Capitulo 34. Dolida

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Antonella sintió deseos de vomitar, sin embargo, se contuvo.

No lograba imaginar lo desdichada que había sido esa pobre chica durante todos esos años.

—Ella ha escapado, ha llamado a la policía para que vayan a asistirla cuando vio toda la sangre en el suelo. La policía logró salvarla. Pero él se ha escapado. Y Gio ni siquiera sé cuál es su jodido nombre, porque mi hermana tiene tantos golpes en el cuerpo, en la cabeza hay tantas contusiones que ni siquiera sabe quién ha sido el que ha hecho esto. — Ella vio con dolor en su alma, como las lágrimas comenzaron a salir de los ojos oscuros de su marido. Nublados por la rabia, por el dolor, por la desesperación y la angustia. Nublados por una culpabilidad que él mismo se estaba auto poniendo. — hoy lo ha hecho con tantos hombres que no recuerda desde su adolescencia. Tiene laceraciones en su cuerpo, entre los muslos y senos. Hola, he estado ofreciendo como un objeto desde hace más de una década, desde que era apenas una recién entrada en la adolescencia. ¿Y ahora vengo yo a enterarme? ¡Joder! —gritó y ella le abrazó. — ¿qué clase de hermano es sido? ¿Qué clase de hermano mayor desprotege a una persona, así como yo lo he hecho a través de los años, como es que nunca me di cuenta de lo que estaba sucediendo, cómo es que nunca me percaté de lo mal que ella la estaba pasando? Me enfoqué tanto en construir un imperio que me olvidé de lo más importante. Me olvidé de ella y de su necesidad de atención, me olvidé de lo sola que estaba, me olvidé de lo vulnerable que había quedado con mi ausencia.

—Lo lamento mucho, amor mio... — Ella estaba absolutamente adormecida del cerebro, no sabía qué decir en aquel momento, responder a algo así era sencillamente impensable.

—La ha vendido durante años desde que era un adolescente, inclusive desde que mi padre estaba con vida. — le dijo él. — Mi hermana ha contado todo en el instante en que salió de la sala de cirugía por la cerviz destruida y una pierna rota en tres partes. Aparentemente él le ha tirado de las escaleras cuando ella se ha negado a...—el dejó de hablar. —...no puedo...— Enzo dejó de hablar y solo se quedaron allí en silencio.

—Vamos a casa, Demetrio. — ella debía tomar el timón en aquel momento por su marido, debía de ser quien mantuviera los pies en la tierra y llevarlo a un lugar seguro. Hubiera desahogarse sin que las cámaras pudieran encontrarlo.

Estaba segura de que la noticia sobre Giovanni Luigi, que se daría a conocer muy pronto y que todos los periodistas se abalanzarían sobre ellos para intentar tener parte de la información, de saber porque ella estaba ingresada en el hospital.

Era solo cuestión de tiempo antes de que toda la verdad saliera a la luz de que todos los medios se llenarán de publicidad amarillista y de comentaristas maliciosos.

Llegaron al edificio y se metieron al ascensor de inmediato, Demetrio se encargó de que nadie le siguiera.

Luego de haberse dado una ducha y de cenar algo rápido, se miraron el uno al otro en silencio mientras se sentaban en el sofá.

—¿Qué harás con tu madre? — Preguntó ella luego de un rato en silencio, necesitaba saber cómo iban a manejar la situación. — ¿has hablado con ella sobre esto?

—Ahora mismo lo único que quiero es estar contigo. Lo único que necesito es que seas mi ropa.

—No sé, amor, pero es necesario que planifiques esto bien, es tu madre. Al final del día y no tienes ninguna prueba más que el testimonio de tu hermana.

—¿Estás insinuando que debo de meterla en la cárcel? — Le preguntó con tono sombrío.

—Lo que hagas, lo que decidas, te aseguro que no voy a detenerte. Lo único que quiero es que no actúes por impulso, porque hace cuánto has luchado por mantener tu reputación.

EL ITALIANO VENGATIVO (EN EDICION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora