EL SECRETO DEL MUNDO DE LOS SUEÑOS

102 5 4
                                    

Dos eran las entidades que habitaban el Mundo de los Sueños. Por un lado, se encontraban los soñadores, dioses de este mundo eterno, que visitaban sus dominios cuando la luz se desvanecía y la noche nacía. Creaban a placer, cincelaban el mundo, dando forma a sus sueños. Sin embargo, los soñadores tenían un enemigo común, las pesadillas, la segunda entidad. Las pesadillas eran seres cuyo único propósito de existir era destruir las hermosas creaciones de los soñadores: los sueños. Con el tiempo, estas criaturas oscuras se habían dado cuenta de que destruir un sueño hoy, significaba tener que destruir otro mañana. Así, decidieron dejar a los sueños en paz y enfocarse en destruir directamente a los soñadores.

De entre todas las pesadillas, había una que destacaba por su fanatismo y crueldad. Nadie conocía su nombre verdadero, pero todos le llamaban Monz. La mayor calamidad del Mundo de los Sueños llevaba años sembrando el caos. Nadie podía detenerle. Las demás pesadillas le rendían pleitesía. Desde la llegada de Monz, los soñadores habían dejado de ser los dioses de aquel mundo. Solo contaban con un minúsculo espacio seguro para sus creaciones, libre de toda oscuridad. Arsgalem, era como se conocía al último bastión libre de los soñadores.

Durante años, muchos héroes intentaron detener a Monz. Héroes con poderes extraordinarios creados por los soñadores. Todos ellos fracasaron. La mayoría de las pesadillas estaban compuestas por temor o envidia, pero la esencia de Monz únicamente se componía de dolor. Monz era la primera pesadilla, cincelada por el dolor, que no había perecido con el paso del tiempo. Nadie sabe cómo logró sobrevivir, pero lo consiguió. Los soñadores más antiguos decían que el secreto del Mundo de los Sueños era que la pesadilla más horrible nacía del soñador más puro.

Ahora todo llegaba a su fin, Monz avanzaba a gran velocidad hacia Arsgalem. La noche había caído. Era su momento. Todos los soñadores se encontraban allí, y cada vez eran menos. Sin embargo, el ejército de pesadillas de Monz se había multiplicado en los últimos años.

—Avanzad, mis súbditos —ordenó con una voz rasgada que rompía el silencio y la desolación del mundo—. Destruid todo rastro de sueño a vuestro paso.

Las pesadillas obedecieron. Surcaban el cielo estrellado, a la sombra de su señor. El mar de esmeraldas, que precedía al territorio de Arsgalem, quedó atrás. Allí, monstruos alados gobernaban el agua y daban caza a la menguada resistencia de piratas que aún permanecían con vida.

Las pesadillas tenían forma de nebulosas grises que corrompían todo a su paso. Monz tenía un objetivo. La recién proclamada princesa de Arsgalem era una luz poderosa que podía desafiarle. Debía destruirla antes de que sus sueños se hicieran fuertes. Elarya, decían los rumores que se hacía llamar.

Las murallas de Arsgalem ya se vislumbraban en el horizonte. Estaban formadas por agua cristalina. Las cataratas se elevaban en el aire, caían hasta romper contra el suelo, y volvían a ascender, protegiendo el reino de todo aquel que intentara destruirlo. Las pesadillas temían el agua, pero tenían formas de hacerla menguar.

Monz se detuvo y observó. Sus legiones lo hicieron tras él. La visión de Monz atravesaba roca y carne. Por más que analizó entre las fantasiosas y bellas construcciones, no consiguió localizar a la princesa Elarya. Sin embargo, percibió una fuente de luz imperecedera. Rugió mientras la luz permanecía intacta, rodeada de oscuridad. Su dolor se incrementó y su forma de nebulosa se materializó. Un ser de aspecto humanoide apareció sobre la roca en la que había estado la nebulosa. Su piel bronceada, su cuerpo musculoso, sus largos cabellos de color carmesí, sus finos ropajes de tela, y su mirada cargada de malicia, hacían de Monz una calamidad.

—Comenzad —ordenó a las demás pesadillas.

Las legiones de pesadillas se materializaron como él había hecho. Emergieron dragones, centauros, formas demoniacas con cientos de cuernos, y seres humanoides como Monz. Todos alzaron su poder hacia las murallas de agua. Centenas de rayos negros brotaron y volaron a través del espacio. El impacto hizo retumbar el Mundo de los Sueños, pero las murallas de Arsgalem resistieron. De su interior, emergieron flechas de luz azulada. Muchas alcanzaron a las pesadillas, las cuales no consiguieron sobrevivir a la luz, y perecieron, convirtiéndose en polvo.

El Secreto del Mundo de los Sueños [RELATO CORTO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora