"Videogames"

55 4 3
                                    

En la elegante sala del consejo estudiantil, la atmósfera está impregnada de una sofisticación intemporal. Las paredes de mármol blanco, pulidas hasta un brillo casi etéreo, se elevan con una majestuosidad que recuerda a un palacio en miniatura. Los detalles dorados que adornan los bordes y los marcos de las ventanas añaden un toque de opulencia, como si cada rincón hubiera sido esculpido con el cuidado de un maestro artesano.

La luz suave de las lámparas empotradas en el techo crea un resplandor cálido, reflejándose en las superficies pulidas del mármol y dando vida a un juego de sombras que baila a lo largo de las paredes. El suelo, también de mármol blanco, presenta un patrón intrincado de vetas doradas que acentúan el carácter refinado del lugar. Los muebles, de un diseño clásico y elegante, están tapizados en tonos ricos y profundos que contrastan armoniosamente con la paleta de blancos y dorados.

Kirari Momobami, como una diosa olímpica caída, está inmersa en una conversación con su reflejo en un espejo. Sus palabras están llenas de la elocuencia de versos, de textos, sonetos, crudos y ensordedores, pero su voz lleva el peso de una tragedia que ni el mismísimo Edipo podría comprender.

Sayaka se acerca, sus movimientos fluidos y etéreos recuerdan a los gestos gráciles de una bailarina, ella siempre, va a ella, siempre lo hace, cantando alabanzas, viviendo por ella, besando su mano, cantando, columpiandose en sus manos. Sus ojos, cargados con el peso de una decisión trascendental, encuentran los de Kirari, y el tiempo parece detenerse. 

—Presidenta —dice Sayaka, su voz apenas un susurro, pero llena de una devocion feroz que recuerda a los héroes trágicos de la mitología griega siendo sofocados por las mareas—. Me he dado cuenta de que si bien, las apuestas no son para mí, pero, yo creo que vale la pena, verte, jugando a lanzar dardos, que hieran mis propios huesos—

Kirari levanta la mirada, sus ojos  identico a la mirada de una Diosa que ha visto demasiado. Ella no responde de inmediato, como si sus pensamientos estuvieran entrelazados con las palabras de los poetas que han sido silenciados por el tiempo.

—Sayaka —dice finalmente Kirari, su voz una mezcla de la serenidad, pero ella sabe, ambas lo hacen, ellas se pierden como letras escritas en arena —Me gustas, te lo eh dicho siempre, eres lo mejor que eh tenido— 

Sayaka asiente lentamente, hace una reverencia como si estuviera en una escena de un drama clásico, todos lo saben, la reverencia de Sayaka no es solo un acto de respeto; es una entrega completa a un amor que se ha convertido en una forma de tormento sublime, y ella deja que le acaricie la mejilla, es evidente, le ha seguido en cada paso. Cuando, Sayaka misma derrumbo el acuario, cuando se le pidio alinearse y acato sus palabras como decretos romanos, tod, absolutamente todo, valia la pena. 

—El mundo no está hecho para nosotros, o al menos no para ti, —dice Sayaka, su voz temblando con una oscuridad tan profunda como la noche misma, tan oscura como el lago negro—. En este reino de apuestas y caídas, de diversión cruel, mi devoción ha sido mi única constante. Aunque el precio sea mi propio tormento, prefiero vivir esta agonía a una existencia sin ti.

Kirari levanta la mirada, sus ojos destilan una curiosidad inhumana, como si se asomaran a un abismo de incomprensible profundidad. En ese instante, sus pupilas parecen ser dos espejos que reflejan no solo el presente, sino también fragmentos dispersos de un enigma cósmico. La atmósfera se espesa con la densidad de sus pensamientos, que flotan en el aire como piezas de un rompecabezas celestial suspendidas en la eternidad. Cada parpadeo de Kirari parece una ventana a un reino oculto donde las reglas del universo se entrelazan de formas que desafían la lógica.

Cuando su respuesta llega, lo hace como una serie de susurros etéreos envueltos en una capa de frialdad calculadora. Las palabras emergen de sus labios con la cadencia de un acertijo antiguo, cargadas de una serenidad inquietante que solo acentúa el misterio que la rodea.

"No dispares al pianista"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora