La última vida en la que nos vimos.

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—Llámala, dile que venga— susurraba, ni siquiera eso, tenía que ser inaudible.

La miraba de reojo, no quería hacerle caso, que me viera así. Seguimos en silencio hasta que comenzamos a oír voces acercándose, una multitud.

Pensábamos que estábamos a salvo, habíamos construido un pequeño cuarto tras la cocina que por fuera parecía que no existía solo para este momento, pero no estaba segura de que en realidad pudiera servir.

—Anda, dile que venga, seguro ella nos puede ayudar— decía cada vez más fuerte ¿porqué alzaba la voz?

—No, no la voy a poner en peligro a ella también, entiende. Si algo pasa, alguna de nosotras debe vivir.

—¿Entonces muero también yo de paso?—alzó la voz. No, no. Estaban cada vez más y más cerca, gritos, sonidos, escuchaba todo al mismo tiempo. No se supone que nos escuchen, no deberían, no queda más.

—No, saldré. Me quieren a mi, tu quédate aquí encerrada. Por favor, por nada del mundo salgas o pueden lastimarte a ti también.

Le besé la frente y salí, estaban cerca, escuchaba sus pasos, la suela chocar con el camino de piedras, los planes del cazador pata entrar a mi guarida, pero aún tenía tiempo para sentir por última vez lo acogedor del cuarto, así que dejé a Helena en el escondite y me senté sobre una pequeña silla rota que había a medio salón, no la moví, sólo me senté.

Vi mis hierbas; lavanda, romero, manzanilla, orégano. Las aromáticas siempre son las más mágicas.

Su olor se mezclaba con el café que habíamos hecho no hace mucho y el pan que se había horneado en la mañana. Miel y avena, era especial. Lo había preparado sabiendo que era el último que comería y mandé con Benjamin, un pequeño que vivía cerca y le gustaba venir a comer a casa la mitad que me quedaba para mi amada, Ren.

Pensaba en ella, me volvería a perder de nuevo en esta vida después de las últimas dos que nos habían tocado lejanas. La próxima sería mi última, entonces, guardaba en mi corazón la esperanza de volver a encontrarla en ella, terminar mi viaje por la humanidad de una vez a su lado.

Imaginaba, nos recordaba viajando por la densidad del océano mental hasta llegar al pasado, nos habíamos visto hace dos días, en la fogata cantando a los espíritus del bosque pensando que nos encontrábamos solas.

No eramos malas, sólo éramos nosotras y la blanquitud de la magia, los elementos y la naturaleza pero ellos no lo entendían, se retorcian de miedo tan solo de pensar en cosas que para ellos son "humanamente imposibles". Solo espero que en la próxima vida nuestra magia nos una en la conciencia.

Estaban más cerca, ya casi llegaban. Me acerque con Helena para asegurarme que estuviera bien, era mi amiga desde que sus padres salieron del pueblo para buscar otro nuevo, sus creencias no les permitían seguir donde mismo, Helena decidió no ir, no estaba tan sumisa en esta como para decidir irse de donde creció. Habían pasado dos años sin saber de ellos.

Nos conocíamos de antes, había sido su hija en alguna vida anterior, así que en esta me  tocaba a mi protegerla.

—Te amo, Helena. Espero volverte a encontrar después. Dile a Ren que la amo y dale la caja que está guardada junto contigo. Te amo Helena, hasta la eternidad— intentaba no llorar, no sabia lo que harían conmigo, pero abrí la puerta y la abracé una última vez

—No te olvido, espero vernos una última vez después. Las cosas no tendrían que ser así— Ya lloraba sobre mi hombro cuando escuché que estaban afuera.

Sus uñas se aferraban a mi vestido, pero no podia quedarme ahí. Cerré el escondite con un mueble alto  y me alejé de ahí, caminé a la puerta principal, sin antes respirar por última vez el olor a café, té y hierbas que nadaba por la habitación y abrí.

La horda aun no terminaba de llegar pero el cazador ya estaba ahí, habían armas, fuego y escudos.

Bruja, me llamaban. Pero era una simple humana que entendía la divinidad y la magia.

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⏰ Última actualización: Jul 19 ⏰

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