Capítulo 22

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La primera noche había pasado. Solo quedaban dos. Me dormí enseguida y bastante rápido, porque bebí un par de copas después de la cena; mientras el resto de gente entablaba conversación, yo solo me hacía amiga de la botella de Bombay a la que me había agarrado. 

No quería seguir viendo a Liam tonteando con Megan, no quería seguir sintiendo la mirada de Ben fija en todos y cada uno de mis movimientos y no quería pensar que había arruinado la posible amistad con John por ser tan ilusa de no haberle dejado las cosas claras desde el principio.

Mi vida se iba a la mierda otra vez, y está vez, no podría esconderme entre libros en una habitación. La vida de adulto es realmente complicada.

Aparto las sábanas de una patada, y froto mis ojos mientras bostezo girando mi cuerpo en el colchón para ver si Liam estaba en la cama de al lado.

Caerme de una cama nunca me resulta agradable, pero caerme con veintitrés años es realmente patético y desagradable. Gateo hasta mi maleta y rebusco en el neceser una aspirina que me trago sin agua.

Cojo unos pantalones cortos y una camiseta que dejaba mi abdomen al aire, y me encierro en el baño a lamentarme por las estupideces de la noche anterior.

Consigo llegar al comedor y servirme una taza de café y coger un donut, porque sí, yo lo valía y quería ahogar mis penas en algo más que alcohol.

—No deberías comer dulces pajarito, engordarás y ya sabes que no me gustan las chicas gordas.

Muerdo de manera exagerada mi donut mientras miro a Ben con cara de asco. Me da mucha satisfacción tener el valor de desafiarlo por fin, aunque sea por estar rodeada de gente, pero lo he hecho.

—Es una lástima que ya no tenga que preocuparme por gustarte Ben.

Su cara se contrae y se apoya en la mesa acercándose tanto a mí, que puedo ver las pequeñas motas verdes de sus ojos color miel, pero me felicito mentalmente de nuevo porque no muevo ni medio pelo ante ese gesto.

—Deja de provocarme. No querrás que vuelva a tener que enseñarte a la fuerza quien manda, ¿verdad?

Trago sin intimidarme mientras levanto la taza de café hasta mis labios, cosa que Ben interpreta como un desafío y no tiene más remedio que alejarse mientras su mandíbula se aprieta de manera visible para todos los de su alrededor.

Suspiro discretamente, y me percato de que Liam está sentado en la misma mesa que anoche. No sé a quién o que miraba, porque lleva las gafas de sol puestas y tiene una cara impasible, y quedarme esperando que dé la hora de la siguiente actividad del planing, no me apetece, porque significa tener que hablar con alguien y de verdad, sociabilizar a la fuerza no es lo mío.

Masticando el último bocado del donut, salgo del comedor, y me dirijo a la sala donde teníamos la charla de orientación. Nos han divido por grupos y tengo altas las esperanzas de que no me toque con Liam, o con Ben, o mejor, que no me toque con nadie que conozca y todo me resultará más sencillo. Al menos si me juzgan no me importará realmente lo que piensen.

Cuando llego a una pequeña cabaña en medio de la nada, y digo nada porque literalmente está en medio de la nada, rodeada de arces, abetos y piedras, entro, y veo a un chico que tendrá unos pocos más años que nosotros preparando un círculo con diez sillas.

—Aún falta media hora para empezar. —Dice sin girarse cuando me escucha.

—Lo siento, es que estaba viendo con quienes me tocaría y pensaba que no pasaba nada por entrar. ¿Dónde está la lista?

—En el comedor.

Resoplo sonoramente. Volver al comedor es algo que no me apetece, ya me enteraré de quienes están en el mismo grupo cuando aparezcan por la puerta. Balanceo mi cuerpo sobre mis pies adelante y atrás manteniendo mis manos en mi espalda, y leyendo un sencillo cartel pegado en la pared. Sé que el chico me observa porque noto una pequeña punzada en la nuca, pero sinceramente, prefiero hacerme la tonta y quedarme aquí en este silencio incómodo que no me importa porque este chico no me importa.

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