10. Debilidad

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Revista de sociedad de Miss Whispers

Las bodas y las campanadas no siempre llegan a su máxima consumación. Y a veces, para algunas parejas disparejas, la anuación de un compromiso podría ser lo mejor que les haya pasado.

Esta semana anuncio los compromisos de la señorita Jules con Lord Peters, también el anuncio del compromiso de la señorita Cressida Cowper con Lord Greers fue dado por el clérigo en una de las capillas de Londres. Ambas parejas debemos admitir que son tan opuestas como la noche y el día, o, en el caso de la señorita Cressida, la juventud y la vejez, pues ella apenas está en la primavera de la vida mientras Lord Greers es conocido por ser tan anciano como para conocer la historia de la fundación de Inglaterra desde sus inicios.

Y sobre la mayor de las Jules, Willeminha, es demasiado lista para Lord Peters que, como bien sabemos, no suele ser de pensamientos muy brillantes.

Si bien esta autora puede presentarse como una cínica respecto a los matrimonios, lo cierto es que hay una ligera verdad que todos deben meditar y es la siguiente: ¿No durarían más los compromisos y los matrimonios si los contrayentes tuvieran al menos cosas en común? No olvidemos como terminó Mary Escomb, actual condesa de Fulton quien no tenía nada en común con su esposo, ya que ella era más del campo que de la ciudad y ahora ella vive en una cabaña en Cornualles mientras su esposo pasa meses sin pisar la casa de su esposa y cambiando de amantes en la ciudad. O el caso de la señorita Penélope Featherington y el señor Colin Bridgerton, quienes no llegaron al altar por compartir ideas muy divergentes, ya que él quería dejar Inglaterra para asentarse en Turquía mientras la señorita gustaba de ir a fiestas, el cotilleo y disfrutar de la sociedad.

Quizá si las parejas dejaran a esta autora formarlas tendríamos matrimonios más estables.
Los observo, y sé quienes podrían hacer un excelente enlace.

Y hablando de enlaces... ¡Ansío ver pronto el de la señorita Eloise!

Saludos cordiales, miss Whispers.

***

Colin sabía que ningún ser mágico lo ayudaría en ese momento por mucho en que los sobrinos de Sir Phillip insistieran en que las hadas existían.
No habría nada ni nadie con poderes que lo ayudaran a sobrevivir el resto de la semana, y si iban a ayudarlo se estaba llevando una gran decepción. La noche que acababa de terminar había sido tan difícil de superar como las anteriores.
Justo al pie de la escalera vio a Penélope junto a Alfred Debling, aquel rubio pomposo y peculiar, compartiendo un beso.
Luego la vio despedirse y subir y tuvo que ocultarse para que aquel hombre no lo viera.
Buscó evitarla al día siguiente y el día después de ese. Penélope merecía ser feliz y él no quería arruinarle eso.
Aquellos días que faltaban para la boda fingió no tener ningún problema por estar en la misma habitación que su primer amor, pues, aunque no la veía todo el día, a la hora de la cena se veían en el comedor. Tenía que lograrlo, pero desempeñar el papel de caballero despreocupado mientras ella estaba con otro hombre le estaba costando mucho, a pesar de que sabía que hacer otra cosa no le serviría de nada.
Su hermana no era muy buena con él porque le recordaba quién había tenido el corazón de Penélope, y su constante burla hacía que las veladas fueran interminables.

Y esa en particular había sido la peor de todas. La tensión había llegado a puntos insostenibles y cuando el reloj dio la una y la reunión se disolvió, se sintió profundamente aliviado, pero cuando los invitados empezaron a retirarse a sus respectivas habitaciones, notó que no tenía ganas de acostarse. A pesar de que casi no podía dormir de noche, sino que pasaba largas horas escribiendo, todavía estaba demasiado nervioso para intentar dormir sus ocho horas.
Así que aquella noche se quedó en una de las terrazas. Si hubiera sido como Benedict o quizá como Eloise, habría terminado fumando un cigarrillo, pero no le gustaba ese vicio, así que acabó sentado con una botella y se servía tragos para beberlos mientras veía la luna alzarse en el cielo.
Colin caminó hasta la barandilla que había al final de la terraza para evitar que nadie se cayese al precipicio, se sirvió otro trago al poner la botella a un lado y bebió, apoyó los codos en la barandilla y se quedó mirando a las luciérnagas que se perdían en medio del bosque. La luna brillaba en la distancia y le daba un brillo plateado al bosque haciendo que se tornara casi mágico. A su espalda resonaban distintas voces dándose las buenas noches a través de puertas y ventanas abiertas.
Escuchó pasos y se giró notando a Penélope con su camisón puesto, llevaba una bata encima y también tenía los pies descalzos. -Ah, lo siento. Solo venía por aire fresco.
Colin se enderezó y para evitar chismes de pasillo, ella terminó ocultándose de las personas que pasaban pegada a la pared. Colin quiso sonreír, pero recordó de inmediato el beso de Penélope y Debling. -Veo que no te has ido a dormir, pero vas a eso.

Romancing Miss FeatheringtonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora