Llegaron a París. Eso que dicen de que se respira un aire inigualable era verdad. La magia se apoderaba del ambiente y de la gente que la visitaba.
Como habían llegado tarde, nada más pisar el hotel todos fueron a sus respectivas habitaciones. Al día siguiente les esperaría un día en el centro de París.
Noe y Eva conversaban sobre el viaje en sus camas y en ese instante alguien llamó a la puerta; como no, Javi...
Llevaba el pijama pero incluso con el pijama para Noe seguía siendo atractivo.
Al llegar dijo mientras se sentaba a los pies de la cama de Noe :
-Buenas noches...
Le dio un beso en la mejilla y Noe se acercó para darle un abrazo. Noe podía oler ese perfume tan de él, tan masculino pero a la vez dulce. Como él era. Ella cerraba los ojos (como se hace en los mejores abrazos) y rezaba para que ese momento fuera eterno.
Eva se levanto de su cama, salió, y cerró la puerta. Se fue a dormir a la habitación de las chica de al lado, que estaba sola y sobraba una cama. Era una buena amiga y sabia que era lo correcto dejarlos solos y no estropearles la ocasión.
Javi escucho la puerta, y se acurrucó al lado de ella. Se besaron por unos minutos y se fundieron en un tierno abrazo. Ella se quitó la camiseta y el le acariciaba la espalda sutilmente de arriba a abajo hasta desabrocharle el top.
Ella sabia que él era el chico correcto pero no podía evitar los nervios de la primera vez.
Ella dijo insegura:
-Es mi primera vez...
-No digas nada, solo relájate y déjate llevar -dijo dandole un beso para callarla.
Sería un secreto, su secreto. Entre ella, el y la torre Eiffel observándolo todo con la luz de la luna que se reflejaba en el ventanal.
Los dos nunca olvidarían esa noche tan especial, parecía un cuento de Disney.
El era su príncipe y ella la princesa. Pero ella esperaba que no le pasara como a la Cenicienta y el encantamiento desapareciera a la madrugada...
