Lo que no pudo ser

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Esta alternativa moderna de ONyPH está basada en Estoy aquí de Shakira.

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Los Hispania de Iberia saben que es cuestión de tiempo antes de que la empresa de que tanto se enorgullecen, Hispanoamérica Co., caiga irremediablemente en la quiebra. Ni siquiera la prosperidad de las filiales de que dispone la matriz podrán salvar a la compañía entera. Tampoco les servirá de algo tener una siguiente generación numerosa si ninguno de sus miembros es considerado apto para asumir el liderazgo y salvar el honor familiar. En efecto, el cabeza de familia de esta rama, el señor España Hispania de Iberia, procreó cinco hijas con su difunta esposa. Todas muy bonitas, según la opinión popular, pero ninguna con posibilidades de salvar a la compañía. Las dos mayores muestran cierto talento y sagacidad, pero les hace falta experiencia para establecer y mantener la estabilidad necesaria que inspire confianza a los accionistas. Las tres menores restantes brillan por su desinterés en el bienestar de la empresa. Más aún, las dos más jóvenes gastan sin moderación lo que obtienen de sus puestos en la empresa en proyectos sin futuro. Tal parece que sólo están a la caza de algún hombre de buen ver que las halague. Mientras que la hija de en medio ha preferido hacer carrera académica que incursionar en el mundo financiero.

Cierto, en pleno siglo XXI tener dos hijas capaces y dispuestas a cargar con el legado de la Dinastía Hispania no tendría que ser un problema. Desgraciadamente, sin la aprobación de la muy conservadora mesa directiva (compuesta en su mayoría por los ancianos de la familia) para el nombramiento de una heredera Hispania, las posibilidades de que Hispanoamérica Co. permanezca en la línea del señor España son inexistentes. Dada la inutilidad del número, la familia pasa por la desesperación de obtener un heredero. Para la mesa directiva el caso no es insalvable. El hermano menor del señor España, el señor Portugal, es una muy buena opción. El hombre en cuestión tiene un hijo, a quien se considera seriamente hacer entrega de lo que por décadas ha pertenecido al primogénito de los Hispania. De ese lado de la familia, ni padre, ni hijo han dado muestra alguna vez de querer perpetuar el negocio familiar o de reconectar con sus parientes más cercanos. Han pasado décadas desde que el señor Portugal se separó de la familia y fundó su propio imperio industrial. Su hijo no hace mucho que se ha casado y, junto a su esposa, se dedica a fortalecer la industria de su padre. Incluso está esperando a su primer hijo. Hay que añadir que parecen poseer una pericia superior a la que podría tener cualquiera de las dos hijas de España.

Fue por una situación tan delicada como ésta que el señor España, ante lo humillante que le resulta la comparación y las perspectivas a futuro, tomó la decisión apresurada e imprudente de contraer segundas nupcias. Para alivio de sus hijas mayores, la nueva señora De Hispania trajo consigo un vendaval de renovación y modernización en beneficio de las finanzas de la compañía. México y Perú agradecieron enormemente la elección de su padre, pese a haberla desaprobado en un principio. Sin embargo, poco les duró el gusto.

Al poco tiempo, constataron que su nueva madre seguía una agenda propia. La señora Francia estuvo haciendo lo necesario para generar sólo la impresión de estabilidad financiera suficiente. Lo hizo únicamente con la mira de obtener alianzas que hicieran realmente la labor de inyectar capital y reintroducir la compañía al mercado. Para cuando comprobaron que ése era de hecho el caso, era demasiado tarde para prevenir sus consecuencias. Lo único que quedaba era conseguir las dichosas alianzas. Cosa que la nueva matriarca esperó que corriera por cuenta de las hijas de la familia. Las hijas mayores, las únicas que valen la pena, le servirían magníficamente para su propósito. La chicas son lo suficientemente atractivas por sus cualidades y posiciones en el orden de sucesión para demandar el apoyo necesario en el contrato prenupcial. Y lo mejor de todo: supo desde el principio por cuál de las dos empezar.

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