El primer partido del campeonato en Sevilla había llegado, y la energía en el vestuario de los juveniles de la Real Sociedad era palpable. Leo, con la camiseta de su equipo puesta y la cabeza llena de nervios y emoción, repasaba mentalmente las estrategias que habían entrenado. La primera prueba sería contra el equipo local, el Sevilla, y la competencia prometía ser intensa.
Antes del partido, los jugadores se reunieron en el vestuario, donde el entrenador les dio unas palabras de aliento. Leo, como capitán, estaba especialmente consciente de su papel de liderazgo. Se tomó un momento para alentar a sus compañeros y asegurarse de que todos estuvieran enfocados.
— Vamos, chicos, tenemos que darlo todo hoy —dijo Leo con determinación—. Recuerden lo que hemos practicado y trabajen juntos en el campo.
El silbato inicial sonó, y el partido comenzó. Desde el primer minuto, la intensidad en el campo era evidente. Los jugadores del Sevilla se mostraban agresivos, pero Leo y sus compañeros se mantenían firmes, utilizando su habilidad y cohesión para mantener el control del juego.
A los 20 minutos del primer tiempo, Leo recibió un pase en el borde del área. Con una jugada rápida y precisa, esquivó a un defensor y disparó al gol. El balón se coló en la esquina inferior del arco, y el estadio estalló en vítores. Leo miró a sus compañeros, quienes lo rodearon en una celebración eufórica.
El resto del partido siguió con una serie de oportunidades y desafíos, pero la Real Sociedad demostró su calidad en el campo. A los 75 minutos, con un segundo gol de Leo tras una brillante asistencia de un compañero, la victoria se consolidó. El partido terminó con un 2-0 a favor de la Real Sociedad, y los jugadores celebraron en el campo con una mezcla de orgullo y alivio.
Después del partido, la alegría era contagiosa. Los jugadores de la Real Sociedad se reunieron para una comida de celebración. Las risas y el entusiasmo llenaban el aire mientras disfrutaban de una comida especial preparada por el equipo organizador del campeonato. Leo estaba rodeado de sus compañeros, compartiendo historias y celebrando el logro de su primer partido en el campus.
Al caer la noche, Leo se preparó para su rutina diaria. Aunque estaba cansado y lleno de emoción, no olvidó el momento especial que esperaba cada día: la llamada a casa. Se dirigió a una esquina tranquila del campus, sacó su teléfono y marcó el número de sus padres.
— ¡Hola, mamá! ¡Hola, papá! —dijo Leo con una sonrisa que se podía escuchar en su voz—. ¡Hoy fue increíble! Ganamos el partido contra el Sevilla, y anoté dos goles. Todos están muy contentos. La comida después del partido fue genial, y celebramos mucho.
Alicia y Robin escuchaban atentamente, disfrutando de cada palabra de su hijo. La alegría y el orgullo en la voz de Leo les daban una sensación de cercanía, a pesar de la distancia.
— Estamos muy orgullosos de ti, Leo —dijo Robin—. Nos alegra mucho escuchar que todo salió bien y que estás disfrutando de tu experiencia.
— ¡Sí! Nos haces sentir tan felices con tus logros —agregó Alicia—. Sigue trabajando duro y diviértete mucho.
Las palabras de aliento y el amor de sus padres fueron un bálsamo para Leo, que estaba disfrutando de cada momento en el campeonato. Aunque estaba lejos de casa, las llamadas nocturnas le recordaban que su familia estaba con él en espíritu.
La noche terminó con Leo sintiéndose satisfecho y emocionado por los días que vendrían. A medida que se preparaba para dormir, su mente seguía reviviendo los momentos del partido y las celebraciones con sus compañeros. Aunque extrañaba a su familia, el apoyo constante y la conexión a través de las llamadas nocturnas le daban la fuerza para enfrentar el próximo desafío con renovada energía y entusiasmo.
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El gol del corazón // Robin Le Normand
Fiksi PenggemarEn el vibrante mundo del fútbol, donde el césped y el brillo de los focos definen el día a día, es fácil olvidar que detrás de cada figura pública hay historias de amor, sacrificio y esperanza. Este es el relato de Robin Le Normand, un talentoso def...