Capítulo 3

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Nunca había dormido en una cama tan cómoda y grande como esta; en mi pequeña okiya solo había dos futones y teníamos que compartirlos entre la mayoría de las aprendices y sirvientas de la casa. La mayoría de las regalías iban destinadas a mis hermanas que ya eran unas profesionales y que salían cada noche a hacer su trabajo como geishas.

Pude notar un poco de luz entre aquellas cortinas que cubrían por completo las grandes ventanas, supuse que ya había amanecido. Anoche, la señora Jaeger se aseguró que todo estuviera seguro y completamente cerrado, por un momento desconfié, pero creo que no son malas personas, ellos se ofrecieron a llevarme hasta mi hogar.

Tengo que pensar que es lo que le diré a la señora Yu, solo de pensar el castigo que me espera en casa por haber desobedecido sus órdenes de separarme de mi hermana, me dieron escalofríos. Si había algo que me aterraba más que nada en el mundo, eran los castigos de la señora Yu; en mis años de estancia en esa okiya nunca experimenté eso, pero escuchaba a mis hermanas cuando fallaban en sus lecciones; sus gritos, el llanto, los azotes.

La puerta de la habitación se abrió de pronto y di un pequeño salto del susto. Dirigí mi mirada hacia la entrada

—Señorita Azumabito.—hizo una pequeña reverencia.—La señora Jaeger la espera en el comedor para el desayuno, ¿me permite pasar?—

Asentí en respuesta. La observé con detenimiento, una mujer joven y delgada, con el cabello corto y pelirrojo, dividido en dos pequeñas coletas y unos ojos verdes que irradiaban alegria. Se dirigió hacia la ventana para después abrir las grandes cortinas que la cubrían.

Me levanté de inmediato para ver por la ventana y sentí escalofríos por la ausencia de calor; la vista era increíble desde ahí, un gran arbol con nieve cubriendo sus ramas; un pequeño riachuelo congelado gracias al clima, pero todo parecía tan bello, como si de un paisaje se tratara. Noté que aún caían ligeros copos de nieve, ya no era la catastrófica tormenta de anoche.

—Señorita, le aconsejo que se aleje de la ventana. Aun sigue en camisón y no quisiéramos que tuviera un inconveniente si alguien llegara a verla.— exclamó

A pesar del frío que hacía, sentí todo mi cuerpo caliente por la vergüenza, me había levantado sin pensarlo. Lo último que quería era causar problemas.

—Me llamo Isabel.—me sonrió calmando mi nerviosismo.—Voy a estar atendiéndola durante su estancia en esta casa. También seré su dama de compañía, ya que la señora Jaeger me ha informado que se quedará un par de semanas.—

¿Dama de compañía?, las mujeres de Hizuru no teníamos nada de eso. Al contrario, ese es el trabajo de mis hermanas y de otras más en otras okiyas.

—Yo me encargaré de vestirla y peinarla apropiadamente, señorita.— explicó.—Además de acompañarla a cualquier lado si es que necesita salir, no es bien visto que una mujer salga sin su dama de compañía.—

No sabía que responder, no quería ser mal educada con ella y mi mente solo pudo realizar una reverencia en modo de agradecimiento. Me pidió que me acercara al tocador que estaba cerca y tomé asiento. Se dirigió hacia dos grandes puertas que en cuanto abrió quedé sorprendida; un ropero lleno de vestidos de diferentes colores y estilos.

—Debo de agradecer que la señorita Gabriella dejara unas cuantas prendas antes de irse de casa.— dijo para sí misma.

Isabel se quedó un momento ahí observando todos y cada uno de los vestidos, como si elegir el vestido correcto fuera una decisión de vida o muerte.

—Ajá.— chasqueó los dedos.—Este podría quedar muy bien.—

Dejó ver un vestido largo color verde con detalles blancos que me pareció hermoso, la tela brillaba con los pocos rayos de sol que se dejaban ver por las ventanas.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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Ilusión de invierno | Jeankasa AUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora