto a ayudarlo indagó en las habitaciones, encontrándolo en la cama con Taehyung.
Soltó una risita y cerró con cuidado, dejando a los dos chicos dormir abrazados con sus cuerpos enredados.

—¿A dónde escapas como un vil rastrero? —los pasos pesados de cierto rubio se escucharon, apareciendo después este con una camisa holgada y unos pantalones de chándal grises. Se cruzó de brazos mirándolo molesto, con el ceño fruncido y un leve puchero—. Me utilizas y luego huyes como si-

—¡Lo siento, hyung! —le interrumpió Jungkook, haciendo una gran reverencia con el rostro rojo como un tomate. ¿Por qué ese chico decía eso así tan... directo?

Taehyung se acercó a él, tomándolo de la mano y arrastrándolo escaleras arriba bajo la mirada atónita de los dos Kim, que se miraron confundidos una vez ambos chicos desaparecieron en la segunda planta.

Jungkook intentó forcejear cuando el rubio hizo el intento de adentrarlo a su habitación nuevamente. Negó con la cabeza, sus ojos bien abiertos y con un brillo asustadizo en ellos.

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