Capitulo 1

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Todo comenzó el 19 de junio, un día antes de la celebración del inicio del verano. El día en el que se sumaba una nueva cuenta a mi calendario y al de la familia Walker.

El día del fallecimiento de mi abuelo.

Todo pasó de una manera tan rápida e inesperada que aún pienso que fue un sueño, aunque caigo a la realidad cada día que bajo las escaleras y no encuentro a mi abuelo en el sofá con su habitual periódico y taza de café.

Era un día soleado, obviamente, ya que estaba empezando el verano, como siempre me desperté con la fastidiosa falta de aire causada por mi hermano menor al tirarse encima de mi para levantarme.

—¡Buenos días!– gritó emocionado mi pequeño Rudy con una enorme sonrisa. No me quedó de otra que hacer lo mismo para que no se sintiera triste.

—Buenos días, Rudy.

—¡El desayuno ya está! Mamá me pidió que viniera a despertarte para que no te lo perdieras, otra vez— reí ante el comentario del castaño y me senté en la cama, bajándolo de encima mío y colocándolo en el suelo.

—Bajemos, me muero de hambre— me levanté. Rudy me hizo ademanes pidiendo que lo cargara, y, con el pesar y la pereza mañaneras lo tomé en brazos como un niño pequeño—Cada día pesas más— comenté abriendo la puerta de mi habitación.

—¡Es que ya estoy creciendo!¡Ya soy un chico grande, como Dominique!

—Oh, ¿en serio? Sigues igual de enano que ayer— burló mi padre pasando por nuestro lado bajando las escaleras más rápido. Yo tenía a Rudy, así que no podía apresurarme mucho por miedo a caernos y rodar escaleras abajo.

—¡Papá!— gritó ofendido— ¡Tú sigues igual de molesto que siempre!

—Ugh, golpe bajo para Walker— se burló mi abuelo desde el sofá. 

—¿Cuál de todos?— pregunté con gracia bajando a mi hermano.

En esta casa vivíamos siete personas, y las siete con el mismo apellido. Perfectamente podrían tocar la puerta preguntando por Walker, que íbamos a salir todos si no especificaba.

—¿Por qué no me ayudan a poner la mesa y dejan de jugar?— ordena mi madre terminando de hacer un huevo en la sartén.

Dominique y yo nos miramos, sabiendo que nos tocaba a ambos hoy. Señaló la mesa y luego a mi, para luego señalar el refrigerador y señalarse a si mismo. Yo asentí sin ningún problema.

Quité y doblé el mantel con estampado de rosas, unos segundos después apareció Dominique con una gran jarra de jugo de naranja en una mano y cuatro vasos en otra.

—Sal del medio, van a caerse— dijo él nervioso esquivando mi cuerpo. Primero puso los vasos y luego cuando estuvieron bien a salvo puso la jarra en el medio de la mesa. Después llegué yo con los tres faltantes y los organicé junto a los otros.

Los gemelos y mi abuela estaban sentados en el sofá con mi abuelo viendo una película animada que estaban transmitiendo. Mi padre traía los platos con el desayuno mientras mi madre apagaba la estufa y venía detrás de él con otros dos platos. Dominique me pasó uno de los que quedaban y él tomó otro, ambos los pusimos en sus lugares correspondientes en la mesa.

—Está listo— dijo mi madre antes de sentarse.

Aquellos cuatro se levantaron del sofá y vinieron a desayunar con nosotros.

—Hoy voy a salir con David y los chicos— pronunció Dom. Era una costumbre hablar sobre lo que íbamos a hacer el resto del día mientras estábamos reunidos desayunando.

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