Capitulo 3

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Como un regalo enviado desde el cielo

Línea de tiempo: 5 meses después de la batalla entre la Kanto Manji y la segunda generación de la Tokyo Manji.

Ubicación: Kanto.

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Los estragos de la guerra habían quedado atrás; para Mikey, un Alfa que lo había perdido todo, la pérdida de sus aliados y enemigos no significaba nada.

Durante los meses que siguieron a la guerra, la soledad lo envolvió de tal manera que sentía que se ahogaba. La policía lo buscaba, pero a Mikey no parecía importarle. Cinco meses después de que todo terminara y Takemichi regresara al futuro, la vida parecía monótona. Vivía robóticamente, caminaba sin rumbo y respiraba únicamente porque su cuerpo lo hacía por sí mismo.

No entendía cómo seguía libre; no se había acercado a sus ex amigos, aunque estos aún tenían la esperanza de que volviera a su lado.

Mentira.

Él ya no tenía amigos.

Sus amigos estaban muertos, todos y cada uno de ellos. A Mikey no le quedaba nada, ni siquiera Takemichi, pues cuando el del futuro se fue, su versión pasada ocupó su lugar.

Y no es que odiara a ese chico, simplemente ese Takemichi no era el mismo que conocía. Aunque recordara las cosas que hacía su otra versión o simplemente se adaptara, no tenía el mismo empeño con él.

No le importaba lo suficiente.

Se dio cuenta de esto cuando notó que el rubio lo evitaba la mayor parte del tiempo. Hoy, en el aniversario de la muerte de Shinichiro, Mikey iba a despedirse de su hermano, planeando entregarse a la policía y, si tenía suerte, ser asesinado en prisión.

Estaba harto de esa vida, quería liberarse de ese dolor y sufrimiento en el que se había sumergido.

Caminaba por las calles de la región de Kanto, sin molestarse en cubrir su rostro. Manjiro era una persona buscada y en cualquier momento podrían detenerlo. A diferencia de otros delincuentes, él no se escondía como una rata en una alcantarilla; aceptaba su destino y las consecuencias de sus actos. No le preocupaba ser atrapado, pues él mismo iba a entregarse después de visitar por última vez a sus hermanos y, por supuesto, a su abuelo. El anciano Sano era un hombre que había cuidado de sus nietos durante toda su vida, poseía un dojo donde dos de sus nietos habían entrenado artes marciales y donde Mikey había perfeccionado su estilo de pelea.

Fue como un padre para ellos, aunque Manjiro veía como figura paterna al mayor de sus hermanos, Shinichiro, quien se había hecho cargo de la crianza de sus hermanos para aliviar la carga que su irresponsable padre había dejado en un anciano de tercera edad.

Es por eso que Shinichiro dejó el mundo de las pandillas, buscó un trabajo digno e instaló su taller de motocicletas. Siempre le gustaron, así que no le resultó difícil adaptarse a su nueva vida. Le enseñó a Manjiro sobre el bien y el mal y trató de ser un ejemplo para sus hermanos menores, queriendo que ellos tomaran un buen camino y tuvieran un buen futuro.

Respiró profundamente cuando entró al cementerio, perdido en sus pensamientos deprimentes. Pensar en sus hermanos le deprimía y le causaba una opresión en el pecho. Llegó hasta las tumbas de la familia Sano, se colocó frente a la tumba de su hermano, bajó la cabeza, juntó las manos y rezó.

Y en ese momento se cuestionó: ¿Debería rezar? Y si lo hacía, ¿a quién le rezaría? ¿A Dios? ¿Acaso existía?

Manjiro se preguntaba sobre la existencia de una presencia divina en el cielo, porque si así fuera, no habría permitido que uno de sus hijos perdiera tanto. Manjiro sufría, siempre lo había hecho, necesitaba ser salvado pero sabía que era imposible.

Nuevo Viento| Mitake TRDonde viven las historias. Descúbrelo ahora