Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, llena eres de gracia; el Señor es contigo; bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén—
Jimin repetía la oración con devoción, su voz clara y suave resonando en la vasta y silenciosa nave de la iglesia de Virgen Milagrosa. El aroma a incienso llenaba el aire, y la luz de las velas proyectaba sombras danzantes sobre las paredes de piedra. Jimin, un monaguillo de 18 años, había servido en esta iglesia desde que tenía memoria. Sus movimientos eran precisos y perfectos, un reflejo de su total entrega a la fe y al servicio del Padre Namjoon.
La misa matutina había comenzado con la misma solemnidad que siempre, pero el ambiente en la iglesia estaba marcado por una ligera tensión. Los feligreses se reunían en la nave con miradas inquietas, susurros apenas audibles llenaban el aire entre los rezos.
Desde la enfermedad repentina del Padre Namjoon, la atmósfera en la iglesia había cambiado. La luz en los ojos del anciano sacerdote se había desvanecido, y la preocupación por su salud se había convertido en un tema constante en las oraciones y conversaciones del pueblo. Aunque Namjoon seguía adelante con la misa, su debilidad era evidente, y cada gesto y palabra parecía más frágil que antes.
Esto mantenía ocupado al joven monaguillo, quien se encontraba tan absorto en sus pensamientos que sus responsabilidades las hacía casi en automático. Miraba fijamente al padre que yacía frente a los fieles feligreses repitiendo uno de los salmos. Su voz era cansada y su cuerpo era la prueba de ello. En los últimos meses, Namjoon había perdido mucho peso, al punto de que sus ropas eran demasiado anchas y debían ser sujetadas con costuras y gasillas. Además, se había puesto pálido como papel y su desempeño físico había disminuido notablemente. Los médicos aún no determinaban la causa, por lo que su único remedio era el reposo.
—Jimin, hijo mío, la fe debe ser nuestra guía en estos tiempos oscuros. No permitas que el miedo nuble tu devoción —dijo Namjoon con una voz débil pero firme, sacándolo de inmediato de sus pensamientos.
—Sí, Padre —respondió Jimin, su voz llena de determinación, dándose cuenta de que la misa matutina había llegado a su fin.
Mientras los feligreses comenzaban a dispersarse, Jimin se dirigió hacia el altar para ayudar a limpiar y guardar los utensilios sagrados. A través de las ventanas de la iglesia, la luz del sol comenzaba a entrar, iluminando el polvo que flotaba en el aire, y a Jimin le pareció que la luz no lograba disipar completamente la sombra de preocupación que envolvía al pueblo.
El murmullo en el vestíbulo de la iglesia era diferente esa mañana. Los habitantes intercambiaban miradas furtivas y susurros de incertidumbre sobre el próximo cambio en la iglesia. La noticia de la llegada de un nuevo sacerdote se había esparcido rápidamente. Se decía que sería la última esperanza para revitalizar la fe y mantener la estabilidad del pueblo.
—Jimin, ven aquí —dijo Namjoon, su voz sonando más débil de lo habitual—. Quiero hablar contigo sobre algo importante.
Jimin asintió y se encaminó al despacho del obispo, notando la tristeza en los ojos de su mentor. El sacerdote levantó la vista y suspiró profundamente.
—El congreso ha decidido enviar un nuevo sacerdote para que me suceda durante mi recuperación. Esto me permitirá descansar y recibir el tratamiento adecuado. Espero que esto te brinde tranquilidad, pues el sacerdote que vendrá se encargará de las responsabilidades diarias mientras yo intento recuperarme.
El joven monaguillo sintió un nudo en el estómago. Aunque sabía que era lo mejor para Namjoon, no podía evitar sentirse entristecido. Para Jimin, el Padre Namjoon no era solo un guía espiritual, sino también un pilar de fortaleza y devoción en su vida. El pensamiento de que alguien más llenara ese rol lo desalentaba.
—Pero, Padre —dijo Jimin con la voz entrecortada—, ¿qué pasa con su enfermedad? ¿Todavía no han encontrado una cura?
Namjoon asintió lentamente, sus ojos llenos de tristeza.
—Sí, la enfermedad avanza y aún no hemos descubierto su causa ni una cura efectiva. Los médicos están desconcertados, y el único remedio que puedo seguir ahora es el reposo. Pero no quiero que la preocupación nuble tu fe, Jimin. La devoción y la oración seguirán siendo nuestras guías en estos tiempos oscuros.
Jimin tragó saliva, tratando de mantener la compostura mientras una lágrima solitaria rodaba por su mejilla.
—Haré todo lo que pueda para apoyar al nuevo sacerdote y mantener la fe viva en la iglesia. Lo prometo, Padre.
Namjoon le sonrió con una tristeza que reflejaba tanto la aceptación de su situación como el orgullo por la dedicación de Jimin.
—Gracias, Jimin. Tu fe y tu servicio son un verdadero testimonio de lo que significa ser devoto. Confío en que cuidarás de nuestra iglesia con el mismo amor y dedicación que siempre has demostrado.
Jimin salió del despacho con el corazón pesado. La llegada del nuevo sacerdote era un cambio necesario, pero la tristeza de ver a Namjoon deteriorarse y la incertidumbre de lo que vendría pesaban mucho en sus pensamientos. La luz que se filtraba a través de las ventanas de la iglesia parecía más tenue, y el peso de los eventos recientes parecía más palpable. La llegada del nuevo sacerdote, aunque necesaria, era un recordatorio de la fragilidad de la vida y de la oscuridad que parecía acercarse lentamente al pueblo de Virgen Milagrosa.
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Ruega por nosotros
Mystery / ThrillerEn el pequeño y profundamente religioso pueblo de Virgen Milagrosa, la paz de la comunidad se ve abruptamente perturbada por la grave enfermedad del Padre Namjoon y la llegada del Padre Yoongi el pueblo se enfrenta a una serie de eventos inexplicabl...