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El ardor se acumulaba en su rostro, un ardor que no se comparaba con su ardor mental del cual no podía evitar culpar al prototipo y a sí misma. Mirándose en el espejo una y otra vez, observando aquellos ojos que le parecían tan ajenos a su piel y ser.
Sintiendo un gran ardor que por más que siguiera lo iba a ignorar.
Llevaba horas, rasgando una y otra vez su rostro, rasgando y rasgando, quitándose pequeños pedazos de tela que caían al suelo, sin dejar de ver al espejo, sin dejar de ver su rostro que para ella era horrible.
Ya no necesitaba los lentes que tanto había escondido y de los cuales ya se sentía orgullosa, ya no los necesitaba.
Y aún no podía creer que detrás de la tela de su piel, habían ojos que no le pertenecían, ojos que no quería.
Rasgaba y rasgaba.
Sintiendo un ardor tan fuerte que no podía evitar soltar lágrimas y apesar de eso seguía, con sus manos seguía rasgando su tela sin importar nada.
Rasgaba y rasgaba.
Ni siquiera entendía el porque, le dolía y ardía pero no sabía porque no quería detenerse. No quería sacarse los ojos, no quería quedar ciega, pero tampoco quería aquellos ojos extraños que se escondían detrás de su tela.
Rasgaba y rasgaba.
Hasta que al fin se detuvo.
Se detuvo al escuchar que la puerta de la habitación en dónde estaba se abría. Lentamente se iba abriendo aquella puerta y Mandy giró la cabeza con los ojos bien abiertos observando que había detrás de esta.
Escuchó los pasos tan característicos de aquel prototipo que tanto le había hecho y sintió un escalofrío en todo su cuerpo, tragó saliva y sintió como su respiración se iba haciendo más y más rápida conforme veía que se acercaba aquel muñeco.
L: Vaya —. Dijo de forma irónica al ver a Mandy en el estado de deterioro físico, no esperaba que aquella muñeca se estuviera quitando la piel poco a poco.
Ma: ¿Qué más quieres hacerme? —. Preguntó molesta y amenazante aquella muñeca mientras se incorporaba sobre sus pies y lo miraba con recelo.
