esperando pa' verte, desde
enero a diciembre.Cristian y Lisandro se conocieron con apenas dieciséis años.
Era un verano de un calor liviano en Gualeyguay, pero Silvina, la madre de Lisandro, había tenido la idea oportuna de visitar a los familiares que tenían en Córdoba, quitándole a su hijo la posibilidad de disfrutar de dicho clima. Lisandro le había rogado por quedarse en su provincia y pasar todo el verano en su ciudad con sus amigos, pero la mujer se había mostrado inflexible y no le había quedado otra que viajar con ella.
Después de unos días en la casa de su tía, las cosas se volvieron interesantes de golpe al conocer a un amigo de su primo. El interés repentino estaba buenísimo según Lisandro, y se llamaba Cristian.— Culia', no puede hacer tanto calor. — se quejaba Facundo con sus pies en el río.
Lisandro se rió ante su acento, y asintió estando de acuerdo con él.
Habían bajado al río como todas las tardes para mojarse los pies un rato y tomar alcohol a escondidas de sus madres. Se les había hecho costumbre ya que en el pueblo no había mucho más por hacer.— Te re gusta el Cuti a vos. — afirma de la nada su primo, y Lisandro se ríe sin negar nada. — Ah, viste como te saqué la ficha culiado, y no me dijiste nada. — dice indignado y Lisandro vuelve a reírse.
— Y bueno, ¿qué querías que te diga, boludo? "Che primo, tu amigo está re fuerte, le re entro" — dice haciéndolo reír.
— Más salame sos, Licha. — afirma jugando con el agua que corría. — Ya los voy a juntar, si el otro es más puto también. — planea haciendo que Lisandro se tiente.
— Cómo vas a decir así boludo, sos más cancelable. — negaba con su cabeza sonriendo. — Además dentro de una semana me voy. Se termina enero y me vuelvo a Entre Ríos. — le cuenta metiendo sus pies en el agua también.
— ¿Y? Una sacudida y chau. — alega alzando los hombros.
— Sos un guaso. — se quejó él después.
Dicho y hecho, enero concluyó y Lisandro volvió a Gualeyguay, pero no sin haber probado los labios del morocho.
Al año siguiente, cuando Silvina le dijo que irían a Córdoba, Lisandro no puso resistencia alguna.
Armó la mochila de viaje, y partió emocionado hasta la otra provincia.
Ese verano había sido genial, tenían diecisiete y se la habían pasado de joda en joda, momentos que no desaprovecharon para seguir conociéndose y crear recuerdos emocionantes.
Los años pasaron y tanto Lisandro como Cristian esperaban desde el fin de enero hasta diciembre para poder verse. Hubo años en los que se encontraron con el corazón roto, o incluso con Cristian peleado con Facundo, pero cada verano volvían a reencontrarse en Córdoba.— Licha, ¿vamos a ir este año a Córdoba, amor? — le pregunta Silvina sentada en el sillón.
Lisandro se permite sonreír como un boludo porque su madre no lo está viendo.