CAPÍTULO 1: El velo de la ignorancia

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- Maldita sea - rugió.

Mientras me arrodillaba frente a él, podía sentir el suave terciopelo de la alfombra bajo mis rodillas y el olor a cuero de su sillón. Su mirada me envolvía, como una llama que me consumía por dentro.

Si, me arrodillada y no justamente para rezar o al menos no a un santo, sino a Maximus King, el multimillonario empresario más importante de Londres.

- Ya veo el por qué de tu nombre - susurré, mi voz apenas audible, mientras observaba su miembro en todo su esplendor. Era como una obra de arte, perfecto, poderoso y... grande.

Y si que lo era, creo que todo en él debería ser el significado de máximo, porque esta cosa si que lo era.
Ya no estoy tan segura de que esto quepa por completo en mi boca.

Él sonrió con suficiencia observándome desde arriba. Lo tomó en su mano y lo dirigió hacia mí rostro, acariciándome con él. Eso hizo que mi centro comenzara a palpitar ansioso.

- Abre - ordenó.

Y la verdad es que si no tuviera estos tragos encima hubiera protestado, pero parece que me he vuelto sumisa, aunque vamos con semejante hombre quien no.
Abrí lentamente mi boca, manteniéndole la mirada retándolo, parece averlo entendido porque anarcó una ceja para luego poner una sonrisa maliciosa.

Tomó mi cabello en una coleta con brusquedad, acercando mi rostro y de un empujón lo metió hasta que lo sentí en la pared de mi garganta, tomándome por sorpresa. Luego de dejarla por un momento ahí, comenzó a moverme a su ritmo, hice un gran esfuerzo aguantando las arcadas que me generaba su gran tamaño. Pero ni con eso logró que dejara de retarlo con mi mirada.

Hizo un gesto frustrado, retirando su delicioso miembro de mi boca, me tomó de los hombros levantándome del suelo y sin nada de delicadeza me empujó hacia la cama.
Separó mis piernas siendo ahora él quien se arrodilla, se inclinó para respirar profundamente mi aroma por encima de las bragas.
Gruñó satisfecho lo cual logro mojarme más de lo que ya estaba, de un tirón rompió lo que estorbaba entre su boca y mi coño. Si, mis bragas.

Alcé mi rostro para observarlo, él levantó su mirada conectando con mis ojos y así dio la primer lamida que iba desde mi entrada terminado en mi clítoris.
Lo que hizo que mi cabeza fuera hacia atrás cerrando mis ojos con satisfacción.
Eso pareció ser una señal para que comenzara a devorarme de manera bestial.

Algo dentro de mi comenzó a crecer, estaba alcanzando el orgásmo y... se detuvo. Abrí mis ojos cabreada y lo miré. Tenía una sonrisa de lado, maldito estaba demostrando que solo manda él, pero no iba a dejarme así, eso no. Tomé su cabeza para que continúe su tarea, pero arrebató mis manos aprisionandolas a cada lado de mi cuerpo.

- No acabarás así, lo harás conmigo clavado tan profundo dentro de ti que no gemiras, gritaras mi nombre - Susurró logrando calentar cada parte de mi cuerpo.

- Entonces que espera señor King - mi voz salió casi como un gemido pero logré que no temblara.

- Maximus - Gruñó, se ve que no le gusta que lo llame así, pero eso ya lo sabía por eso lo hice. Así que solo sonrei con altivamente.

Se paró acomodándose entra mis muslos, y de una estocada se metió por completo, logrando sacarme un grito junto con un para de lágrimas por el escozor. Esperó un momento a que me acostumbre al tamaño pero ni cuando lo hice comenzó a moverse desesperándome, lo miré suplicante.

- Dilo - bramó.

Volteé el rostro negándome a decirlo.

- Que digas mi maldito nombre o lo terminamos aquí. Y créeme porque yo no hago bromas. - sentenció

La Nueva Señora KingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora