❁ :: ι'м иοτ τнατ ιииοϲєиτ ❜⸼ 𝙺𝚞𝚛𝚘𝚔𝚎𝚗

ι'м иοτ τнατ ιииοϲєиτ

El cubículo del baño estaba impregnado de un olor acre a desinfectante, y las luces fluorescentes parpadeaban intermitentemente, proyectando sombras irregulares en las paredes de azulejos blancos. La atmósfera tensa y el eco de susurros en la pequeña habitación incrementaban la sensación de claustrofobia.

Kuroo, con su cabello desordenado y el ceño fruncido, tenía el rostro marcado por la tensión y el cansancio. Sus ojos, normalmente cálidos, eran ahora dos pozos oscuros de furia contenida. Sus hombros anchos y su estatura imponente hacían que el estrecho espacio pareciera aún más pequeño. Con un empuje brusco, Kenma chocó contra las paredes del cubículo, su cuerpo tensado por la confrontación.

—¡Deja de jugar conmigo! —exclamó Kuroo, su voz resonando con un eco amenazador. La cercanía forzada mantenía a ambos en un espacio tan reducido que podían sentir el calor y el rencor emanando de sus miradas.

Kenma, con una mueca de desdén en su rostro afilado, respondió con una voz cargada de amenaza. Su cabello, normalmente bien peinado, caía desordenado sobre su frente, y sus ojos oscuros brillaban con una mezcla de desafío y malicia. Su complexión delgada y su actitud arrogante lo hacían parecer aún más intimidante.

—¿Es broma? —preguntó, su tono cargado de desprecio. La desesperación se filtró en su voz—. ¡No estoy jugando contigo! ¡No te atrevas a subestimarme!

Kenma parecía frustrado por la superficialidad de la situación, y su furia era evidente. La tensión entre ellos era palpable, un juego de poder encarnado en sus cuerpos tensos y sus palabras cortantes.

—¿Que no juegas? ¿Lo besaste? ¿Por qué mierda lo hiciste? —gritó Kuroo, su ira creciendo con cada palabra. Su mente volvía una y otra vez a ese momento de traición, la furia y el dolor quemándole por dentro.

Kenma, acercándose peligrosamente, miró a Kuroo con una diversión cruel en sus ojos. Su voz se tornó amenazante y venenosamente suave, una mezcla de provocación y desafío.

—Él está enamorado de ti, y, ¿tú? —dijo Kenma, su tono cargado de una malicia contenida. Sus pupilas dilatadas reflejaban pensamientos lascivos. Con una mano fría y temblorosa, agarró el mentón de Kuroo, acercándose para susurrar—. ¿Tú también? ¿Estás enamorado de él?

—No juegues conmigo, Kenma. No soy un juguete —respondió Kuroo, agarrándole las hebras del cabello y tirándolo hacia atrás con brusquedad. Kenma lo miraba con tal deseo que Kuroo gruñó.

Kuroo apretó los labios y cerró los ojos con fuerza, intentando bloquear las risas cínicas de Kenma que resonaban en su mente. La provocación del menor solo alimentaba su rabia.

De repente, Kuroo golpeó la pared con un puño cerrado, el sonido reverberando en el cubículo. Se acercó, posando sus manos firmes en la cintura de Kenma, empujándolo contra la fría pared de azulejos. Levantó su mentón con determinación, obligándolo a mirar sus ojos oscuros y llenos de tormento. Luego, lo besó con una brutalidad que lo dejó sin aliento, mordiendo y succionando su lengua con una intensidad feroz, arrancándole jadeos de sorpresa.

Al separarse, empujó a Kenma hacia atrás, limpiándose la boca con desprecio. Kenma quedó sentado en la tapa del inodoro, con una erección evidente y las mejillas sonrojadas, su respiración agitada. Kuroo sonrió cínicamente, observándolo con una mezcla de lástima y desprecio.

—Estoy enamorado de él, no de ti, Kenma —dijo Kuroo, su voz fría y cortante—. Si te vuelves a interponer, te haré arrepentirte.

Kenma, con una sonrisa amarga, replicó con una voz cargada de amenaza:

—No soy tan inocente como piensas, Kuroo. Pero ten cuidado. Puedo ser mucho más cruel de lo que imaginas.

Desde el primer día que pasó por esa puerta, Kuroo había sabido que Kenma escondía su verdadera naturaleza. Asintió, apretando los dientes hasta casi rechinarlos, y abrió la puerta del cubículo con una determinación fría.

—Y no te interpongas en mi relación con él. Porque él será mejor que tú en todo.

Después de todo, fue Kenma quien comenzó esta relación de miseria.

. . .

Kuroken.