Prólogo

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Lo que voy a hacer hoy lo llevo planeando meses y por fin hoy es el día. Salgo de la habitación, miro una última vez el lugar donde muchas veces fui feliz, pero ya no más. Me había encadenado sin darme cuenta, me estaba privando de ver la belleza del mundo y sin más, cierro la puerta dejando mi pasado atrás.

En camino al aeropuerto, vibra mi teléfono en el bolsillo. Lo saco con temor a que sea él. Mis manos sudan y el pulso de mi corazón se acelera, era él.

- Hola amor - lo oigo decir al otro lado de la línea - ¿Dónde está mi princesa que no está en casa?

- Amor, estás en casa - estaba nerviosa y se me notaba más de lo que pensaba.

- Bueno, sí estoy en casa. Quería que fuera una sorpresa, pero bueno, ya se arruinó.

- Salí de compras, dentro de 30 horas regreso - miento y se nota. Siento que se va a dar cuenta.

- Está bien princesa, no te preocupes. Yo te espero - no podía salir tan bien mi mentira, tenía que hacer algo para que me lo arruinara. La voz del chófer: "Señora, le aviso que ya llegamos al aeropuerto. Son treinta dólares con cincuenta centavos". Todo mi plan se fue por el inodoro - ¿cómo que en el aeropuerto? ¿Qué haces ahí? Dime ya - su voz se escuchó tan furiosa que mi instinto fue cerrar los ojos, esperando algo que no iba a pasar porque él ya no estaba. Me di cuenta de eso y esa sensación de libertad se sentía estupenda. No esperé ni un minuto más escuchando sus insultos, le colgué sin más, sin decir un adiós o un gracias por los golpes.

Le pago al taxista dejándole un obsequio - "Este es mi teléfono, es de usó. Puede que le sirva de algo, lo puede votar o vender. Seguro le dan unos dólares" - el hombre quedó indeciso pero lo aceptó. Eso fue lo último que hice en el país que me vio crecer.

Ahora sí podía decir que todo quedó atrás, que podía pasar página y olvidarme de lo que había pasado. A más de dos mil pies de altura quedó todo mi pasado: mi familia, mis padres, mis amigos, mi trabajo y no se puede olvidar mi primer amor que fue un total fracaso. No digo que siempre fue así, pero ahora tengo presente que todo lo que brilla no es oro, que nada es color de rosas, pero eso no significa que es el final. No niego que lo pensé por un instante, pero me di cuenta de que soy muy joven para darme por vencida. Nunca se pueden dejar vencer por un idiota abusivo, ni mucho menos dejarse intimidar. Sé que suena fácil, pero para poder llegar donde estoy ahora me llevó tres años de abuso físico y mental. No es nada fácil, pero lo logré.

Me perdí buscando ese lugar feliz, pero no era ahí. Ahora una vez más salí en busca de mi felicidad.

Admiro como cada segundo nos vamos alejando de donde alguna vez fue mi agarre perdida en mis pensamientos y sin regreso atrás una voz masculina me saca de mi zona de confort.

- Señorita, ¿le molesta si me siento a su lado? - solo asiento, no tenía deseos de mirar a nadie a la cara ni mucho menos de entablar una conversación. Tomé la opción de ignorar a todos y concentrarme en mí - no sé si la moleste, pero es que una señora se sintió mal - yo no quería saber por qué se sentó a mi lado y aunque lo ignoraba él seguía hablando- entonces le di mi puesto en la primera clase como tiene más espacio; en fin, esto concluyó en que me senté contigo al verte tan sola - él seguía hablando sin parar y al parecer no se callaría si no le ponía límite.

De la nada me giré quedando cara a cara con él, quedando impactada con su físico. Por un instante se me olvidó todo, pero sin más le solté: "Está mejor sola, cállate. No me interesa tu vida". Después de hablar me di cuenta de que lo dije demasiado alto, llamando la atención de todos.

- Perdón si te molesté - fue un momento muy incómodo. Se puso sus audífonos que tenía colgados en su cuello y sin más me dejó tranquila así tan fácil. Por mi parte volví a tomar la misma posición de antes olvidándome de lo que había pasado.

- Señorita, despierte.

- ¿Qué carajos pasó? - la asafata sonrió dándome la señal de que ya no tenía más paciencia - disculpe, me quedé dormida.

No se preocupe, es normal. Hace un minuto que despegamos, al parecer su compañero no la despertó.

Ahora que ella lo menciona, aquel chico parlanchín era un dolor de cabeza.

- Gracias.

Cuando estoy al punto de bajar del avión, la chica que hace un momento me despertó me llama.

- Señorita, se le quedó su mochila.

- Perdón, ¿qué mochila? -. No sé qué pasó, pero algo en mi interior me impulsa a mentir - "Casi la pierdo, gracias".

Cadena Perpetua (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora