Las cartas de acceso a la universidad se acumulaban en el suelo, frente a la puerta de entrada de la casa de los Trastámara. Cartas que habían llegado a la vivienda de la destinataria, pero nunca a la propia destinataria.
Miriam las ignoraba, esa pila de sobres blancos y marrones era como un mueble más de la casa. Ya sabía lo que decían todos. Una retahíla de halagos y felicitaciones falsas, seguido de una petición para unirse a su prestigiosa, prestigiosa universidad, a la que solo acudían unos pocos cientos de jóvenes adultos.
A Miriam no le costaba esfuerzo aprender, pero eso no se lo hacía más fácil, al contrario, se aburría. El instituto fue un paseo para ella, un paseo sin mucha complicación, pero largo y aburrido. Y, sobre todo, solitario.
La soledad nunca fue un problema para ella, al contrario, la disfrutaba mucho. Es por eso que sola es como se encontraba ahora mismo, en su dormitorio, del que solo salía para comer o trabajar.
"¡Miriam, Vicky, a poner la mesa!"
Y esa era una de las dos situaciones.
La castaña se incorporó de la cama, uno de los pocos muebles en su habitación, y salió por la puerta a paso tranquilo. Vio pasar por delante de ella a Victoria, que ya se le había adelantado a toda prisa.
Para cuando Miriam había bajado las escaleras, la mesa ya estaba puesta, la comida encima de esta, y su hermana sentada, mirándose en el reflejo del móvil mientras se arreglaba el pelo frenéticamente.
—Mamá, papá, yo como rápido, que he quedado a las 4 con Javi —dijo Victoria, aún con la vista fija en el teléfono, mientras los padres y Miriam se sentaban también a la mesa
—Con tranquilidad —le dijo el padre, haciendo un gesto— Además, tenemos que decirle algo importante a Miriam, ¿recuerdas?
Milagrosamente, la pelinegra despegó la vista del teléfono, y su mirada — una mirada que decía "que esto termine lo antes posible" — cambió a dirigirse hacia su hermana.
La madre fue la que comenzó a hablar, con un tono que sonaba entre esperanzado y nervioso.
—Bueno, Miriam, cielo, sabes que te han llegado varias invitaciones de acceso a universidades, ¿verdad? —preguntó, sonriente
—¿Esas cartas? —dijo la castaña en tono serio, mirando su plato de comida— Si, supongo
—Ya sabes que no vamos a obligarte a estudiar si no quieres, pero... —el padre intervino, e hizo una pausa— El otro día vinieron a entrevistarnos unas señoritas de una universidad especialmente buena...
—¡Y nos encantaría que le dieses una oportunidad! —la madre terminó la frase de su marido alegremente
"Ni de coña"
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Don't Play Brave
ActionLa vida de Miriam, una cajera de pocas palabras y gran inteligencia, da un giro de 180 grados cuando es puesta en el punto de mira de la Dark Phantom Brigade, la mayor agencia de espionaje de Europa. Formará equipo con Mary, una universitaria expert...