One - Shot: Yuki

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“Las novelas no empiezan como uno quiere, sino como ellas quieren".

Así empezó todo, en un día soleado y lleno de vida

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Así empezó todo, en un día soleado y lleno de vida. Mamá era entonces un frágil esqueleto que se desvanecía lentamente con el paso de los días. Mi padre decía que mejoraría, pero yo sabía que no era así.

Me gustaba acompañarla a hacer las compras; siempre me relataba cada detalle sobre cómo preparar la comida, la moda y muchas otras cosas que, si comenzara a enumerarlas, no terminaría nunca.

En fin, y sin rodeos: mamá está por morir. No sé si hoy, mañana o tal vez el jueves. Pero está por morir y papá no sabe qué hacer.

Hoy lo vi beber como nunca antes; pese a que no toleraba el alcohol, llegó mi tía Itsuki para darle un buen sermón sobre cómo debe ser un padre ejemplar.

Desde entonces no ha parado de trabajar; siempre que me ve, me saluda vagamente y se encierra en su habitación a descansar. Los días pasan como un fugaz recuerdo y poco a poco veo el brillo de los ojos de mamá apagarse, convirtiéndose en meras sombras vacías de lo que alguna vez fue el azul del cielo.

—Estás aquí, Yuki —murmuró mi madre con una voz casi inaudible. Además de su cabello marchito y casi oscuro, y de sus ojos ensombrecidos, mamá había perdido esa hermosa voz que solía tener. Era una excelente cantante, pero ahora apenas podía respirar, mantenida con vida por las máquinas.

No sé si debo llorar o sonreír; si debía ser fuerte o débil. No sé si debo contarle lo que ocurre en casa con papá, o quedarme callado y disfrutar de lo que posiblemente sea mi último momento con mi madre.

Decidí que lo mejor era vivir el presente con ella.

Así pasaron los días, o más bien, los minutos. Mamá va a morir hoy, y yo no sé qué hacer.

Hoy en la escuela me han molestado por eso, dicen que seré el huérfano de la clase. No sé si responderles con la verdad o dejarlos hablar como cotorras sin freno.

Hoy también papá estuvo bebiendo, pero no sé por qué lo hace. Los adultos suelen hacerlo mucho: beber, trabajar, beber; es un círculo vicioso sin fin.

Mi tía Miku dice que llorar alivia el alma de toda tristeza, pero ¿qué pasa cuando las lágrimas no caen?

Hay un tipo de tristeza que no te hace llorar. Es como una pena que te vacía por dentro y te deja pensando en todo y en nada a la vez, como si ya no fueras tú, como si te hubieran roto una parte del alma.

Así me siento, y creo que no dejaré de sentirlo en los próximos años.

Hoy vi a unos niños jugando con sus padres y eso me hizo recordar aquellas tardes en las que yo hacía lo mismo con mis padres. Ahora, esos momentos parecen ajenos, lejanos.

Cuando ves a tu madre a punto de morir, sonriendo por ti, de algún modo, el pecho se te estruja y no puedes llorar. Así estuve un buen tiempo, viendo a mi madre descender hacia lo que sería su muerte inminente.

Papá no está hoy, ni ninguna otra noche o día, siempre está trabajando. Parece que evita ver al amor de su vida morir lentamente.

En las películas, siempre hay un momento emotivo en el que los padres están presentes. En estos momentos, en escenas similares, mi padre debería estar aquí conmigo, viendo a mi madre en sus últimos momentos.

No sé si está dolido, si llora de alegría o si algún día se arrepentirá de esto. No sé si podré ser feliz hoy o tal vez mañana, o quizás nunca.

El dolor que siento me estruja el pecho y solo pensar que mi madre no estará conmigo cuando pase a cuarto grado, cuando me gradúe de la universidad, cuando sea adulto y consiga mi primer trabajo, cuando le presente a mi primera novia o sufra mi primer desamor... No sé qué haré cuando me levante por la mañana y mire hacia su cuarto, donde siempre estaba ella, organizando las cosas que había juntado con el tiempo y los recuerdos que vivió.

Uno nunca está preparado para ver a su madre morir y a su padre sumergido en alcohol.

Pero creo que siempre habrá un sueño, como el que uno tiene repentinamente, en el que puede imaginar qué hubiera pasado si las cosas hubieran salido de otro modo.

—El día está hermoso, ideal para un picnic —dijo mi madre, sonriendo a pesar del dolor que la enfermedad le inflige.

—¿Recuerdas cuando papá se quedaba sin fuerzas a mitad del camino? Era tan débil —comenté, riendo ante el recuerdo. O quizás, riendo para mitigar mi propio dolor.

No sé por qué uno ríe cuando algo malo sucede. Dicen que está mal hacerlo, pero no me queda otra opción; las risas siempre alegran a las personas. Creo que debemos reír en lugar de llorar por quienes perdemos, quizás así se vayan tranquilos sabiendo que no estamos tristes. A mamá le encanta hablar y contar muchas anécdotas de su vida. Le gusta mucho la ropa, así que siempre vengo a hablarle sobre ello.

—Si sales de aquí, podríamos ir a ver una tienda de ropa. Tengo algo ahorrado, podría comprarte un vestido, mamá, el que quieras —le dije, y ella sonrió. Me tocó la mejilla, y los rayos de sol que se filtraban por la ventana se reflejaron en sus ojos marchitos, dándome la ilusión de un destello de vida.

—No tienes que hacerlo, prefiero comprarte ropa bonita a que tú me la compres a mí —respondió con gran esfuerzo, intentando que su voz no sonara ronca o moribunda. Sonreí, ocultando mi propio dolor.

—Entonces déjame cocinar algo para ti —dije, sonriendo. Ella asintió, mirando por la ventana.

—¿Qué te gustaría? ¿Omurice? ¿Tempura? —le ofrecí varias opciones, y ella negaba con la cabeza a cada una. Seguía sin mirarme, contemplando siempre la ventana. Le permití hacerlo porque le gusta mucho el sol. Pero luego de un rato, en el que no dejé de mencionar cientos de platillos, ella me dio su respuesta:

—Quiero panqueques, hace mucho que no como unos.

—Pues panqueques serán. ¿Algo más?

—Jugo de naranja —dijo mi madre, casi inaudible.

Si alguna vez comprendí plenamente a mi madre, fue cuando hablábamos de comida. Le encantaba la comida, especialmente los panqueques. Su primer platillo y, también, su última comida.

Hoy murió mamá, pero no me siento triste por eso. No sé qué será de mí en el futuro, si acaso viviré para contar esta historia o si el mundo será el lugar adecuado para hacerlo. Sea cual sea el tiempo, mi destino y mi vida, creo que algún día reconoceré mi dolor.

Y si alguna vez pienso en mi madre, unos deliciosos panqueques de desayuno, como los de mi mamá, Nino, vendrán a mi mente...

Ojalá que todo el mundo probará sus panqueques.





Fin.

Atención, este es el primer One - Shot, el segundo saldrá pronto dónde hablaré desde la perspectiva de Futarou.

PanquequesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora