Aquella melodía era tan dulce... tan mortal para todo aquel que la escuchase. El interpretante podría ser un víctima de la hechizante instrumentación.
La danza se convirtió en una tortuosa y excitante forma de demostración del sentimiento que puede...
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La danza siempre fue algo que a Jeon Jungkook le gustaba, pero hubo un tipo en especial que lo atrapó, que lo enamoró y apasionó.
Nunca había escuchado un tango, pero Gardel supo ponerle los pelos de punta. Cada nota que salía de aquella canción, hizo que un fuego dentro suyo hiciera acto de presencia.
Amó el tango, su baile lo consumió por completo, aquella danza lo llevó a recorrer un gran camino; no por nada se había convertido en uno de los mejores bailarines del tango.
A todos enamoraba con sus movimientos, los hipnotizaba cada vez que sus piernas, caderas y manos hacían un sutil desplazamiento al ritmo de la canción. No existía persona que mirase a Jeon y no quedase encantado, eso era algo que aborrecía Kim Taehyung; odiaba cuando veía en los ajenos excitación al observar al pelirrojo expresar su arte. Trataba de no hacer nada que lo pudiese perjudicar al ser solo un pianista contratado por la agencia que Jungkook trabaja.
Pero, ¿cómo podía hacer para acercarse a su bella peonía?, ¿cómo hacer para que nadie lo mirase?, ¿cómo hacer para deshacerse de los pretendientes de aquella preciosa flor?, ¿cómo hacer para poder tocar aquella piel tan suave que abría el apetito del pianista?
Kim Taehyung no sabía cómo, pero haría hasta lo imposible para darle una respuesta a esas interrogantes.
Jeon Jungkook, baila las melodías que te brindo hasta que tus pies sangren, hasta que tus huesos duelan... hasta que por si solo te reclames como mío, mi preciosa peonía.
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