“ si solo quisieras bien podría hacerte feliz, solo este día haría enero y abril ”
La admiración que Enzo siente por Exequiel es algo tierno y muy peligroso.
Cuando Enzo todavía era un alcanza pelotas, Exequiel ya jugaba en la primera de River.
Para el más chico, Palacios era todo lo que él quisiera ser algún día.— Ey, Enzo, te toca. — se ríe Julián por su desconcentración.
— Perdón. — se disculpa sonriendo de labios cerrados y toma una carta del mazo.
Estaban en el departamento de Gonzalo jugando a las cartas.
Habían hecho un grupo lindo, eran los mismos cinco de siempre un viernes de enero tomando algo mientras boludeaban.
Enzo tenía diecisiete, iba por los dieciocho dentro de una semana, pero siempre había conectado bien con los mayores.
El más grande era Lucas, casi por ende su mejor consejero, a pesar de que Julián fuese su mejor amigo.— Eu, ¿y si salimos? — propone Exequiel con una sonrisa pícara en el rostro.
Julián miró a Gonzalo, Gonzalo miró a Lucas, y Lucas miró a Enzo.
Eran un desastre como grupo.— El pollo es menor todavía. — argumenta Lucas apoyando su vaso sobre la mesa.
— Yo no dije que fuera a un boliche, además con la pinta que tiene parece mayor de edad. — asegura Exequiel abrazando a Enzo por los hombros, y en parte tenía razón.
— Dale Chino, por la anécdota. — dice Gonzalo tratando de convencerlo al ver que Lucas no se veía muy predispuesto a salir.
— Vamos, dale. — insistió Enzo que aún tenía los brazos de Exequiel sobre él.
— Bueno, vamos, pero no manejo ni ahí. Y no pueden salir fotos porque nosotros no nos medimos y el Muñe nos asesina si ve a Gonzalo mal. — termina aceptando, y Exequiel sonríe.
— Una bien, y tranqui que no lo va a ver a Gonzalo quebrado. — bromea Exequiel samarreando a Enzo por los hombros.
La mirada de Lucas se fija en el rostro de Enzo, y nadie más en la habitación que el propio Enzo lo nota.
Habían construido una relación de confianza que iba más allá de la que tenían con los demás. Sabían secretos del otro, uno en específico, y habían tenido una que otra charla profunda al respecto, lo que había mejorado y cambiado la relación que solían tener.— Bueno, me voy a cambiar. — avisa Exequiel metiéndose a la habitación de Gonzalo.
— Eu, acompañame a la cocina. — le pide Martinez Quarta al menor.
Juntos se levantan de los sillones y caminan hasta la pequeña cocina del departamento.
Enzo apoya su espalda contra la mesada mientras Lucas abre la heladera mirándolo de reojo.