Charlas Inesperadas

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El atardecer caía sobre la finca mariposa, un lugar de paz y tranquilidad en medio del caos que azotaba al mundo. El cuerpo de cazadores de demonios entrenaba arduamente, buscando elevar su nivel, todo estaba en una alarmante calma que no presagiaba nada bueno. Los Pilares, buscaban con insistencia lograr despertar las marcas especiales, tal y como les había encomendado su patrón. Sus espadas más afiladas que nunca esperaban el momento de actuar contra los demonios. Se reunían para entrenar y perfeccionar sus habilidades antes de la batalla final contra Muzan Kibutsuji, quien sabían iría tras Nezuko Kamado, la demonio que conquisto el sol.

En ese momento, Giyū Tomioka, el Pilar del Agua, llegaba herido tras un intenso entrenamiento con Sanemi Shinazugawa, el pilar del viento. Con la ceja ensangrentada y varios moretones, se dirigió a la finca en busca de medicina para sus golpes. Con paso lento pero constante llegó a la sala médica, donde Shinobu Kochō lo espera con su habitual expresión sonriente.

- Ara ara Tomioka-san, parece que has sido descuidado. ¿Acaso Shinazugawa-san te ganó esta vez?

Giyū, con su expresión seria, la ignoró y se sentó en una camilla.

-Sí, fue un entrenamiento difícil -respondió simplemente, esperando a que Shinobu comenzara a tratar sus heridas, cuando empezó lo hacía con su característico toque preciso y delicado. Un silencio incómodo llena la habitación.

-Deberías tener más cuidado, Tomioka-san. No quiero verte en peor estado.

Su sonrisa era deslumbrante, pero Giyū sabía que no era una sonrisa sincera, así que se le quedo mirando por un breve momento antes de decir de la nada:

-Estoy seguro de que nunca te he visto sonreír genuinamente.

Shinobu se detiene, sorprendida por las palabras de su compañero. Su sonrisa se volvió rígida.

-Por eso todos te odian, Tomioka-san -replicó con su habitual tono cantarín a la vez que agregaba más presión de la requerida en la herida de la ceja del pilar.

El azabache solo hizo una ligera mueca antes de que se quedaran de nuevo en un silencio incómodo.

- A mí nadie me odia, solo... solo soy diferente al resto de ustedes... pero no por las razones que todos creen- se animó a decir, viendo como la chica del haori de mariposa dejaba los implementos de curación en un escritorio, para luego curiosa mirarlo sobre su hombro.

-¿A qué te refieres, Tomioka-san?

Giyū tomó una profunda respiración antes de continuar.

-No sé cómo expresar lo que realmente pienso a los demás...- el usuario de la respiración de agua se quedó en silencio tratando de ordenar sus pensamientos para expresar de nuevo su pasado, que seguía doliendo como una herida abierta y supurante- Mi hermana mayor, Tsutako, murió protegiéndome el día anterior a su boda en un ataque de demonios. Años después, durante la selección final, mi mejor amigo Sabito también murió protegiéndome. Desde entonces, me he despreciado a mí mismo. Me considero débil, indigno de ser un pilar o siquiera de pertenecer al cuerpo...

Shinobu se quedo en silencio con una mirada de sorpresa, dejando de lado su sonrisa para apretar sus labios, analizando las palabras del hombre frente a ella. Estaba en una disyuntiva muy grande; por un lado, entendía más de lo que le gustaría a su sombrío compañero, pero por el otro no podía evitar sentirse molesta.

-No digas eso, Tomioka-san. Todos hemos sufrido pérdidas.

-Lo sé, pero... siento que no puedo expresar lo que siento. Me cuesta conectar con los demás. Durante mucho tiempo, me he lamentado por estar vivo mientras ellos no. Pero recientemente, con ayuda de Tanjiro, he comenzado a entender que no puedo seguir lamentándome por eso. Que debo honrar su sacrificio viviendo y luchando en su nombre. Pero no es fácil expresarlo y quiero mejorar mi relación con los pilares antes de la batalla final. No quiero seguir arrepintiéndome de nada - la voz del hombre salió más ronca de lo normal y ambos sabían que era debido al sentimiento que generaba hablar de algo tan sensible.

La joven con el broche de mariposa se queda en silencio nuevamente por unos largos minutos antes de agachar ligeramente su mirada, evitando ver directamente al hombre frente a ella.

-Te entiendo más de lo que crees, Tomioka. Yo también llevo una carga pesada, una máscara. Sonrío todo el tiempo, imitando a mi hermana, pero por dentro... estoy enojada todo el tiempo.

Qué llevo a la mujer a decirle eso justamente a él no tenía ni idea, solo sintió que era correcto y cuando menos se dio cuenta las palabras ya estaban abandonando su boca.

El Pilar da un paso al frente extendiendo su mano para apretar el hombro de la chica, pero se detiene a escasos centímetros y decide mejor hablar únicamente.

-Te lo agradezco mucho Kochō, sé que no es fácil expresar lo que uno con tanto esfuerzo trata de ocultar, usamos máscaras para protegernos, pero...pero creo que es hora de dejarlas caer, al menos un poco, ser honestos con nosotros mismos y con los demás.

Un nuevo silencio se establece entre ellos, pero esta vez es un silencio cómodo y reflexivo, lleno de comprensión mutua.

Giyū se levantó lentamente, todavía sintiendo el dolor de sus heridas.

-Deberías unirte al entrenamiento, al menos el que hay entre pilares.

Shinobu negó con la cabeza ligeramente.

-Tengo otra cosa que hacer.

Asintiendo el chico avanzo unos dos pasos antes de detenerse y decir, sin dejarse desanimar:

-Entiendo que tu veneno de glicinias requiere trabajo, pero puedes sacar tiempo para mejorar tu forma física.

Shinobu lo miró sorprendida.

-¿Cómo lo sabes?

-Porque hueles demasiado a glicinias, no hay que ser Tanjiro para notarlo -respondió Giyū, con un atisbo de una sonrisa.

Shinobu se sorprende por la sonrisa que ve, a la vez que una sonrisa genuina ilumina su propio rostro por primera vez en un largo tiempo.

-Está bien, Tomioka-san. Entrenaré contigo, pero deja de ser tan entrometido, es por eso por lo que todos...

Se corto a media frase por alguna razón, pero el Pilar solo sonrió un poco más al tiempo que rodaba los ojos y salía de la habitación, sintiéndose más liviano y dejando a una ojimorada con sentimientos encontrados, pero sorprendentemente tranquila.

Bajo la luz de la luna, en la tranquilidad de la finca mariposa, Giyū y Shinobu comenzaron a derribar las barreras que los habían mantenido alejados. Y en ese instante, ambos supieron que, a pesar de las dificultades, tenían el apoyo mutuo para enfrentar lo que viniera. Un nuevo vínculo especial se forjó entre ellos, uno basado en la honestidad y la comprensión mutua. Dos almas solitarias y profundamente heridas que encuentran consuelo en la compañía del otro.


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