Capítulo 2

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Recuerda Mikasa, el mundo puede ser un lugar cruel, pero también hermoso. No dejes que tus miedos te consuman, lucha por lo que quieres...

Esa voz..., la voz que siempre escucho en mis sueños. Sé de quién se trata, sé quién eres, pero ¿en donde te encuentras? No logro verte, todo se ve oscuro.

Mikasa, querida mía, debes despertar. No los preocupes más...

Hago mi mayor esfuerzo para correr hacia esa voz, pero me es imposible con tanta neblina. Volteo hacia todas partes y no la encuentro, todo está en silencio. Estoy cansada, mis pies me duelen demasiado para poder seguirte.

Solo dime la salida, no quiero estar aquí, me estoy asfixiando...

Mikasa...

Me desperté de golpe, sentí un mareo muy fuerte; me quede quieta unos segundos para poder recomponerme. Todo había sueño, pero se sintió demasiado real. ¿Qué había sido todo eso?

No me dio tiempo de responder cuando escuché una puerta abrirse abruptamente. Aún tenía la vista nublada por despertar.

—¡Gracias al cielo! Llama al señor Jaeger, dile que la chica ha despertado.— escuché decir a una mujer

Tratando de enfocar mejor pude visualizar una larga cabellera totalmente negra acercándose a mi. Apreté las sábanas con gran fuerza y utilicé la poca fuerza que tenía para arrastrarme hasta un rincón de la cama, la piel comenzó a erizarse. Me sentía en peligro, vulnerable.

—Tranquila.— dijo con las palmas abiertas —No quiero hacerte daño, estás con buenas personas. Te lo juro.—

Eso no me hizo cambiar de parecer, traté de levantarme para poder escapar de ahí. Pero las piernas no me respondían y pronto caí en cuenta tenía una de ellas vendada. ¿Qué había pasado? ¿Cómo es que llegue aquí y quiénes son estas personas?

—Me llamo Carla, Carla Jaeger.— La mujer ya estaba más cerca que antes, pero no lo suficiente. Como si quisiera respetar el límite entre nosotras.

—Mis hijos te encontraron en el bosque inconsciente.— continuó

El bosque... recuerdo el bosque, el frío, la nieve cayendo por todas partes; las heridas, los rasguños de las ramas. Traté de recordar, pero la cabeza me estallaba, sentía como si grandes agujas se enterraran en mi cerebro todas a la vez. Mis manos apretaban el cuero cabelludo de mi cabeza, tratando de apaciguar el dolor; solté un fuerte quejido que hizo que ¿Carla? se sobresaltara volteando por todos lados desesperada buscando algo que hacer para que mi dolor desapareciera, hasta que se escuchó alguien tocar a la puerta.

—¿Hace cuanto despertó?— esta vez era un hombre el que hablaba

—Hace un momento, se queja de un dolor de cabeza .— respondió Carla.

Mi visión estaba completamente bien para cuando él se acercó a la cama. Un hombre de un poco más de cuarenta años, cabello largo y castaño. Sus lentes me parecían extraños, nunca había visto unos iguales en mi vida. Acercó su mano y coloco su palma en mi frente, después se dirigió hacia mi muñeca pero esta vez su mirada se enfocaba en el tic tac que hacía su reloj.

—La temperatura ha bajado. Y su pulso está perfecto.— me miró tranquilo y me sonrió. Escuché a Carla dar un suspiro, tal vez de alivio.

Ilusión de invierno | Jeankasa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora