𝒞𝒽𝒶𝓅𝒾𝓉𝓇𝑒 𝒹𝑒𝓊𝓍

13 2 0
                                    

—Lo siento mucho por pedirte esto de nuevo, cielo, pero otra vez no sé dónde se metió Marinette y, como siempre, no contesta su celular —explicó Sabine, en un tono sorprendentemente tranquilo para alguien cuya hija había desaparecido.

Sabine había pasado años preocupándose cada vez que Marinette desaparecía sin avisar. Al principio, el miedo la consumía, imaginando los peores escenarios y llamando a su hija sin descanso hasta que finalmente regresaba. Pero con el tiempo, las constantes desapariciones y el desgaste emocional habían hecho mella en Sabine. Ahora, aunque aún le preocupaba, había aprendido a resignarse. Marinette ya no era una niña y, si después de tantos años no había comprendido que irse sin avisar estaba mal, Sabine había decidido que poco podía hacer para cambiarla.

—¿Pero no le habrá pasado algo? Es decir, no es normal que desaparezca así como así, ¿no? —preguntó Vanessa, sintiéndose extrañamente alarmada por la situación. Le parecía surrealista que fuera ella, la más joven, quien estuviera más preocupada, mientras su tía se mostraba tan calmada.

Ya habían pasado dos semanas de su llegada a Francia y, afortunadamente, todo había ido de maravilla. La estancia allí se le había hecho tan amena y buena que tenía miedo que se tratara de una ilusión creada por su propia mente, pero a pesar de que se pellizcaba casi todos los días para comprobar que en definitiva no estaba soñando —tanto que incluso tenía una marca que parecía haberse vuelto permanente en el brazo izquierdo por sus continuos pellizcos—, no parecía despertar nunca de aquel interminable sueño, y tampoco quería hacerlo.

—Créeme, ya te acostumbrarás a las desapariciones de mi hija. Son casi tan frecuentes como los ronquidos de Tom por las noches —comentó Sabine, con una naturalidad que a Vanessa le resultó desconcertante, pero le creyó, puesto que las últimas semanas Marinette había desaparecido sin dejar rastro, solo para volver al poco tiempo como si nada hubiera pasado—. Ya no tiene sentido preocuparse. Se va por un par de horas y luego regresa como si nada, inventando alguna excusa que siempre finjo creer para no hacerla sentir mal. Si me preguntas, creo que tiene novio y teme decirle al padre, pero en fin, solo me queda esperar a que un día sea sincera y me diga la verdadera razón detrás de sus constantes desapariciones.

—Tarde o temprano te enterarás, nada se puede esconder por mucho tiempo —afirmó Vanessa, convencida de sus palabras.

—Eso espero, cielo, porque esto lleva ocurriendo desde hace más de cinco años y aún sigo sin tener idea de nada —respondió Sabine, con una mezcla de resignación y esperanza.

Mientras terminaban de hablar, llegaron a la parte trasera del mostrador de la pastelería, un lugar al que Vanessa se había ido acostumbrando poco a poco. Al principio, manejar la caja había sido un desafío, pero en solo dos días se había convertido en casi toda una experta. Atender a los clientes tampoco era tan complicado como pensó en un principio. Lo único difícil era recordar los precios, pero Sabine se había encargado de eso, preparándole una libreta con todos los precios anotados, un detalle que Vanessa le agradecía profundamente.

No se suponía que le tocara hacer ese trabajo; en realidad, era responsabilidad de Marinette, quien incluso recibía un sueldo por ello. Pero, como había desaparecido nuevamente, Vanessa se ofreció a ayudar. Sus tíos estaban dispuestos a pagarle por su tiempo, pero ella prefería la muerte a aceptar dinero por algo así. Era un pequeño favor en comparación con lo que ellos estaban haciendo por ella, proporcionándole un lugar donde vivir hasta que pudiera mantenerse por sí misma. Además, el trabajo no era difícil y le servía de distracción para alejarse de los pensamientos sombríos que solían nublar su mente.

— Cualquier cosa puedes ir a preguntarme, sabes que estoy aquí atrás cocinando —dijo su tía, mientras revisaba unos detalles en el mostrador—. Recuerda que el cuaderno con los precios está allí debajo de la caja. Si algún cliente pide algo que no está en el mostrador, diles que siempre podemos hacer pedidos especiales. Es una tradición familiar, y nuestros clientes más fieles realmente valoran esa atención personalizada. Ah, y no te olvides de...

Destinos cruzados / / Cat Noir ; Adrien AgresteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora