YANA

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Yana iba a cumplir dieciocho años en dos semanas, y como era costumbre en su sociedad, las hijas de las familias reales, al cumplir los dieciocho años se les organizaba un baile donde asistían todas las diferentes familias para presentarle a sus hijos varones y formar alianzas a través del matrimonio de estos.

Yana había esperado este momento toda su vida, siendo la única mujer entre cinco hermanos varones y la menor, ella jamás había asistido a una fiesta de esa clase, pero, en dos semanas, iba a salir a la luz, todos iban a fijar la mirada en ella, por primera vez, ella iba ser el centro de atención de toda una fiesta y no solo eso, sino que también, iba a comprometerse con un príncipe, que mas podría pedir una chica.

Los padres de Yana estaban muy orgullosos de ella por su belleza e inteligencia y también su carisma, ellos sabían que sin mucho esfuerzo, ella iba conseguir esposo antes de que den las 12.

-Yan, el color de tu vestido es divino, no puedo esperar a vértelo puesto, sin duda todos los jóvenes van a estar tras de ti."

-Madre, ¿puedo probármelo? ¿Por favor? Yo tampoco puedo esperar."

-no seas necia niña, arruinarías la esencia del vestido y del momento."

Yana paso una semana contemplándolo, imaginándose en él, bailando en el salón con todos los jóvenes solteros, admirándola a ella y a su hermoso vestido.

Sus padres y sus cinco hermanos mayores, tenían que asistir esa noche a un baile de compromiso de la segunda hija de una de las familias vecinas, y como siempre, Yana no podía asistir todavía, así que se dedico a soñar despierta otra vez con su vestido, pero inundada por la tentación, termino poniéndoselo, al instante, ella ya se sentía la mujer más bella y deseada del mundo, y decidió que esperar una semana para que alguien pudiera ver su belleza era como un crimen, así que se dispuso a ir a la fiesta como sea. Se escabulló por los jardines, montó su caballo y salió cabalgando hacia la fiesta.

Cerca del camino, se encontró con dos muchachos muy elegantes que la elogiaron por su belleza, Yana se sintió alagada y se dispuso a conversar con ellos y que la sigan elogiando, al principio todo estaba perfecto, Yana bajó de su caballo y caminaron hablando por los jardines de camino a la fiesta y solo hablaban de su belleza, pero algo no andaba bien en ese ambiente y Yana empezó a darse cuenta, ¿Qué hacia un par de muchachos caminando solos, en dirección opuesta a la fiesta y porque ninguno se presentó hasta el momento? Yana trato de salir de la situación muy formalmente, pero los muchachos no la dejaron, la escoltaron lejos del camino, Yana empezó a asustarse así que gritó, le taparon la boca con la mano y la metieron en una pequeña cabaña oscura. Los muchachos salieron y la dejaron ahí, la pobre no sabía qué hacer ni que pensar solo se puso a llorar porque no tenía idea lo que le podía esperar.

No mucho tiempo después, ya no se escuchaba a nadie, trato de salir pero al escuchar unos pasos acercándose, solo pudo esconderse detrás de un par de cajones y sacos, la puerta se abrió unos segundos después, entro un joven

-Ellos ya no te van a hacer daño, ya puedes salir.

El joven salió de la cabaña y dejo la puerta abierta. Yana esperó un tiempo apropiado para estar segura que no hubiera peligro y salió de su escondite, fue hacia la puerta cautelosamente y observó que afuera, sentado, estaba un joven, supuso que era el que había entrado hace un momento y desde la puerta, medio escondida, le pregunto quién era y que quería.

-Me llamo Paul, y no voy ni quiero hacerte nada, solo quería saber si estabas bien.

-Sí, estoy bien, ¿qué paso con los otros?

-Ya se fueron, no te preocupes.

-No sé lo que hiciste pero gracias.

Yana salió para agradecerle apropiadamente, y se quedaron hablando largas horas.

-¿cómo sabias que estaba ahí metida y que esos muchachos me iban a hacer daño?

-La verdad, me estaba escapando de una fiesta de compromiso, esta chica me eligió, yo me negué, escape, y me salí del camino para que no me encuentren, ahí fue cuando escuche un grito y vi como te metían en la cabaña, no hay que ser tan inteligente para saber que no era un juego.

Yana quedo sorprendida, nunca había conocido a nadie, que hubiera rechazado un compromiso, y mucho menos había tenido la oportunidad de ser rescatada por un joven distinguido como él.

-Por qué rechazaste el compromiso, ¿acaso estás loco?

-Sinceramente siempre quise rechazar un compromiso, solo por diversión, pero otra razón es que estoy arto de estas fiestas, odio tener que ir por obligación.

Paul y Yana siguieron hablando un buen rato, hasta que Yana se percató de que ella también se había escapado, y no solo eso, sino que llevaba puesto el vestido que iba a usar en su fiesta. Ya era muy tarde y sus padres no tardarían en regresar, y si se enteraba su madre que se había escapado con el vestido puesto, podría morir de un ataque, así que le explico a Paul la situación y le pidió que la llevara de nuevo al camino, Paul la miró fijamente a los ojos, le sonrió y la alzó en brazos.

-Así no se ensuciara tu vestido

Yana no lo podía creer, se sentía en un cuento, no quería que acabe nunca.

De vuelta en el camino, Paul la bajó y le sonrió, Yana subió al caballo, pero antes de irse se volvió a el:

-En una semana es mi fiesta de compromiso, no te sientas obligado a ir.

Le sonrió y se alejo cabalgando.

La semana pasó, el día tan esperado, ahora más que nunca, por fin llegó, Yana no podía esperar para volver a ver a Paul; el salón se llenó rápidamente de jóvenes solteros y sus padres, todos muy elegantes y distinguidos, pero no había señales de Paul. La fiesta iba avanzando y los padres de Yana empezaban a desesperarse porque ella no mostraba demasiado interés en los jóvenes.

Un poco saturada de toda la situación y ligeramente decepcionada de que no viniera Paul, Yana salió a caminar por los jardines, estaba distraída por las estrellas, caminaba mirando el cielo y pensando, cuando de repente baja la mirada, y a lo lejos, sentado en el borde de una fuente, está Paul, una sonrisa le ilumino la cara y corrió hacia él.

-Pensé que no ibas a venir.

-Te dije que odiaba estas fiestas así que no estoy adentro, pero vine igual porque no estaba obligado y porque es tu fiesta.

Los dos rieron.

-¿Y acaso piensas rechazarme a mí también?

-Nunca sabrás si no me escoges.

Con una sonrisa después de lo que dijo se lo confirmó, Yana, al final de la noche estaba comprometida con Paul. Al año siguiente se casaron y construyeron una casa cerca de la pequeña cabaña donde se conocieron donde vivieron felices.

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