capítulo 34 La posada

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       Estaban llegando al hotel. Salieron de la estación del tren 161 st Street-Yankee Stadium, específicamente de la línea subterranea Concourse de IND. Después de quince minutos caminando, más o menos, ya estaban en el vestíbulo del hotel. No era un hotel lujoso, modesto más bien, aunque con cierto comfort de lujo. Posteriormente, a juzgar por la condición como estaría la habitación de ellos dos, y las facilidades como pequeño gimnasio y lo del servicio de desayuno incluído; debía ser un hotel tres estrellas.

-How can i help you- le dijo un recepcionista del hotel que estaba detrás de un mostrador.

-Hay patrón, ék habla muy rápido el inglés. No entendí casi nada. Tú hablas inglés, aunque no te he escuchado hablarlo desde que llegamos a Nueva York- dijo Fausto dirigiéndose a don Miguel.

-Gentlemen,I repeat, how can I help you- les dijo el recepcionista.

-Disculpe señor, usted habla español? Do you speaki english?- le preguntó Fausto.

El recepcionista le contestó con el ceño algo fruncido:

-Look at me, do I look like someone who speaks Spanish?

    Fausto, mirando a don Miguel, dijo:

-Casi no entendí, pero su actitud, de eso sí sé, no importa el idioma. Nadita me gusta su actitud, patrón.

    Don Miguel finalmente se insertó en la conversación, dirigiéndose al recepcionista:

-Mister?

-Mister Vance, Robert Vance.

-We have a room reserved in this hotel.

-Whose name is the reservation in.

     En ese instante el recepcionista brevemente dejó de atenderlos para atender una llamada telefónica. Fausto aprovechó para halar a un lado a don Miguel y preguntarle en voz baja:

-Qué él le dijo patrón?- Don Miguel le contestó también en voz baja:

-Preguntó a nombre de quien está la reservada la habitación.

-Patrón, recuerde decirle que usted se llama Miguel Iturregui.

Exaltado, don Miguel le dijo:

-Qué? Soy Don Quijote, ilustre caballero.

      Algunos en el lobby se les quedaron mirando, aunque el recepcionista ni se inmutó, seguía con teléfono en mano. Fausto le dijo a su jefe:

-Por favor patrón, debemos seguir de incógnitos en este reino, no revelar nuestras identidades. Además, tu identificación tiene el nombre de Miguel.

-Tienes razón, Sancho.

      En ese entonces el recepcionista volvió su atención a ellos de nuevo. Le volvió a preguntar por el nombre de a nombre de quién estaba la reservación. Tras contestarle que estaba a nombre de Miguel Iturregui, el recepcionista le pidió una identificación. Le mostró la licencia de conducir expedida en Puerto Rico. El recepcionista le pidió un pasaporte. Don Miguel se quedó perplejo. Ahí intervino Sancho:

-Entendí eso. Puertorican "no need passport in states. We american citizen like yu".

      El recepcionista de mala gana dejó caer la licencia en el mostrador. Fausto la cogió, se la dio al patrón, y le devolvió la mirada con ceño fruncido al recepcionista. Posteriormente el hombre le dio las llaves a don Miguel. Luego llamó a un maletero para que atendiera a esos dos huéspedes. Al principio el maletero arrastraba la maleta, mas no tan de inmediato se dio cuenta de que las rueditas de la maleta estaban bastante deterioradas y difícil para atrastrar, además emitía un sonido algo insoportable, como un chirrido. Terminó cargándo la maleta.

        Salieron del elevador, quinto y último piso. De allí, tras caminar por el pasillo, se dirigieron a una de las habitaciones. Inmediatamente después de abrir la puerta, Fausto cogió la maleta y despachó al empleado del hotel, no sin antes darle propina y agradecerle al sujeto, quien a juzgar por el acento al contestarle en español,  podría ser  oriundo (o descendiente) de algún país de centroamérica.

-Es angosta la habitación- dijo don Miguel.

-Yo gogleé ayer sobre los hoteles. Realmente el precio vale la pena. El pie cuadrado en esta ciudad es costoso.






      

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