La primera vez que me llamaron zorra me quede sin palabras. Fue como si a mis labios los sellara una mano invisible sin ningún tipo de intención de retirarse de encima.
Recuerdo la sangre hervirme las venas y las lagrimas quemarme las retinas. La humillación cayendo sobre mis hombros como si de cemento se tratara, dejándome estática.
Aquella primera y no ultima vez me marco lo suficiente como convertirme en la persona que fui. Si lo se acabo de decir que FUÍ, hoy hará dos años de mi muerte y casualmente estoy presenciando como Sam esta hurgando entre mis objetos personales. Ha entrado en mi habitación hará cinco minutos escasos a tropezones y con el par de tacones de aguja en la mano derecha.
Ha subido con la escalera del jardín y se ha colado por mi ventana, como hacíamos cada vez que mis padres me castigaban sin visitas.Lleva puesto ese vestido azul que le dije que utilizara la ultima vez que nos vimos, el maquillaje se ha fundido con su piel y la mascara de pestañas le crea una especie de pintura abstracta alrededor de los ojos.
¿Ha estado llorando?
Miro por la ventana y no hay rastro de lluvia, así que o es eso o ha estado bailando tanto que el sudor ha echo el resto. Pero lo dudo, Samy nunca ha sido de bailar delante de personas extrañas y mucho menos de un cumulo grande en un sitio pequeño y cerrado. Es más de cantar las canciones mientras está sentada en una silla con la copa en la mano.
Aún que tampoco soy capaz de recordar la ultima vez que llego a un estado de ebriedad parecido al de ahora.Esta levantando con desesperación los libros de mi escritorio. Ya que mi cama y demás objetos de decoración han volado por los aires. Solo quedan intactos los posters y las fotos que cuentan la parte feliz de mis últimos años de cría, antes de que cumpliera los diecisiete por supuesto. A partir de ahí todo fue cuesta abajo sin parar.
Hasta este momento me he dedicado a observar como mi querida mejor amiga ha destrozado mi cuarto con tranquilidad. Pero me preocupa el libro que sostiene ahora entre las manos. Ese marrón con mi nombre grabado en la tapa superior y la cinta dorada para marcar la pagina que le rogué que jamás se atreviera a leer. Ese puto y jodido libro que ahora me arrepiento de haber utilizado al hacer caso a mi psicóloga.
Lo observa curiosa y se lo que esta pensando, lo hago o no lo hago. Se esta debatiendo entre si seguir siendo fiel a su palabra o averiguar el porque de las dudas que le atraviesan el alma. Y yo como ex ser egoísta que soy, no quiero que lo haga.
Por favor, no lo hagas.
Pero ya es tarde, se ha desecho del cierre con envoltura de botón y abre la primera pagina.
Oh no.
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Todo lo que no te dije
RomanceChealse nunca buscó destacar. Vivir en la sombra le daba tranquilidad y pese a que alguna vez fantaseaba con ser algo más que una persona más en el mundo, mantenía intacta su postura. No podía permitirse flaquear y tener algún fallo que la hiciera v...