CAPÍTULO 24

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Lucienne

Resulta que al final Cassia me había llamado para decirme el día que vendría al pueblo y de eso ya había pasado una semana. Había tenido tiempo suficiente para preparar todo y darle la noticia a Theresa y Andrew.

Al principio me daba un poco de vergüenza, sentía que ya había dado las molestias necesarias pero si hay algo que mi mejor amiga no aceptaría es precisamente eso, un no. Además muy en el fondo yo quería que viniera, así que en la hora de la cena traté de repasar en mi mente lo que les diría a ambos y cuando lo hice, reaccionaron tal y como esperaba; felices de que alguien más viniera y me diera un poco de alegría. La madre de Andrew era la más emocionada con el asunto.

Ahora estaba terminando de acomodar algunas almohadas sobre la cama en la que mi amiga dormiría. Los ventanales tenían unas hermosas cortinas blancas de encaje, eso le daba una atmosfera nostálgica, casi me sentía como en una de esas películas de época y eso me hacía sentir como una especie de intruso en mi propia vida.

Con ese pensamiento presente en mi mente fui hacia el pequeño tocador que estaba cerca de la ventana. Mientras colocaba unas cuantas cosas básicas en una canasta pequeña de mimbre observaba de vez en cuando hacia afuera. Ahí estaba Andrew, cortando los rosales de su madre y tratando de darles alguna forma, él lo hacía parecer el trabajo más importante del mundo y yo, en cambio estaba aquí arriba sacudiendo polvo y doblando sabanas con una precisión que parecía casi obsesiva. Como si lo hubiera hecho un millón de veces antes.

«Esto es ridículo» — pensé mientras alejaba la vista de él y tomaba la colcha con estampado en mis manos, alisándola como por cuarta vez. Era la casa de Andrew no la mía y sin embargo, aquí estaba yo arreglando un cuarto de visitas como si fuera la dueña y pudiera hacer las cosas a mi antojo, y él cortando rosales, como si lo hiciera cuando cualquiera que no fuera yo estuviera presente. 

No podía evitar sentir una sensación agridulce. No era una mentira que me encantaba estar aquí, en este gran y acogedor espacio, pero sabía que no pertenecía aquí, entonces ¿Qué eran todas estas sensaciones que estaba experimentando? Sentir todo esto era como uno de esos días en los que sentías el estómago extraño, no estas enferma pero sientes como si así fuera, ni siquiera sé si alguien podría llegar a entender lo que estaba explicando. Esta casa estaba llena de recuerdos, de la familia de Andrew y sobre todo él.

Me detuve un segundo mientras tomaba un ramo de flores de lavanda y me sentaba en la orilla de la cama para colocarlo en el jarrón sobre la mesa de noche. Volví a levantar la vista y él seguía ahí, solo que ahora se echaba el cabello para atrás mientras se ponía una mano en la cintura de forma muy masculina, supongo que descansando.

Aparte la vista porque siendo honesta, eso le estaba haciendo estragos a mi corazón y porque además un repentino nudo creció en mi garganta al darme cuenta de todo esto, lo que no había tenido tiempo ver o lo que no quería volver a imaginar... De alguna forma estaba imaginando como sería vivir aquí de forma permanente. Estando aquí sentada y él allá afuera... parecía una rutina diaria, como si Andrew y yo fuéramos un viejo matrimonio, compartiendo día tras día...

«Recordándome que esa historia no fue para mí.»

Esa idea hizo a mi corazón caer un pequeño pozo oscuro pero con la luz suficiente para que se calentara. ¿Será que me había acostumbrado a la rutina que compartíamos juntos? ¿En las pequeñas cosas que él hacía por mí? Él tenía una forma única de hacerme sentir segura y querida. Y aunque hubiéramos compartido un beso que podría catalogar como salvaje — nunca me habían besado así — no habíamos hablado de nuestro futuro explícitamente. 

—¿Lucienne? — salí del trance al escuchar su voz.

—Andrew —hablé sorprendida. Estaba tratando de deshacerme de este estúpido nudo en mi garganta —. Pensé que estabas ocupado.

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⏰ Última actualización: Jul 13 ⏰

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