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Capítulo largo
(1/2)
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Karina no podía evitar recordar el pasado mientras caminaba de regreso a su apartamento después de una agotadora jornada en la cafetería. Su mente vagaba, inevitablemente llevándola a uno de los recuerdos más dolorosos de su vida.

Cada vez que veía noticias de héroes en acción o escuchaba a alguien alabarlos, una oleada de amargura la invadía. Recordaba claramente cómo, en lugar de sentir admiración o gratitud, solo sentía rabia y una tristeza abrumadora. Su vida había sido marcada por esa pérdida, y la promesa silenciosa de nunca confiar en los llamados héroes la guiaba en cada decisión que tomaba.

De vuelta en su apartamento, se permitía unos momentos de vulnerabilidad. Cerraba los ojos y recordaba el dolor, no por su muerte, sino por los momentos felices que compartieron. En esos breves instantes, el odio y la tristeza se mezclaban, creando una mezcla compleja de emociones que solo ella entendía completamente.

Se dejó caer en el sillón de su sala, las lágrimas rodando por sus mejillas. Miró el anillo de promesa que le habían regalado en su decimoquinto cumpleaños. Lo sostuvo con delicadeza, sus dedos temblando mientras revivía el momento en que él se lo dio.

Ese recuerdo, lleno de amor y esperanza, contrastaba dolorosamente con la realidad de su pérdida. Karina apretó el anillo contra su pecho, sus sollozos llenando el silencio de su apartamento. En ese momento, el odio y la tristeza se mezclaron con la añoranza y el amor, creando una mezcla compleja de emociones que solo ella entendía completamente.

Esa noche, intentó ahogar sus penas en alcohol y nicotina, una rutina que conocía demasiado bien.

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Narrador Karina

Me desperte al día siguiente con un dolor de cabeza pulsante. Me di cuenta de que era tarde, el sol ya alto en el cielo. Al levantar la vista, vi botellas de licor vacías y colillas de cigarrillos esparcidas a mi alrededor. Maldeci a mí misma, me frote las sienes, intentando aliviar el dolor.

Con un suspiro profundo, me levante tambaleante del sillón. Note mi maquillaje escurrido por las lágrimas de la noche anterior, dejando rastros oscuros en mí rostro. El reflejo en el espejo me devolvió una imagen que detestaba: ojos hinchados, rímel corrido y una expresión de desolación.

-Maldición -murmuró mientras me dirigía al baño.

El dolor de cabeza era insoportable, una consecuencia de mi intento fallido de ahogar mis penas en alcohol. Mientras me lavaba la cara, el agua fría ayudando a despejar un poco la neblina de mi mente, no pude evitar pensar en lo patética que me sentía. A pesar de mi fortaleza física y mi fachada de dureza, había momentos en los que me desmoronaba por dentro.

Después de asearme, recogi las botellas y colillas, despejando el caos que había creado la noche anterior. Mientras limpiaba, mi mente volvía a vagar por los recuerdos dolorosos. Intentaba concentrarme en la humeante taza de café frente a mí, pero me resultaba imposible debido al insoportable dolor de cabeza; sin duda, sería un día largo.

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Las semanas pasaron y aquel sujeto no volvió a aparecer. Una parte de mí se sentía un tanto decepcionada y, por otra parte, aliviada. Me regañaba a mí misma por darle tantas vueltas al asunto. Ni siquiera lo conocía; podría ser un ladrón o un asesino. Aunque ciertamente tenía el presentimiento de que lo conocía, no podía recordar de dónde.

Cada día en la cafetería transcurría con la misma rutina. Los clientes habituales venían y se iban, y yo seguía cumpliendo con mi trabajo con precisión. Sin embargo, no podía evitar que mi mente volviera a aquel extraño. Había algo en su mirada que me resultaba inquietantemente familiar.

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