Después de la intensa pelea, Moon se dirigió a su casa, sintiendo el peso del cansancio y los dolores en su cuerpo. La adrenalina comenzaba a disiparse, dejándolo con una sensación de agotamiento y un dolor punzante en los músculos. Cada paso hacia su hogar se sentía más largo y arduo, pero la promesa de descansar y sanar lo mantenía en movimiento.
Llegó a su casa, una modesta vivienda de paredes blancas y techo de tejas, ubicada en una calle tranquila. Su padre, un hombre robusto y de mirada severa, estaba sentado en el porche, esperándolo con una mezcla de preocupación y resignación en su rostro. Sabía bien de las peleas callejeras de su hijo y aunque no aprobaba su estilo de vida, siempre estaba allí para apoyarlo.
"Moon, ¿qué te ha pasado esta vez?" preguntó su padre, levantándose de su silla.
Moon levantó la vista, mostrando un rostro marcado por los golpes y con la mirada cansada. "Nada que no pueda manejar, papá," respondió con un tono de cansancio, pero también de determinación.
Su padre suspiró y lo ayudó a entrar a la casa. La sala, sencilla pero acogedora, era un reflejo de la vida simple que llevaban. Moon se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos por un momento.
Su padre, sin decir más, fue a buscar el botiquín de primeros auxilios. Moon sabía que su padre no haría preguntas innecesarias; entendía que su hijo tenía sus razones para pelear, aunque no siempre las compartiera. Comenzó a limpiar las heridas y aplicar vendajes con la destreza de alguien que había hecho esto muchas veces antes.
"Gracias, papá," murmuró Moon, sintiendo un dolor agudo cuando su padre desinfectó un corte en su ceja.
"No tienes que agradecerme. Solo desearía que no te metieras en estos líos," respondió su padre con voz calmada pero firme.
Moon asintió, sabiendo que las palabras de su padre provenían de la preocupación. Mientras su padre continuaba cuidando sus heridas, Moon dejó que su mente vagara. La pelea había sido brutal, pero también había sido una liberación, un escape de la monotonía y las frustraciones de su vida cotidiana. Sin embargo, cada vez que regresaba a casa golpeado, se preguntaba cuánto tiempo más podría seguir así.
Después de que su padre terminó de curarlo, Moon se retiró a su habitación. La pequeña habitación, con paredes blancas y escasas decoraciones, ofrecía una tranquilidad que contrastaba con la violencia de su vida en las calles. Se dejó caer en la cama, sintiendo el cansancio arrastrarlo hacia el sueño, pero su mente seguía activa, repasando los eventos del día.
Cerró los ojos y trató de recordar la pesadilla que había tenido la noche anterior. Aunque los detalles seguían siendo difusos, la sensación de inquietud persistía. Sabía que algo en su vida necesitaba cambiar, pero no estaba seguro de cómo o cuándo sucedería.
La luna llena brillaba a través de la ventana, iluminando su habitación con una luz pálida. Moon se dio la vuelta, tratando de encontrar una posición cómoda, pero los pensamientos seguían fluyendo.
A la mañana siguiente, Moon se despertó con el sonido del despertador. El dolor en su cuerpo le recordaba la pelea de la noche anterior, pero también le daba una sensación de logro. Se levantó lentamente, cada movimiento acompañado de una punzada de dolor, y se dirigió al baño para lavarse la cara.
Mirándose en el espejo, vio el reflejo de alguien que había pasado por mucho, pero que también tenía una fuerza interna que no podía ignorar. Las palabras de su padre resonaban en su mente, y por primera vez en mucho tiempo, Moon se permitió considerar la posibilidad de un futuro diferente.
Se vistió con cuidado, eligiendo ropa cómoda que no presionara sus heridas, y salió de su habitación. Su padre ya estaba en la cocina, preparando el desayuno. Moon se unió a él, agradecido por la normalidad de ese momento, por el simple acto de compartir una comida en silencio.
Después del desayuno, Moon decidió salir a dar un paseo. Necesitaba despejar su mente y pensar en lo que quería para su futuro. Caminando por las calles tranquilas de su vecindario, se dio cuenta de que había más en la vida que las peleas y la adrenalina.
Moon sabía que el cambio no sería fácil, pero también sabía que no estaba solo. Con su padre a su lado y la posibilidad de encontrar nuevos aliados y amigos, Moon se sintió listo para enfrentar lo que viniera, decidido a buscar un propósito más profundo y a construir una vida mejor para sí mismo.
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El Peleador Callejero Y el Alfa
WerewolfAiden Blackwood, el futuro Alfa de la manada Blackwood de Moon Creek, y Mark "Moon" Moontengo, un joven peleador callejero, no podrían haber tenido vidas más diferentes. Aiden, con 22 años, alto, robusto, de ojos verdes y cabello negro desordenado...