01. La chica de la cafetería

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Five

Se nos tenía prohibido salir a menos que hubiera una misión en la que la academia Umbrella tuviera que hacerse presente. Eso siempre lo habíamos respetado hasta que durante nuestra adolescencia algunos de nosotros empezamos a escaparnos durante las noches solo para tomar un descanso de la academia. Uno de ellos, y el que lo hacía con frecuencia, era Klaus. Parecía que su vida le importaba una mierda con solo ver como salía por horas sin importarle ser pillado.

Había logrado no ser pillado por mucho tiempo, pero esa noche sería complicado que la suerte estuviera de su lado, puesto que Reginald había dicho que nos estaría llamando uno por uno para darnos misiones solitarias y así ir mejorando con nuestros poderes.

Era por eso que Klaus debía estar aquí antes de las diez de la noche, y tan solo faltaba media hora para ello.

—¿Qué le diremos a papá si Klaus no llega pronto? —pregunta Vanya sentada a mi lado.

—La verdad, supongo —contesto encogiéndome de hombros.

—No, Cinco, eso no —interfiere Allison con tono molesto—. Si eso pasara papá lo castigaría de una manera horrible y no permitiremos que eso pase.

—¿Y? Él fue el que quiso salir —replico con fastidio.

Diego suelta una risita sin gracia y lo miro al instante.

—No sé qué les sorprende —murmura él—. Cinco nunca ha sido capaz de preocuparse por alguien que no sea él mismo.

Muerdo el interior de mi mejilla para contenerme a discutir. No es el momento.

—Deberíamos ir a esperar en el pasillo —menciona Luther de repente—. Pogo dijo que en cinco minutos nos llamaría, y esos minutos ya pasaron.

Los veo asentir con la cabeza y salen de la sala. Incluso Vanya, que siempre está conmigo, sale sin decirme una palabra. Maldigo mentalmente. Que no les demuestre cariño no quiere decir que no lo tenga. Y, aunque tampoco me gusta admitirlo, me preocupa donde pueda estar Klaus.

Aún sigo con el móvil en mano. Decido probar mi suerte, volver a marcar y, aunque creo que me mandará a buzón de voz como las veces anteriores, me siento aliviado cuando después del cuarto pitido la llamada es aceptada.

—¡Hasta que contestas, Klaus! —digo poniéndome de pie—. ¿Dónde carajos estás? Papá quiere hablar con nosotros uno por uno.

—Hola.

La voz femenina al otro lado de la línea me hace tensarme al instante. ¿Por qué una chica es la que contesta?

—¿Quién es? —pregunto con cautela. No creo que al idiota se le haya ocurrido andar haciendo amigos y contándoles a dónde pertenece.

—Soy Liz —responde ella. Nuestras respiraciones son lo único que se escucha por unos segundos hasta que vuelve a hablar—. Estoy junto a tu hermano en una cafetería. Se ve bastante mal y creo que no puede volver solo a donde vive... Tomé su celular para llamar a algún familiar y te tiene agregado como su hermano.

Suelto un suspiro de alivio. Al menos sé que Klaus está bien.

—¿Él no puede hablar? —inquiero mientras me levanto para ir por una chaqueta café.

—De que puede, puede. Ahora que vaya a salir algo coherente de sus labios... Es difícil.

—Créeme, no necesita estar borracho para que salga pura idiotez de él.

Escucho que ríe bajito al otro lado de la línea y giro mis ojos.

—Estamos en Griddy's Doughnuts. Si puedes llegar luego sería genial, porque van a cerrar pronto.

𝐄𝐧𝐜𝐮𝐞𝐧𝐭𝐫𝐨𝐬 𝐝𝐞 𝐌𝐞𝐝𝐢𝐚𝐧𝐨𝐜𝐡𝐞 - Five Hargreeves Donde viven las historias. Descúbrelo ahora