Prólogo
🎶 -Hurts like hell; Fleurie 🎶Los niños son pequeños seres inocentes que reciben todo de su alrededor y se moldean en base a ello.
Agatha era una niña que se había moldeado a base de la falta de atención de sus padres, el desprecio de los otros niños y una absoluta soledad. Tal mezcla causaba tantos estragos a la tierna edad de 9 años que, cualquiera con un poco de corazón, se habría apiadado.
La noche de Halloween era un día curioso para nacer, o así lo veía ella. A pesar de que los pequeños prefirieran pasearse por sus vecindarios en busca de dulces que asistir a una fiesta de cumpleaños, la madre de Agatha insistió en hacer una.
Puede que en el fondo la niña supiera que nadie asistiría, pero, ¿cómo evitar la emoción que comenzaba a llenar su pecho si por primera vez celebraría su cumpleaños, si sus padres le estaban dando unos minutos de su tiempo, si la casa estaba llena de preparativos de fiesta?
A tal punto llegó su ánimo que, después del mediodía, se encontraba mirando por la ventana junto a la entrada, con su vestido rosa de princesa, esperando a que alguno de sus invitados llegara...
De todas las atrocidades que pueden cometer los adultos, sin duda, una de las más crueles e inconscientes es: ilusionar a un niño. Tomar sus esperanzas para luego destruirlas.
Esa lucecita en la pequeña Agatha se fue oscureciendo tal como el mismo día, que al parecer, compadecido de la diminuta niña, desató con furia la lluvia sobre la ciudad.
Ahí quedó, encogida en una esquina, cerrando los ojos cada que uno de los gritos de sus padres, que discutían en la cocina, superaba al sonido de la tormenta.
Y como un rayo el timbre de la casa sonó.
Ella se levantó tan rápido que casi tropieza con su vestido un par de veces en el camino hasta la puerta. La cual abrió con la misma velocidad causándole un susto a la personita al otro lado.
Esa fue la primera vez que Agatha le vio, o al menos que le observó con detenimiento.
Frente a ella un niño de su edad, disfrazado de pirata, sostenía con esfuerzo un paraguas, mirándola con una combinación de timidez y fascinación.
—Hola —hablo él primero.
—Hola —le respondió sin saber bien que decir, bajando la cabeza y balanceándose en su lugar sujeta del pomo de la puerta. Ella no lo vio, pero el pequeño sonrió ante ese gesto, luego extendió la manito que llevaba escondida detrás de la espalda mostrándole lo que llevaba.
—Feliz cumpleaños —le dijo, dándole su regalo, el cual Agatha sujeto con ilusión admirándolo como si fuera su posesión más valiosa.
—Son del color de mi pelo —comentó emocionada ahora con más confianza.
—Sí, son claveles —mencionó el pequeño Nevian mirándola—. Claveles negros.
Continuará.

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Claveles Negros
Romance¿Cómo haces para lidiar con una explosión repentina de sonido donde, antes, reinaba el silencio a tal punto que te habías acostumbrado a él? Para Agatha funcionaba así, su silencio estaba conformado por aquel vacío en su pecho, el cual había creado...