Todo empezó el primer lunes de mis diecisiete años recién cumplidos. Las clases iniciaban y yo solo podía sentir los nervios invadirme a cada kilometro que avanzábamos en el coche con mi padre Adam Patric Stokes. Un hombre cincuentón de sonrisa entrañable y carácter bondadoso. Optimista y cariñoso con todo aquel que lo rodeaba.Era el tercer instituto nuevo al que asistía y pese a tener experiencia a ser la nueva, la ansiedad y el miedo hacían mella en mi. También era la tercera ciudad a la que nos mudábamos a causa de la protección de testigos del trabajo de mama. Quien ejercía de abogada en asuntos penales en casos de urgencia y máxima gravedad a sus treinta y cinco años.
En los últimos tres meses, nos conto sobre su ultimo caso el cual la tenia bastante mas inquieta que los anteriores. Ya que había comenzado a recibir amenazas constantes a varias de las direcciones donde habíamos residido.
Cuando ambos nos explicaron a mi hermano mayor Johny y a mi lo que pasaba intentamos no sucumbir al pánico inmediato. Y de forma superficial aparentamos toda la calma y comprensión posible, aun que estuviéramos literalmente cagados de miedo. Pero con el pasar de las semanas, el trayecto de un lado a otro se volvió costumbre y la inseguridad en un estado de alerta constante que supimos disimular.Pero Jonny siempre lo llevó mejor que yo.
A las 8:45 papa había aparcado su vieja pero estimada furgoneta blanca en el estacionamiento del que sería mi nuevo hogar académico. El Hoowfell V, un lugar con una estructura y un aspecto tradicional e impecable. Con los ladrillo de un color oscuro y grisáceo a conjunto con los tejados. La zona de descanso era el único sitio que llamo mi atención, ya que estaba compuesta por una amplia explanada con abundante vegetación. Alguna que otra mesa de picnic y el pequeño campo de rugby donde el equipo del instituto entrenaba día si y día también. Si lo se, mas adelante hablare del entrenador Zack y sus técnicas de motivación a los adolescentes con ganas de entrar en una buena universidad atreves de las becas deportivas (nótese el sarcasmo).
Al bajar del coche me quede estática durante unos minutos y respire hondo tres veces. Un ritual que ponía en practica con mucha frecuencia.
Estando un poco mas tranquila y con los nervios mas controlados, comencé a caminar con las manos aferradas a las asas de la mochila como si mi vida dependiera de ellas y agache la mirada mientras me dirigía a secretaria.Aun que no fuera la única estudiante nueva, sentía que de alguna forma o otra los antiguos alumnos de aquel lugar me notarían. Y teniendo en cuenta la situación en la que estábamos viviendo, siempre opte por ir desapercibida fuera donde fuera y estuviera donde estuviera me mantenía en una esquina sin llamar la atención. O al menos lo intentaba.
Los pasillos del Hoowfell eran extensos y amplios, las taquillas eran del mismo color gris que todo lo demás. La puerta de las aulas eran las únicas pintadas de un blanco perla desgastado por el tiempo. La decoración restante eran carteles sobre la seguridad, el típico cartel de prohibido fumar y el tablón de noticias.
Ese maldito tablón de noticias...
Al llegar a mi destino, la secretaria llamada Sheila me hizo entrega de los horarios de todo el año con una sonrisa y me dio la bienvenida. Como estaba tan nerviosa aun recuerdo cuando le respondí con un "igualmente" y salí corriendo en dirección a ningún lugar en concreto.
Mi primera clase era a las 9:00 y aun me sobraban diez minutos, así que aproveche a buscar mi taquilla y guardar los libros de las asignaturas que no iba a necesitar durante las horas restantes.
Los alumnos nuevos y los veteranos se saludaban entre ellos y otros simplemente hacian lo mismo que yo, camuflarse entre la multitud. Al empezar a ver tantas personas a mi alrededor el encontrar la jodida taquilla comenzaba a volverse mas complicado que antes.Si, tampoco tuve un buen sentido de la orientación.
La desesperación se adueñó de mi en cuanto vi la hora en la pantalla del móvil. Eran y cincuenta y siete, el salón de literatura se encontraba en la segunda planta y no me encontraba precisamente cerca. Así que opte por correr y darme igual si llamaba o no la atención, aunque por desgracia si lo hice. No llegue ni dos metros mas allá de donde me encontraba por que choque con una alumna. Fue un golpe seco cabeza con cabeza y ambas caímos de espaldas al suelo en mitad del pasillo, las risas no tardaron en escucharse y no podía morirme mas de la vergüenza.
Aquella chica se llama Samantha Prescott.
Efectivamente, la misma rubia que en estos momentos se está sentando en mi antigua cama y se muerde las uñas con nerviosismo. Tiene el libro en el regazo y este tiembla ligeramente a causa del movimiento repetitivo de su pierna izquierda.Después del tropiezo en aquel pasillo ambas nos dimos cuenta de que tenia que significar algo. Como dos niñas en un parque que se conocen de la nada, se hacen super amigas y juran serlo para siempre. Pero con acontecimientos algo diferentes.
- Admito que quise matarte Stokes, no tenia pensado presentarme de esa forma a la sociedad estudiantil. No sabía si arrancarte la cabeza ahí mismo e imponer miedo y quedar como una loca agresiva, o salir corriendo de nuevo. Pero preferí aceptar tu ayuda e ir juntas a enfermería.
Me contó en nuestro primer almuerzo como mejores amigas oficiales. Había pasado una semana y nos estábamos acoplando poco a poco la una a la otra como si fuésemos piezas de puzzle que encajaban a la perfección. Samy compartía casi las mismas asignaturas que yo, excepto arte y música. Decía que ella había nacido mas para los números que las letras.
Esa misma mañana en la clase de matemáticas, no prestamos mucha atención a los ejercicios a causa de una distracción que mantenía muy interesada a mi mejor amiga. Delante de su pupitre se sentaba un chico llamado Richard Dawson, uno de los estudiantes mas conocidos por todo el alumnado. Ya que era el cocapitán del equipo de rugby y al parecer era bastante bueno, así que ya se puede intuir mi descripción de dicho individuo. Era guapo. Pero lo que tenia de atractivo lo tenía de persona insolente, necia y abusona.
Mientras la profesora comentaba el teorema de Pitágoras y señalaba aquellos garabatos con signos de menos, mas e igual. Sam me lanzaba pelotitas de papel y sonreía juguetona porque sabia que yo me mantenía alerta a que no nos pillaran enviándonos mensajitos sobre Richard.
Nos podríamos haber enviado Whatsapps, pero me había quedado sin batería minutos antes de comenzar aquella clase tan interesante. Nótese la ironía.Es muy guapo tia
- SamSupongo que si, pero la verdad podrías aspirar a algo mejor, MUCHO MEJOR.
- YoVenga ya ¿Quién hay mejor que el?
- SamQuise decirle que cualquiera menos uno que jugara a un deporte de placajes, fuerza bruta y se dedicara a atormentar a todo aquel que fuera distinto a el. Pero sabia que no serviría de nada. En lo que llevaba conociéndola una de sus cualidades a destacar era lo testaruda que era, cuando algo se le metía en la cabeza no había quien se lo sacara.
Estaba doblando mi papelito con la respuesta mas sincera que pude escribir, cuando un carraspeo me obligo a esconderlo debajo de la falda y mirar al frente. La mirada de la señorita Rachel estaba puesta sobre mi con la ceja enarcada y una expresión seria. No tardo en mencionar mi nombre en voz alta y ordenarme que fuera al centro de la clase a leer el dichoso papel. Era eso o me expulsaba del aula e iba al despacho del director.
- Mejor que el... Seguramente todos, ya te he dicho que me parece que es un cerebro de mosquito. Si le tirara una piedra seguramente se iría detrás a buscarla y luego se la comería. Esos músculos supongo que se tendrán que alimentar con algo.
Al terminar de leer, todos dirigieron su vista a Richard. Era evidente que estaba hablando de el, no había nadie mas que tuviera un cuerpo grande y voluptuoso. La cara me ardía y las ganas de que la tierra me tragara estaba dibujada en mi expresión. Sentía como la corbata de aquel dichoso uniforme me ahogaba cada vez mas fuerte y los oídos empezaban a pitarme.
No me había fijado en la victima de mis palabras hasta que lo hice. Los ojos castaños de Dawson me perforaban los sesos y supe que aquella nota escrita en un trozo de papel me iba a costar caro.
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Todo lo que no te dije
Любовные романыChealse nunca buscó destacar. Vivir en la sombra le daba tranquilidad y pese a que alguna vez fantaseaba con ser algo más que una persona más en el mundo, mantenía intacta su postura. No podía permitirse flaquear y tener algún fallo que la hiciera v...